Tiene Vila-Matas la capacidad de contar lo de siempre sin que sea lo de siempre, consigue que lo cotidiano devenga mágico, su atmósfera es la atmósfera del ensueño, su mundo no es de este mundo y, sin embargo, sí lo es, tal vez busca ―y encuentra― el hábitat que todo escritor anhela.
«Vivía, dijo de pronto Rainer, en un duro estado de angustia que se le había disparado especialmente en los últimos tiempos de Nueva York a partir del momento en que comprendió que había caído de forma escandalosa en la trampa de creerse que era todo un escritor».
Me río mucho con Enrique, maestro en ironías sutiles, especialista en familias burguesas, mago del idioma, su prosa parece mecánica, de tan perfecta, su prosa es ―quizá― la más homogénea que conozco, tienen todas sus frases ―sin excepción― la marca de la casa.
«Y por unos momentos su frase me llevó a acordarme del drama de los narradores burgueses que se hacían con una posición en la sociedad y expulsaban a los verdaderos escritores, aquel drama del que en su momento había hablado Canetti».
Ciertamente, a la obra de Enrique Vila-Matas suele sobrarle algo, como si el mismo texto se hiciera con el control, o como si el autor no fuese capaz de podar, ni siquiera mínimamente, los chupones que deterioran el árbol ficcional, pero se trata de un exceso leve y, por tanto, tolerable.
«Si estaba Rainer pensando que me había robado el sitio, que me había expulsado para ponerse él en el trono, estaba haciendo el ridículo, pensé. Pero en realidad no había ningún indicio de que pudiera pensar algo de ese estilo y más bien una cosa como aquélla sólo podía pensarla yo, que probablemente envidiaba la posición de Rainer».
Metaliteratura, personajes que son autores, libros, referencias, el universo literario de nuestro autor se enrosca sobre sí mismo en una espiral literaria que o se retroalimenta o muere.
«Había, además, muchísimas razones de peso para afirmar que cualquier versión narrativa de una historia real era siempre una forma de ficción. Desde el momento en que se ordenaba el mundo con palabras, se modificaba la naturaleza del mundo…».
Se podría pensar que la Literatura es un mundo aparte, se podría pensar, leyendo las obras de Vila-Matas, que la Literatura es autárquica, un reino donde la vida deviene onírica, enigmática, siempre teñida con el encanto de lo esdrújulo.
«Pero la verdad no se alcanza nunca, le dije, y, además, parece que no sepas que, cuando se escribe algo que sucedió de verdad, las palabras mismas empiezan a sugerir conexiones que parecían ausentes de los hechos que describían… Es más, le dije, la trama luego toma el mando y empieza a determinar qué queda dentro y qué queda fuera, impone su propia lógica y guía al escritor».