“Es necesario que yo muera por mi pueblo, pero mi espíritu se levantará de mi tumba y el mundo sabrá que yo tenía razón”.
(Frase atribuía a Adolfo Hitler, abril de 1945).
El 12 de septiembre de 1919, Anton Drexler invitó al desconocido Adolfo Hitler a unirse al Partido Obrero Alemán (conocido como DAP). Este fue el inicio del ascenso al poder de Hitler. Para 1930, y como consecuencia de la caída de la Bolsa del 29, el ya Partido Nacionalsocialista de Hitler fue incontenible en las elecciones. El 30 de enero de 1933, tras la constante presión del partido Nazi y una alianza con los conservadores, Hitler fue nombrado Canciller; tras el incendio del Reichstag (febrero de 1933), Hitler obtuvo el control absoluto con la Ley Habilitante (marzo de 1933).
Adolfo Hitler, ya con poderes absolutos, comenzó a planear el desarrollo de un nuevo imperio alemán. El 1 de septiembre de 1939, las tropas alemanas invadieron Polonia, iniciando los planes del Führer; con esta acción bélica se dio inicio a la Segunda Guerra Mundial. Después de una larga y sangrienta lucha, Hitler moriría el 30 de abril de 1945.
La muerte de Hitler no significó el fin de la ideología nazi o el debilitamiento de la imagen del Führer.
El 24 de septiembre del año pasado, Alternativa para Alemania (AfD), partido de ultraderecha, ocupó sus primeros escaños en el parlamento alemán. Esto produjo una gran preocupación para la política alemana, sobre todo para los demócrata-cristianos porque, después de 1945, ningún partido de extrema derecha había obtenido escaños en la vida política alemana. Tanto la AfD y el Partido Nacional Democrático (PND), un partido de menor envergadura, son acusados de neonazis y su influencia ha ido en aumento.
La sombra de Hitler sigue rondando por Alemania. Miles de alemanes no ocultan su filiación a la ideología nazi. Y el resultado no sólo es evidente con las casi 86,000 copias de MI LUCHA que se vendieron desde su reimpresión en el 2016, sino también se hace evidente con el sentimiento xenófobo resurgido entre la juventud alemana. El repudio de miles de jóvenes alemanes ya no es solo contra el judío, sino contra el islamista y todo extranjero; no quieren otra cultura que la alemana.
El domingo 26 de agosto, un joven alemán (aunque de origen cubano) fue asesinado, por dos presuntos inmigrantes refugiados, en la ciudad de Chemnitz. Esto desató el repudio de la ultraderecha. La AfD y los Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida) convocaron para el 1 de septiembre a una protesta masiva en Chemnitz contra los inmigrantes y el multiculturalismo de Alemania. Cabe señalar que Chemnitz, una ciudad en la región de Sajonia, es el campo de acción, desde 1991, de distintos grupos de extrema derecha.
Sin embargo, esta clase de manifestaciones no es novedosa. La AfD ha promovido una continua lucha contra el islam. Un ejemplo de ello es la diputada Beatrix von Storch quien atacó a los futbolistas alemanes como Mesut Ozil quien se fotografiaron junto al presidente turco. La declaración de von Storch fue: “El imperio del islam en Alemania no es otra cosa que el imperio del mal”.
Nota curiosa: en el 2014, durante la filmación de Ha vuelto el actor Oliver Masucci, disfrazado del personaje que interpreta (Adolfo Hitler), recorrió las calles de Brandeburgo. La reacción de la sociedad es un tanto intrigante porque en ningún momento se vio rechazo alguno hacia el personaje, por el contrario, una buena parte de las personas que recorrían las mismas calles se acercaban para fotografiarse con Hitler (no tanto con el actor), mientras era saludado al estilo nazi.
¿A caso el espíritu de Hitler ha salido de su tumba? Porque parece que su sobra sigue presente en la vida de miles de jóvenes y adultos alemanes quienes no están de acuerdo con la política migratoria de su país; le temen al extranjero, al islam y a todo aquello que atente en contra del orden establecido. Parece que la imagen de Hitler sigue más vigente que nunca y que la sociedad se pregunte “¿realmente Hitler estaba equivocado?”.
Ángela Merkel tiene que tener mucho cuidado en no dejar pasar por alto estas manifestaciones y reivindicaciones por parte de la extrema derecha, porque la última ocasión que ésta fue ignorada, logró crecer gracias al descontento social y a la impotencia de los “demócratas”, permitiendo el ascenso de un hombre como Hitler. La pregunta sería, ¿es necesario repetir la historia?