Conversamos con el poeta mexicano Gustavo Iñiguez a propósito de su más reciente libro Vocación de animal, editado por Mantis Editores.
Sobre el poeta:
Gustavo Iñiguez (Valle de Guadalupe, Jalisco, 1984). Es licenciado en Turismo por la Universidad de Guadalajara. Textos de su autoría han aparecido en diversas publicaciones periódicas. Dirigió la revista literaria Quiescencia y es autor de la columna crítica Muérdago, en el suplemento terraplén.bajopalabra.com.mx. Consejero editorial de Mantis editores. Autor del cuaderno de poesía Dromedario (2008). En 2013, con el apoyo del CECA Jalisco, publicó el libro de poemas Espantapáramos. Becario del PECDA en 2015. Junto a Luis Armenta Malpica es compilador de Equinoccio. 50 poemas ecuatorianos del siglo XX (Mantis editores, México, 2015). Una parte de su libro Vocación animal (Mantis editores y Secretaría de Cultura de Jalisco, 2016) está traducido al alemán para su publicación bilingüe en una muestra de poesía mexicana reciente (traducción de Rike Bolte). Ganador del Apoyo a Proyectos de Coinversión del Fonca (2016-2017) por el proyecto “Una panorámica en proceso de la poesía latinoamericana”.
Comencemos con la labor de escritor, ¿qué es lo que lleva a Gustavo a poetizar sobre las cosas?, ¿por qué la poesía?
Estoy seguro que llegué a la poesía por lo que en ella encuentro de hospitalario. Siempre he sido muy desorientado y eso me lleva a sentirme extraviado, como extranjero, y la poesía me ha acogido, como dice Edmond Jabès, por mi presencia, por lo que soy. Es por eso que me siento bien ahí. Esto, hablando más como lector. Por qué escribo es algo que no me termina de quedar muy claro.
¿Qué lecturas son las que Gustavo Iñiguez busca como inspiración?
Leo principalmente poesía, y mis autores predilectos van cambiando a cada rato. También como lector soy muy inestable. Pero digamos que es en la plástica donde he encontrado mejores motivos para escribir. En la lectura me deleito, pero los estímulos que encuentro en la plástica me detonan con mayor frecuencia ideas para tratar de resolver alguna emoción y llevarla al texto.
¿Cuál es tu método –si es que existe tal– para llegar a la edición final de un poema? ¿Cómo sabes que el producto ya logró alcanzar la joya preciosa debajo del discurso?
No he tenido, hasta este momento, la sensación de haber terminado algo. Más bien me he desesperado con algunos textos y los he publicado, un poco por vanidad, pensando que a alguien le pueden parecer poemas.
Eres considerado un autor joven, pero uno de los pocos en la actualidad que pueden jactarse de haber sido publicados en una editorial de renombre, como lo es Mantis. ¿Qué crees que haga falta a los poetas jóvenes para posicionarse en el reconocimiento local e internacional?
Sí, me siento muy agradecido con Luis Armenta Malpica y con su editorial. Me ha apoyado de manera muy importante y el hecho de que mi libro forme parte de su catálogo me alegra muchísimo. Yo no creo que el reconocimiento sea algo que deba tener un poeta: me parece más importante alcanzar la credibilidad como escritor y eso sólo se logra trabajando.
Tu labor poética la llevas a la par de la edición en Mantis editores; en ese respecto y desde tu experiencia, ¿hacia dónde va, cuáles son las veredas por las que se encamina la poesía actual?
Hay una tendencia muy clara, en los poetas de mi generación, por indagar en temáticas que concilian algunos elementos de la cultura pop con otros motivos de medios digitales con el propósito de despegarse de ciertas vertientes de la tradición. Hay, por otro lado, autores con una asimilación más o menos entendida de los discursos tradicionales. A mí, personalmente, me interesan más algunos autores que no están de ninguno de estos dos lados sino que van en una búsqueda individual de sus motivos y discursos. Son en los que encentro textos más interesantes.
¿Crees que la literatura es ese lienzo que debe abordar la problemática de la sociedad mexicana en la actualidad? ¿Por qué?
Estoy seguro de que la poesía aborda esta problemática, no como un deber sino como una posibilidad. De muchas maneras está dando cuenta de los tiempos violentos que estamos padeciendo y creo también en su alcance de modificación. Pienso, por ejemplo, en María Rivera y en cómo su poema “los muertos” marcó un momento de quiebre en la poesía mexicana. Lo hizo de un modo trascendente, al punto en el que la poesía en este país, que atendía o daba cuenta de la experiencia estética, ahora encuentra un espectro más amplio en la posibilidad de transformación social.
Platícanos un poco sobre el trabajo que llevas actualmente con el apoyo del FONCA, titulado “Una panorámica en proceso de la poesía latinoamericana”.
Es un proyecto que me genera mucha alegría por la posibilidad de acercar el trabajo de autores latinoamericanos, con un trabajo de mucha calidad, a los lectores mexicanos. La propuesta es para la publicación de seis libros entre los que también se incluyó una muestra de poesía mexicana reciente y que estará apareciendo, por supuesto, con Mantis Editores. Ya salió la muestra de poesía mexicana reciente y está por aparecer “Las linternas flotantes” de la argentina Mercedes Roffé.
Pensando en tu último libro Vocación de animal, ¿por qué el título?
Me pareció que de algún modo nombra la intención que quise resolver en el libro. Partí de la idea de conciliar los impulsos sexuales con una búsqueda espiritual. Quien habla en el libro podría ser un animal más o menos religioso, entendiendo la animalidad como la fuerza instintiva que se manifiesta en el deseo sexual.
La creación de todas las cosas desde un entendimiento religioso y la creación artística se pueden ver como un trabajo analógico en tu último poemario, ¿esta idea es algo que venga de libros anteriores o es algo que vayas a continuar resolviendo en próximas publicaciones?
Sí. En el libro anterior ya me inquietaba mucho el lenguaje religioso. Me ha interesado siempre. El único libro, además de los libros de texto, que estaba en mi casa era la Biblia. Digamos que me inicié como lector ahí, entonces ese lenguaje me resulta entrañable. Y la cuestión artística también puede que esté sanando una frustración. Me gusta mucho la pintura y nunca pude ejecutar, con dignidad, un trazo. Tal vez por eso mi obsesión por abordar la pintura en mi escritura.
Respecto al mismo libro, haces llamados a ciertas pinturas, desde jeroglíficos hasta Rembrandt, ¿dirías que puede considerarse un acto necesario el servirse de otras artes para la creación literaria?
No diría necesario. Más bien son vinculaciones de la experiencia estética. Ya lo había mencionado: la plástica es donde encuentro estímulos más altos para la escritura. He leído trabajos que me han asombrado en las dos posturas, los que se nutren de otras artes y los que no. Es uno más de los muchos recursos a los que se acude para escribir.
Además de los proyectos mencionados, ¿qué viene de nuevo para Gustavo Iñiguez?
Pues tengo muchas inquietudes. Hay por ahí un libro más o menos concluido y veré qué posibilidades encuentra. También tengo mucha curiosidad por algunas posibilidades editoriales y quizá me aventure a darle forma a algunas cosas que he estado ensayando.