¿Quién es Gregorio Muelas Bermúdez?
Una difícil pregunta. A menudo pensamos que es a nosotros mismos a quien mejor conocemos, sin embargo a mayor conocimiento también mayor es la dificultad de definirlo. Puedo decir que casi siempre soy quien quiero ser, me considero una persona optimista y vitalista, responsable y trabajadora, un apasionado del cine y la literatura, que desde muy temprana edad, con apenas siete años, piensa que ser escritor es la mejor vocación y profesión del mundo. Desde entonces he perseguido mi sueño. Inicié mi andadura literaria en 2010 con la publicación de mi primer libro de poemas, Aunque me borre el tiempo, y esta se reafirmó en 2014 con la edición de mi segundo poemario, Un fragmento de eternidad. Desde entonces me he ido planteando retos y proyectos cada vez más grandes, que me han permitido crecer como autor y persona.
¿Quiénes te acercan a la lectura?
Mi familia y todos los autores y editores con los que me relaciono, en especial algunos amigos a los que considero hermanos de letras y maestros, como José Antonio Olmedo López-Amor, Jorge Ortiz Robla, Blas Muñoz Pizarro y Jaime Siles, espejos en los que me gusta mirarme, cuyos logros son un verdadero acicate para continuar con mi labor creativa.
Mi acercamiento a la poesía fue muy precoz pues a los nueve años ya empecé a bosquejar mis primeros poemillas, pero fue la lectura de Ancia de Blas de Otero y Cuanto sé de mí de José Hierro, la que marcó mi elección de este género como principal vehículo para expresar y compartir mi interior. Es la necesidad de escribir algo que sirva para los demás la que me impele a sentarme cada noche delante del ordenador para tratar de ordenar en versos mis pensamientos.
¿Cómo comienza el quehacer literario para ti?
Habitualmente comienza a horas intempestivas y rara vez delante de la página en blanco, otras veces en los lugares más insospechados, por ejemplo en los transportes públicos, bus o tren, de camino al trabajo. Pero si hay un motivo inspirador, este es, sin lugar a dudas, la lectura, que incita a la reflexión o el recuerdo, es en ese proceso cuando tomo notas en los más variados soportes para luego, en el silencio de la noche, tratar de darles sentido.
¿Cuál piensas que es tu papel como poeta?
Esta pregunta es casi más difícil que la primera y ello porque todo trabajo artístico que se precie debe estar regido por la humildad, en este sentido pienso que han de ser los otros, los que se acercan a nuestra obra, los que valoren si esta es válida, si aporta algo. Sí puedo decirte que soy muy autocrítico y perfeccionista, lo que me obliga a volver sobre los textos una y otra vez, una manía juanramoniana que tiene como mejor aliado al tiempo, el mejor crítico que existe. El papel primordial del poeta debe ser el de remover la conciencia del lector, motivando una actitud crítica mediante la creación de un efecto estético.
¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
Actualmente estoy enfrascado en diversos proyectos que requieren de una gran dedicación y entrega, es el caso de CRÁTERA Revista de crítica y poesía contemporánea, publicación periódica que codirijo y edito, y las colecciones de poesía que desde Crátera Editores hemos lanzado o vamos a lanzar en breve, como “Aríbalo” y “Crochet”. Mientras, estoy redactando un libro de ensayo sobre poesía japonesa y un libro de historia sobre la Primera Guerra Mundial. Pero el trabajo creativo que más me obsesiona es la culminación de una novela histórica ambienta en la antigua Roma.
Lo que sí puedo confirmarte es la salida, probablemente en marzo, de la segunda edición del libro de haikus que tuve el placer de escribir con José Antonio Olmedo, La soledad encendida (Editorial Ultramarina), en una edición bilingüe español-alemán, con traducción de Petra Dindinger Biermann y nuevo prólogo de Ricardo Virtanen.
¿Qué consejos tienes para otros poetas que comienzan?
El mejor consejo es aquel que a uno le funciona, por eso a los poetas noveles yo les aconsejaría leer mucho y de todo pues los libros son la mejor escuela y el poeta debe adquirir conocimientos de las más diversas materias para enriquecer su mundo. También les recomendaría que no tuvieran prisa por publicar, una obra madura requiere de tiempo más constancia, las musas solo se presentan cuando estamos trabajando.
¿Hay algo más que quisieras compartir?
Tres poemas de mi nuevo poemario, Estado de Acedia (Editora Gato Bravo, 2019):
LA CIUDAD Y LA NIEBLA
Mira la niebla,
cómo se espesa en torno a la ciudad,
lleva en sí toda suerte de presagios,
la acedía de un tiempo en retroceso
y un aire enrarecido de orfandad.
Una niebla tan densa
que ciega el horizonte y los sentidos:
con la vista cansada no se escucha
el silencio y la fruta corrompida
se vende en los mercados sin vergüenza.
EPITAFIO VENECIANO
A Joseph Brodsky, San Michele
La plaza está vacía,
las farolas se apagan lentamente.
Una noche cerrada
amenaza los ángulos del agua
donde se hacinan restos de basura
de mercaderes y turistas.
En este laberinto de canales,
donde columnas, pórticos y estatuas
martirizan a mis grises pupilas,
todo se difumina como un sueño
marcado por la doble belleza de un paisaje
capaz de prescindir de mí.
AMOR DEMONIO
Cuando el deseo se hace terca herida
por donde se desangra la virtud
pública para ser vicio privado.
Temblor de labio, carne, amor demonio…
Reo de lo indecible, condición
del amante procaz en su delirio,
que mira, toca y besa demasiado.
Es la nocturnidad de los agravios
donde los dedos se hacen alfileres,
donde la negación es prohibida.
Es reino del exceso, fundamento
de las sábanas tibias, de la culpa
enajenada. Es cosa de marqueses,
de sátrapas y ediles de Gomorra.