Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso deveras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
“Aunque sea de jade”, poema de Nezahualcóyotl
Hablar de temas relacionados con divinidades en el siglo XXI es difícil, confuso y hasta cierto punto radicalista. La mención de tales adjetivos es porque se vive en una época laica que sólo le interesa el progreso de la civilización por medio de lo objetivo. Las áreas científicas toman un valor tan importante que estudian cualquier problema por medio de la pragmática y el uso de la razón, a lo que los griegos llamaron logos.
En esta centuria se ha ido perdiendo poco a poco el estudio de lo subjetivo, de la fe, de las creencias, del inconsciente que constituye sociedades e individuos. Se han devaluado las disciplinas humanísticas. Las historias que intentan explicar nuestra existencia espiritual ya no importan tanto, son cuestionadas hasta la médula porque ya no se cree en lo metafísico, han olvidado el mythos del que tanto reflexionaban los helenistas.
En esta época todas las áreas y disciplinas se pelean, se cuestionan burdamente y no se llega a un acuerdo en el pensamiento, y es natural no tener razón de muchas cosas porque el mundo es indescifrable. Sin embargo, la tecnología, la ciencia y el periodismo cultural han brindado una imagen donde sólo las personas que estudian con microscopio y tubos de ensayo cualquier problema, tienen certeza. Es como si hubiéramos vuelto a una época ilustrada, o tal vez más atrás: a España de 1492, año donde el descubrimiento del Nuevo Mundo se realiza gracias a las coordenadas geográficas y la brújula, es decir, gracias a la ciencia que Cristóbal Colón utilizó en su navegación para descubrir América.
Lo que Colón descubrió con ayuda de la tecnología no fue sólo tierra y razón, sino dudas sobre los habitantes del continente americano: ¿Quiénes son aquellas personas? ¿Quién es Quetzalcóatl? ¿Qué tipo de dioses necesitan rituales sanguinarios? Colón encontró a finales del siglo XV un nuevo mythos y logos en los pueblos indígenas. Sin embargo, su razón no podía concebir otra realidad que no fuera la española porque no entendía la aparición de nuevos dioses que necesitaban sangre de personas capturadas en la Guerra Florida para que pudieran ser venerados. De igual manera, el navegante español no tenía idea de que los indígenas podían curar enfermedades que consideraban mortales las personas de occidente. El Nuevo Mundo era una sociedad incomprensible para él, se le dificultaba no encontrar una cruz y sí cabezas de serpientes emplumadas, se le dificultaba admirar arquitecturas piramidales y no castillos católicos. Colón peleaba con su propio lenguaje, no sabía cómo nombrar todo lo que veía, su razón le fallaba y le costaba describir lo que sentía al presenciar los rituales de los habitantes del Nuevo Mundo.
Colón había descubierto que la ciencia no podía con todo, además de que el lenguaje necesitaba ser más específico; su léxico no tenía tanto acervo y sobre todo el problema del alma que tanto reflexionaban los filósofos europeos era distinto en el nuevo continente. Colón no sabía si entre el politeísmo en América había dioses buenos y malos, así que decidió nombrar todo como malo porque lo desconocido es aterrador. De igual manera, consideró que al continente americano le hacía falta el dios católico para ser salvado. De hecho, consideraba que los indígenas eran personas con estudios, pero malditos por el diablo, así que era necesario evangelizarlos. Por tanto, decidió enviar una carta lo más pronto a los reyes Fernando e Isabel para informar sus ideas.
Los reyes españoles tardaron en dar respuesta a Colón y no fue hasta el siglo XVI cuando enviaron religiosos a estudiar lo que sucedía en el Nuevo Mundo para evangelizar. Cuando llegaron los franciscanos, confirmaron todo lo que Cristóbal Colón y Hernán Cortés habían mencionado: los indígenas eran personas civilizadas que estaban poseídas por el diablo. Así que los religiosos decidieron actuar: desaparecer los libros politeístas y plantar una iglesia en cada pirámide, esta acción no fue sólo de manera física sino también espiritual, ahora Quetzalcóatl que había partido en una balsa hecha de serpientes, tomando rumbo a occidente, era nombrado dios católico. El politeísmo iba desapareciendo gradualmente hasta llegar al monoteísmo religioso con el que la mayoría de los latinoamericanos vivimos todos los días al escuchar las campanas de una iglesia para llamar a misa. Los dioses prehispánicos desaparecieron y se transformaron en una divinidad todopoderosa. El catolicismo tomó un poder inconmensurable que simplemente los creyentes y pertenecientes a dicha institución, no podían criticar a Cristo o Dios porque podía causar una severa lamentación en las personas: perder el paraíso prometido. El Edén en venta que tanto habían anunciado los religiosos durante siglos sólo se podía comprar con el valor monetario o la redención del alma, si tal no se cumplía, no sólo podían mandar al sujeto condenado a un sitio más lejano de donde habitaba Aqueronte, sino a la Inquisición. Lo último les sucedió a los judíos de Granada a finales del siglo XV cuando Isabel y Fernando firmaron el edicto de Expulsión. Así que los judíos tenían tres opciones: ser bautizados (en el mejor de los casos), ser enviados a la Inquisición para aceptar el catolicismo, o ser expulsados de España. Lo último fue una opción que muchos decidieron tomar, mientras que las primeras dos opciones las eligieron las personas que amaban la tierra en donde habían vivido la mayor parte de su vida.
Muchos judíos se convirtieron al catolicismo y permanecieron en España, la discriminación no tardó en aparecer y los católicos españoles comenzaron a calificar a los convertidos con el adjetivo: “marrano” (Armstrong, 2010: 38), palabra que establece lo vil de la humanidad por haber renunciado a sus divinidades y costumbres. Los católicos no entendían cómo alguien podía renunciar a su fe, era como si un marrano se arrastrara en un corral lleno de lodo ajeno para pedir un día más de vida en el matadero. Sin embargo, los mismos inquisidores no comprendían que su obsesión por la conversión al catolicismo, hizo que su antisemitismo creciera de dos maneras: física y metafísica. En primer término, los judíos podían ser torturados con los múltiples castigos de la Inquisición por no aceptar el catolicismo, o también podían ser desterrados de Sefarad ―nombre que los judíos usaban para denominar a España―, lo último desarrolla un castigo metafísico, pues con el exilio a provincias balcánicas o tierras norteafricanas del Imperio otomano, los judíos sefardíes sintieron una crueldad de su dios: ¿Cómo era posible que les sucedieran tales situaciones si habían seguido al pie de la letra la Torah? “Cuando el exilio ―comenta Karen Armstrong en su libro Los orígenes del fundamentalismo― está también asociado con la crueldad, plantea interrogantes acerca del problema del mal en un mundo supuestamente creado por un Dios justo y benevolente” (Armstrong, 2010: 38). Los judíos exiliados tuvieron una catástrofe en su fe, cuestionaban aspectos básicos en el funcionamiento de su doctrina religiosa, especialmente en el judaísmo tradicional. Sin embargo, los sucesos eran normales porque eran una necesidad que indicaba los dolores del nacimiento del Mesías, el cual rompería las cadenas del exilio y traería una nueva vida. Un nuevo mythos se desarrollaba, una nueva creencia era necesaria para sobrevivir a la existencia.
En el siglo XVI, en Safed, Isaac Luria desarrolló un nuevo mythos en la tradición judía: el humano debe vivir en el exilio porque Dios lo ha dejado en el abandono. Este mito, de manera general, consiste en describir un proceso violento en la creación, el cual lleva al exilio (razón análoga que sufrían los judíos sefardíes). “El mito ―continúa Armstrong― inicia al preguntar al mundo si Dios es omnipresente. La respuesta es la doctrina del tsimtsum o zimzum (replegarse): el Dios inaccesible e infinito que los cabalistas llamaban Ein Sof (sin fin), tenía que retirarse, dejar libre, como fuera, una región dentro de sí mismo para dar espacio al mundo. Por lo tanto, la creación había comenzado con un acto de crueldad divina: en su apasionado de hacerse conocido en y por sus criaturas, el Ein Sofhabía infligido el exilio a una parte de sí mismo” (Armstrong, 2010: 41). Dios, para los cabalistas, los había abandonado. Sin embargo, era natural porque era necesario superar los problemas para obtener la redención del mesías: añoranza perpetua hasta nuestros días.
El mito de Luria pudo penetrar en los corazones de los judíos por su situación social, creían que el humano por naturaleza debía estar exiliado y, además, en este caso, el humano debía sufrir para que llegara la redención por medio de un mesías. A mediados del siglo XVII, la explicación de la génesis luriana era una realidad aceptada por un pueblo que había sufrido por su dios. El mythos que estableció Luria ayudó a llevar la vida judáica con menos pesadumbre en el alma y esto ocasionó que perdieran objetividad en su vida cotidiana, el logos dejó de existir, y más cuando apareció Shabbetai Zevi, el mesías judaíco.
Zevi se consideraba un ser elegido por Dios para que existiera una armonía entre la creación y la divinidad. Por tanto, podía desacatar algunas leyes judías, como pronunciar el nombre de Dios, beber y comer frutos prohibidos, actuar de manera inapropiada. Las acciones de Zevi, para algunos cabalistas no fueron aceptadas y lo exiliaron de su pueblo. Shabbetai vagó por el desierto y un día apareció en casa de Nathan, un joven rabino que había tenido una epifanía que le declaraba que el mesías era Shabbetai Zevi. Nathan lo recibió de buen gusto, pues su epifanía era una obra milagrosa. El rumor de que el mesías había llegado se expandió en diferentes países y muchos judíos comenzaron a celebrar dejando todos sus deberes, pues sabían que Zevi iba a triunfar sobre sus enemigos, principalmente sobre los otomanos. Así que un día, Shabbetai se preparó para terminar con el imperio del islam, pero su hazaña fue detenida porque lo capturaron y lo condicionaron con dos opciones: 1. Aceptar la muerte amando al judaísmo. 2. Convertirse al islam. Shabbetai decidió tomar la segunda opción sin importarle que todo un pueblo, con una creencia específica, iba a ser decepcionado. El mesías se había convertido en un apóstata.
Zevi fue bien tratado por los otomanos y lo dejaban practicar libremente el judaísmo en tierra islámica, leía las escrituras islámicas como la Sharia y retomaba la Torah judaica porque pensaba que todas la religiones existentes en este mundo eran válidas y reales, al igual que todas las imágenes de los dioses que diferentes religiones interpretan. Los juicios de los creyentes del mesías no esperaron, aparecieron en cualquier tipo de calumnia. Sin embargo, a Zevi no le importaba, seguía su vida espiritual con fervor, estudiaba todos los días y tenía seguidores tanto islámicos como judíos. Sus prédicas trataban sobre la libertad de pensamiento y creencia hacia un dios desconocido que existía en todos de diferente manera. La misma idea del dios de Zevi la tenía Nezahualcóyotl años atrás, pero el poeta de Texcoco creía que el dios que era desconocido tampoco tenía un mito y menos una representación imaginaria. El rey de Texcoco erigió un templo para este dios sin signos artísticos que representaran algo, y lo nombró Ipalnemohuani, que significa “Aquel por quien vivimos”, o “Dador de la vida”. Su poesía muestra indicios del tema: “/Con flores escribes, Dador de la vida, / con cantos das color / con cantos sombreas / a los que han de vivir en la tierra. / Después destruirás a águilas y tigres, / sólo en tu libro de pinturas vivimos, / aquí sobre la tierra./” (Nezahualcóyotl, trad. Miguel León-Portilla, 2008: 195).
No es raro que Nezahualcóyotl tuviera la idea de un dios sin definición artística, pues si se retoman ciertos sucesos de su vida, se puede reflexionar sobre la deidad por la que vivía el rey-poeta. En primer término está su niñez, una época donde importó mucho su educación en el Calmécac (escuela para la antigua nobleza náhuatl), allí recibió la tradición oral para conocer a su pueblo en todas las cuestiones culturales, políticas y religiosas para poder ser un buen gobernante. Sin embargo, el segundo suceso se vuelve trágico cuando el educado Nezahualcóyotl observa el asesinato de su padre. El acto parece normal hasta en esta época: ser asesinado por cuestiones políticas. Tales motivos determinaron el tercer suceso en su vida: el exilio. Esto ocurre cuando el joven se sentía desprotegido ante la muerte de su padre porque los tecpanecas de Azcapotzalco se apoderaron de Texcoco. Así que Nezahualcóyotl vagó por misteriosos caminos cuestionando todo lo que conocía por medio de su lenguaje. El exilio le proporcionó dudas que ningún huehuetlahtolli (antiguo discurso que hacían los viejos para enseñar valores y moral) pudo explicarle. Sus reflexiones sobre los dioses, el gobierno, su historia, su estatus social, se vieron perseguidas por severas preguntas en su ser. Nezahualcóyotl tenía las mismas dudas que los judíos sefardíes tendrían años después. Era normal que sintiera un paisaje desolado, del cual pensaba que había sido despojado, a causa de los dioses, de sus lujos y responsabilidades. En ese momento, probablemente, la mente y el alma de Nezahualcóyotl se juntaron para encontrar supervivencia en un mundo que parecía haber sido hecho por dioses egoístas que abandonaron a su misma creación. Así que vagó por rumbos huexotzincas y tlaxcaltecas para encontrar una madurez como filósofo, poeta y gobernante. Cuando sucedió todo un proceso de maduración y reflexión de sus bases filosóficas y gubernamentales, recuperó el trono con ayuda de sus aliados. Hizo un gobierno que pocas veces se ven en los países subdesarrollados de hoy en día, un gobierno lleno de arte, filosofía y leyes, dejando a un lado las instituciones religiosas. “/ ¿Habré de erguirme sobre la tierra? / ¿Cuál es mi destino?, / yo soy menesteroso, mi corazón padece, / tú eres apenas mi amigo en la tierra, aquí. / ¿Cómo hay que vivir al lado de la gente? / ¿Obra desconsiderantemente, vive, / el que sostiene y eleva a los hombres? […] / Que no se angustie mi corazón. / No reflexiones ya más. / Verdaderamente apenas de mí mismo tengo compasión en la tierra /.” (Nezahualcóyotl, trad. Miguel León-Portilla, 2008: 195).
El reinado de Nezahualcóyotl fue uno de los más elegantes y maduros que pudo haber tenido el pueblo nahua, la imaginaria torre nombrada ipalnamohuani lo demuestra: dios sin descripciones psicológicas, físicas y espirituales; dios como ser desconocido, reinventado y cuestionado en el exilio.
A pesar de que Nezahualcóyotl se preocupó por las cuestiones metafísicas, hizo importantes avances de ingeniería en el mundo náhuatl. Realizó obras hidráulicas para que su pueblo tuviera facilidades en el uso del agua, ya sea por medio de acueductos, canales, depósitos, o el dique que separaba el agua dulce del agua salada en el lago de Texcoco.
Así, tomando en cuenta estos elementos se puede ver que la sociedad de hoy necesita enterarse de la historia para comprender que las cuestiones metafísicas no se deben quedar a un lado porque son importantes para el progreso científico, ya que si no se cuestionan aspectos elementales metafísicos, no existe filosofía, y sin filosofía, no hay ciencia. Sin embargo, hay un punto que debe aclararse: las cuestiones metafísicas no deben institucionalizarse y el gobierno, cualquier gobierno, debe ser laico en todos los aspectos para que exista una atención, de manera recíproca, a las artes y las ciencias como elementos necesarios para el progreso y la justicia.
Bibliografía
Armstrong, Karen. (2010). Los orígenes del fundamentalismo en el judaísmo, el cristianismo y el islam. México: Tusquets.
León-Portilla, Miguel y Earl Shorris. (2008). Antigua y Nueva Palabra. Antología de la literatura mesoamericana, desde los tiempos precolombinos hasta el presente. México: Aguilar.