Mucho se podrá escribir sobre Josué Mirlo, y digo mucho porque ya pertenece a los grandes poetas mexicanos. Algunas veces otros aumentaran su historia con nombres que ni siquiera existieron, pero nosotros sabemos la verdad y la seguiremos escribiendo.
Javier Ariceaga
Motivos
En el año de 1999, con motivo del 175 aniversario de la Erección del Estado Libre y Soberano de México, la Subsecretaria de Educación Básica y Normal convocó a un concurso de ensayo. Haciéndose acreedor el presente trabajo a un reconocimiento de tipo honorífico.
A partir de ese momento el mismo ha sido presentado por su autor en diversos foros, entre otros el Museo Nishisawa de la Cd. de Toluca, Casas de Cultura del estado de México, Escuela de Bellas Artes de Capulhuac, Escuela Preparatoria Oficial Anexa a la Normal de Capulhuac, Sindicato de Maestros al Servicio del Estado de México, entre otros.
Se dio a conocer gracias al poeta Francisco Valero, quien fue el artífice para que se presentara en el Museo Nishisawa de la ciudad de Toluca, dentro de los eventos que se realizaron para conmemorar el Centenario del natalicio del poeta Capulhuaquense.
Cabe hacer la aclaración que a lo largo de los años se ha ido enriqueciendo con algunas ideas tomadas de diversas fuentes y a través de pláticas con personas cercanas a Josué Mirlo.
I
Evocar la figura de Josué Mirlo, es desempolvar el recuerdo que subyace en derredor al poeta de Capulhuac; el poeta incomprendido, cuya obra permanece oculta pese a ser uno de los bardos más representativos de su generación en el estado de México. Con el correr de los años, antologías del enorme parnaso mexicano han visto la luz, pero al parecer todas ignoran la existencia de este vate.
Porque los años pasan y los malos entendidos permanecen. Y es que, por ejemplo, si buscamos en la Enciclopedia de México el nombre de Josué Mirlo, tampoco allí lo encontramos, de donde pareciera desprenderse que este autor no existe, o que su obra no interesa… (Valero Becerra. 2000: 8)
Príncipe de la metáfora, Josué Mirlo supo trastocar la esencia de las cosas, para legarnos mundos nuevos transmutados en poesía. Desde sus inicios en 1923, como cantor del paisaje su obra comenzó a tener características propias, mismas que la han hecho diferente de la obra de poetas contemporáneos a él.
En 1932 publicó su primer libro, Manicomio de paisajes, en el que las secciones del poemario se ubican en un escenario similar al de un hospital para enfermos mentales: Sala de tranquilos, Sala de maniáticos, Sala de alucinados, donde los pacientes, es decir, los poemas, curan sus males en celdas que les han sido asignadas.
Algo similar ocurre con el Cuarteto emocional, 1938, donde los poemas forman parte de un templo, cuya entrada se localiza en forma de monumento, dando pie a la dedicatoria, mientras que los versos han de ser el murmullo de un rezo para la madre, para la amada y para la muerte.
En estos dos poemarios se puede vislumbrar una obra que se puede clasificar dentro del concepto de arquitectura sideral, por el acomodo que de sus rimas hace el poeta, lo que también es notorio en las obras que les preceden. Tal es el caso de Baratijas, 1955, los poemas se expanden en vitrinas, en un Mercado de versos, cual joyas al mejor postor.
Previamente en 1940, había visto la luz Resumen, edición auspiciada por el General Lázaro Cárdenas del Río, obra que contiene los poemas más emblemáticos de Mirlo publicados hasta ese momento.
Para 1964 se editó Museo de esperpentos, en el que Mirlo deja aflorar la desesperación y amargura infinitas en las que vivió sumido durante los últimos días de su existencia. En dicho poemario el bardo blasfema e impreca en contra del destino, que no conforme con haberle arrebatado a su madre, también le arrebató a su primera y segunda esposas, así como a su primogénito, para finalmente burlarse de él sumiéndolo en la oscuridad y el silencio, pues Josué habrá de perder la vista y el oído:
…¡Vida, estúpida Vida, te arrojamos al rostro,
como un escupitajo,
nuestro insulto!…
¡Eres perversa y cruel!… Y a pesar de todos
tus afeites
¡trasciendes a letrina y a sudor de loba
siempre en brama!…
¡Por ti, fuimos cautivos de un óvulo incipiente,
cuando le hirió tu relámpago
espermático,
con el que has perpetuado
tu fetidez
y tu lujuria!…
La estructura del Museo de esperpentos, es similar a la de las obras que le anteceden, salvo que en esta los poemas se presentan en casilleros acomodados en tres galerías que muestran esos poemas llenos de dolor, sarcasmo y blasfemia.
En el ocaso de su vida apareció Obras en prosa, libro que contiene Rosamar; un breviario de cuentos infantiles dedicado a su única hija, Monigotes; libro en prosa donde Josué nos presenta su obra a la manera de un circo que habrá de ofrecer al público una fastuosa función, y finalmente La Caballona; este último formaba parte de un volumen de cuentos regionales que dejó inédito, mismo que por extrañas razones se extravió y, que por título llevaba La voz de mi tierra. Al respecto, dirá Mirlo:
…Mi prosa es bárbara y deforme, motivos más que suficientes como para dejarla en el tintero. Sin embargo hoy, al dejarla correr mundo, va como es ella: una enclenque sietemesina despeinada y andrajosa; pero eso sí, con el corazón bien puesto ante todos los infortunios. Si a pesar de su pobreza y su fealdad, en sus andanzas de trotacaminos logra despertar hondas simpatías y conquista buenos amigos, sólo hasta entonces publicaré mis volúmenes completos. (Josué Mirlo. 1968)
II
A Josué Mirlo por antonomasia se le ha catalogado como un poeta Estridentista, sin embargo, dicen los que conocen del tema, más que estridentista Josué es un poeta bucólico, cuyo genio literario hizo que jugara con las metáforas como si lo hiciera con las estrellas, legando a las nuevas generaciones de mexicanos mundos diferentes; en donde pueblos, puentes, ríos, campanarios y vidrieras se prodigan en palabras.
El crepúsculo azul llegó a mi tierra
sin conocer a nadie. Ni un amigo
que la invitara a descansar siquiera
bajo el portal de una casona antigua.
Por eso estaba triste;
sin embargo
se metió a las tabernas
y ya borracho, anduvo por las calles
achatando su cara en las vidrieras.
Cansado de ambular;
el crepúsculo azul salió del pueblo
sin que le viera nadie;
sólo la noche
aullaba largamente
en el sendero!…
Aunque a este bardo dentro del estidentismo bien se le puede considerar como un poeta Agorista:
A finales de la década de los años veinte del siglo pasado, surgió en Ciudad de México la que se ha considerado la tercera vanguardia literaria, detrás del modernismo y el estridentismo. Un grupo de jóvenes intelectuales y artistas, alentados por los movimientos de intensa lucha social que prevalecían en el mundo, se reunió para formar un “grupo de acción dirigido a las masas”. (Villareal, Evangelina. 2013)
En este movimiento el arte debía tener objetivos profundamente humanos. La misión del artista era interpretar la realidad cotidiana. Se interesaban por responder al ritmo de los tiempos; el Agorismo sería la velocidad creadora. Dicha vanguardia estuvo integrado por Alfredo Álvarez García, José María Benítez, Gilberto Bosques, María del Mar, Manuel Gallardo, Lil-Nahí, Rafael López, Solón de Mel, Pablo C. Moreno, Raúl Ortíz Ávila, Emilio Uribe Romo y Rómulo Velasco Ceballos, entre otros.
Fueron simpatizantes del Agorismo Germán List Arzubide, Diego Rivera, José Muñoz Cota, Baltasar Dromundo, José Rubén Romero, Francisco Díaz de León, el escultor Guillermo Ruiz y otros.
Al analizar la obra de Mirlo, nos damos cuenta que en parte de ella, aborda una temática de cuestionamiento social. Al respecto dice Alfonso Sánchez Arteche: Josué se mantuvo siempre ligado a las mayorías. A la manera del “Chino” Sansón Flores llegó a escribir poemas que ahora llamaríamos “de protesta” (Sánchez Arteche. 1988) Como Imprecación, El Cristo Rojo, Mensaje Lírico, Sombra, Canción Salvaje, por mencionar algunos.
Por su origen humilde y campesino, es de comprender que el interés del Josué por las causas justas fuera patente es su vida, como cuando perdiera su plaza de docente en el Instituto Científico Literario de la Ciudad de Toluca, por estar a favor de sus alumnos.
Ni que decir de la defensa que hizo del valle de Chiconahuapan, cuando el gobierno federal lo desecó en beneficio de la ciudad de México, terminando así con la actividad lacustre que en dicho valle los pobladores de Capulhuac y pueblos aledaños realizaban.
Un paisajista como Josué, no podía estar de acuerdo con esa política, adversa al equilibrio natural que durante milenios había distinguido a nuestra región geográfica… (Sánchez Arteche. 1988)
III
Modernista en sus inicios. Vanguardista gracias al contacto que estableció con los poetas estridentistas en las sesiones literarias del Café de Nadie; el poeta de Capulhuac conquistó para sí, un peldaño dentro del mundo literario del estado de México, lo que lo sitúa, sin temor a equivocarnos como el Tlatoani mayor de los poetas mexiquenses del siglo XX.
¡Pueblo mío, tan triste y tan huraño!…
tendido en el jergón de la pradera,
ya ni siquiera ríes con tus campanas
ni juegas como antaño a las canicas
¡con la luna y el sol!…
Sólo de vez en cuando tus callejas
-abiertas al recuerdo de tu infancia-
hacen bailar tu corazón,
¡pueblo mío, tan triste y tan huraño!
No es aventurado afirmar que la obra de Mirlo para el lector resulta una lluvia de metáforas, que emana de lo más recóndito del alma, para dar forma y esencia a las cosas a través de un escrutinio sereno y detallado que convierte lo cotidiano en poesía bucólica.
Bajo el paraguas quieto de la arboleda muda
en la sombra morena una hembra desnuda
que al cuello de los árboles mimosamente anuda,
sus brazos que palpitan largamente de amor…
Sin embargo ¿por qué de manera sistemática y por razones no claras las antologías que del parnaso nacional se han editado ignoran su presencia? ¿Por qué los críticos y no críticos de las letras le han escamoteado un lugar como poeta a nivel nacional?
Tal es el caso de Raúl Salinas Viniegras, quien minimiza la importancia de Mirlo como poeta, reclamando que la poesía del poeta de Capulhuac esté en intima comunión con el paisaje, alejada, dice él, del calor que da el trato con la hembra.
Pero este individuo no sólo reprueba la poesía de Josué Mirlo, también lo hace con la de Sabines, Paz, Pellicer, Villaurrutia, Jorge Cuesta, Margarita Paz Paredes, entre otros. ¿Será acaso que los poemas que Salinas Viniegras escribió, si es que escribió algún día poesía, están por encima de los del maestro Genaro Robles Barrera y demás bardos que son víctimas de esta acción inquisidora?
Por otra parte, en Capulhuac existe la leyenda negra que en derredor de Josué han creado sus detractores. La historia es esta; Algunos lugareños, airados reclaman que siendo el poeta conocido de algunos hombres inmiscuidos en la política como Miguel Alemán, Adolfo López Mateos, José Muñoz Cota, Lázaro Cárdenas del Río; no haya aprovechado dicha situación para solicitar la realización de obras de carácter comunitario que embellecieran al pueblo. Al respecto dice Benjamín Araujo Mondragón:
Todavía hoy, los descendientes del manzano de la estulticia siguen borrando banquetas de Capulhuac con aquellas baratijas de argumento, sin darse la oportunidad para distinguir entre un burro y una aurora, un alcalde y un poeta. (Araujo Mondragón. 2001)
Los detractores del bardo ignoran que el trabajo de un poeta no es el de ser gestor de obra pública. Aunque para consuelo de estas gentes, como ya se dijo líneas arriba, hay que mencionar que el maestro Genaro levantó la voz y expresó su inconformidad, cuando el agua de la laguna de Chignahuapan y de los manantiales del Valle de Matlazinco fue encausada para dotar de agua potable a la ciudad de México, terminando así con una de las actividades económicas más importantes de la región: la piscicultura. Esta acción, y solo esta, fue la que hizo que los encargados de la política cultural en el país, lo relegaran del parnaso nacional, seguro es que causó enojos en muchos miembros del estado mexicano.
Por otra parte, los detractores que aún existen en su pueblo, deberían preguntarse a sí mismos ¿qué es lo que ellos han hecho por Capulhuac? Si en algún momento de la historia esta población fue conocida, fue gracias a Josué.
Pero ¿quién es en realidad este hombre incomprendido, al que algunos llaman el poeta campesino y otros, príncipe de la metáfora? Para saberlo tendremos que remitirnos al génesis de su vida.
IV
Arnulfo Lorenzo Genaro Robles Barrera, Josué Mirlo, el poeta que tan magistralmente jugara con las metáforas como si lo hiciera con las estrellas, nació con el siglo, el miércoles 10 de julio de 1901; en Capulhuac Villa de Mirafuentes, estado de México. El menor de quince hermanos, de los cuales solamente sobrevivieron tres; Paula, Herlinda y él. Fueron sus padres Feliciano Robles y María de Jesús Barrera, de extracción campesina.
Huérfano desde temprana edad, su primera instrucción la cursó en la escuela “Miguel Hidalgo y Costilla” de su pueblo natal, para continuar, con apoyo de su hermana Herlinda la educación elemental en la ciudad de Toluca, en la Escuela Primaria “Sor Juana Inés de la Cruz” Anexa a la Normal de Señoritas.
Su estancia en esta ciudad permitió que se interesara en la poesía. 1919 vio nacer de la pluma de Genaro su primer poema, mismo que nació bajo el cobijo de la Alameda de la ciudad, inspirado en la muerte del bardo modernista Amado Nervo.
En 1920 se trasladó a la capital de la República Mexicana, para proseguir sus estudios. Ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria. Por esta época comenzó a involucrase con poetas en ciernes, su incipiente obra literaria empezó a tomar forma.
En los últimos días de 1922 el Consejo Cultural de la Ciudad de México, convocó a los poetas de la urbe a participar en los Juegos Florales con motivo de la cercana primavera. En esta época, Robles Barrera estudiaba literatura con Erasmo Castellanos Quinto, quien lo conminó a participar en dicho certamen.
A petición de la novia que por ese entonces tenía, se inscribió cobijado bajo el seudónimo de Josué Mirlo, nombre literario con el que a partir de entonces se le identificaría. En la primavera de 1923, a la edad de 22 años triunfó en los juegos florales, ganando para sí la Flor natural y 500 pesos de aquella época. Situación que no agrado a muchos de los poetas de la ciudad y trataron de impugnar su triunfo.
A mis praderas límpidas cuando en las noches claras
se oye el balar de plata de los blancos luceros,
llega una virgen loca; en sus pupilas raras,
se hace largo el bostezo lila de los senderos…
Meses después, participó en los Juegos Florales de Zacatecas, donde obtuvo el segundo lugar. Entonces se apasionó por los concursos literarios, sin embargo, cuentan sus biógrafos, el consejo del Rafael López lo sacó de su error, haciéndole notar que este tipo de eventos no hacen mejor al poeta, que es mejor escribir por placer y no por compromiso.
Con el paso de los años el quehacer literario de Mirlo se hizo más intenso, por ello fundó el Ateneo José Enrique Rodó, en honor del poeta uruguayo, quien con su mensaje Ariel, impactó en la juventud latinoamericana al exhortarle a romper los moldes que la sociedad de ese entonces imponía.
Combinó la actividad literaria con el estudio, en 1925 se graduó como bachiller en Ciencias Biológicas. Para después matricularse en la Escuela Nacional de Medicina. En ese momento pasó a prestar sus servicios en el Hospital Morelos. Donde trabó amistad con el doctor Alfonso Ortiz Tirado, laboraron juntos en el Pabellón Ortopédico No. 6, a menudo, ambos asistían a veladas literario –musicales, en las cuales Josué declamaba los poemas que con antelación había escrito, mientras que Ortiz Tirado dejaba oír su educada voz entonando algunas áreas de ópera y zarzuela.
Su espíritu bohemio lo llevó a entablar amistad con los poetas Martín Paz, Emilio Cisneros, Arturo Cepeda y Lamberto Alarcón, así como con los estridentistas Manuel Maples Arce, Germán Liz Arzubide y Arquéeles Vela.
Se volvió asiduo asistente a las sesiones literarias del Café de nadie y, entabló vínculos con grupos literarios que luchaban por un cambio en el status quo imperante en la sociedad mexicana, tales como Vórtice; donde conoció a Carmen de la Fuente, El Pentágono y la Liga de Escritores Revolucionarios cuyos representantes eran Solón de Mel y Hernán Laborde; situación que le sirvió para asistir como delegado al Congreso Latinoamericano de Estudiantes, que se celebró en Guatemala, evento al que asistió también Adolfo López Mateos.
Casi para concluir el tercer año de la carrera de medicina, el 7 de diciembre de 1927, su madre enfermó de gravedad y murió, situación que lo obligó a trasladarse a su pueblo marrullero, teniendo que truncar sus estudios. Al respecto diría:
…¡Cuán triste es no ser acariciado a todo momento por las manos escuálidas de una dulce madre, y también el no depositar en su frente surcada por arrugas un beso!… (Mirlo. 1927)
Para 1929 el licenciado Eduardo Vasconcelos, director del Instituto Científico y Literario del Estado de México, lo nombró profesor de matemáticas; cátedra que impartió hasta 1933. En ese mismo año ocupó el cargo de conferencista del Departamento Cultural de Policía.
Así mismo comenzó a colaborar en la edición de la revista Génesis, órgano de expresión de los alumnos del Instituto, por lo que se involucró en actividades estudiantiles, lo que provocó un conflicto entre el poeta y Antonio Berumen Sein, director del instituto en 1933, quien vio en Josué el motor que excitaba a los estudiantes en contra de su autoridad. En el conflicto también participaron Ladislao S. Badillo y el poeta Horacio Zúñiga, quienes no aprobaban las acciones autoritarias de Berumen.
Tanto Mirlo como Zúñiga tuvieron que abandonar sus cátedras, lo que despertó la ira estudiantil que, comandada por Badillo se declaró la huelga hasta que el director fue destituido.
Desde ese momento, Josué se entregó por completo al quehacer literario y, a partir del 1° de febrero de 1934 a la labor docente. Su comportamiento en el aula fue sencillo y austero. Se desempeñó como maestro de primaria en las rancherías de San Bartolo del Progreso, El Mirasol y Coamilpa de Juárez “El Colero”. Con respecto a este último lugar el poeta contaba a sus amigos:
…Me rio por una broma que les jugué a unos escritores argentinos que publicaron una antología poética en la que me incluyen. Me mandaron pedir algunos poemas y mi… ¿cómo se dice? Curri… […] suena muy feo y prefiero decir: mis antecedentes. Bien me rogaban los señores editores que agregara algún doctorado, título, alto cargo, etcétera que ostentara. Y como no tengo ninguno, les escribí diciendo que soy el Rector de la Universidad de El Colero[…] Y reía Josué con grandes carcajadas de su inocente broma, dejando traslucir su espíritu de niño, lleno siempre de bondad, de bonhomía y calidad humana. (Ocádiz. 1982)
En 1934 contrajo matrimonio con Macrina Moreno, quien pronto le dejó solo, ya que la pálida enlutada se hizo presente una vez más, causándole al poeta un nuevo dolor. Macrina murió, trayendo una terrible pesadumbre en su alma.
Queriendo olvidar los sinsabores que le da la vida, para 1946 encontramos a Mirlo desempeñando las cátedras de Español y Literatura en diferentes escuelas secundarias de la capital mexicana, después volvería a su pueblo para incorporarse a la planta de maestros de la escuela secundaria por cooperación Prof. José Solano.
En 1953 unió su vida a la de Carmen Mejía, con quien contrajo matrimonio, con ella procreó a su primer hijo que murió al nacer. Tiempo después nació su segunda hija: María Salomé de Jesús Robles Mejía. Sin embargo al poco tiempo su esposa falleció. Tal parece que la Parca se empeñaba en dejarlo solo.
A partir de este momento su hermana Herlinda se hizo cargo de él. Quién más que la hermana que de niño le apoyo para que continuara con sus estudios en la ciudad de Toluca, puesto que el padre, Don Feliciano, había muerto cuando Genaro era muy pequeño. Esa hermana que en épocas funestas prestaría su regazo para que Josué pudiese apoyar su cabeza.
…su hermana, el único amor, el único sostén que Josué no había de perder nunca[…] en todas esas enormes lagunas de soledad de Josué, Herlindita fue la que acudió al reclamo y se sacrificó íntegramente a la vida y obra del hermano[…] ella lo amó a él, desde pronto, desde que al nacer supo que era Genarito, su hermano menor. Luego fue la dedicación eterna y siempre vigilante… (Sánchez García. 2001)
Aunque gran parte de su vida Josué padeció sordera, sus problemas se agudizaron, en 1961 quedó ciego, por lo que el gobierno federal lo jubiló. Meses después, el gobierno del estado de México le otorgó una pensión.
Alejado de toda actividad, siguió departiendo con sus amigos, gustaba asistir con el poeta Rodolfo García Gutiérrez a Las Manzanitas o al Huerto de Don Rogelio, allá por el rumbo de Santa María Coaxusco, así como al tinacal de D. Juan Navidad, lugares en los que cataban ricos pulques curados.
Así mismo le agradaba ejercitarse, por lo que realizaba largas caminatas por el rumbo del rancho Chimaliapan, a las afueras de Capulhuac. Sus conocidos le frecuentaban en el hogar: Rodolfo García Gutiérrez, Alfonso Sánchez García, Moisés Ocádiz, entre otros. A la sombra del nogal que tenía en el patio comentaban sus últimos versos, lo mismo hacían cerca del pozo del mismo patio.
El nogal,
mocetón veinteañero
locuaz y chiflado,
vive alegre y en paz
con el patio,
su amigote haragán
que se deja,
cuando hay sol,
que su sombra aturdida
le rasque la panza….
Epílogo
El viernes 27 de diciembre de 1968, a las cinco y cuarto de la tarde a Josué Mirlo, lo visitó Mixquiztli “la pálida enlutada”. Víctima de neumonía y uremia falleció en la Unidad 20 de noviembre del ISSSTE de la capital de la República Mexicana. Su cadáver fue trasladado a su pueblo triste y huraño, en donde fue velado. Se sepultó el domingo 29 del mismo mes en el panteón municipal de Capulhuac y no en el de Santa María Coaxusco, como se afirma.
Años después, sus restos se trasladaron a la Rotonda de los Hombres Ilustres del panteón municipal de la ciudad de Toluca, pasando por alto su última voluntad: descansar por siempre al lado de sus padres debajo del fresno del panteón de su pueblo natal.
Capulhuac
Me voy de aquí, sonoro de paisajes
y pinto de luceros, Capulhuac;
¡cuántos suspiros los que van de viaje
como góndolas blancas sobre el mar!
Maduro el corazón, como durazno;
llena la vida, como fuente azul…
¡cuántas cosas cantadas, cuántas dichas
en rumor de camino que eres tú!…
Es el silencio de la despedida:
lágrimas de luceros en el mar…
¡como temblaron las arenas vivas
con la pisada azul de este soñar!
camino al caminar no caminado
clavé mi zarpa de oro, en caracol,
sobre aquel corazón iluminado…
¡ilusión, ilusión, blonda ilusión!
He de decir de ti, nacer de auroras
sonámbulas de noches en tropel,
que eres lluvia en sazón de mariposas
abierta en cabellera de mujer…
Y por eso al jugar a la rayuela
con mi lucero azul. ¡Oh Capulhuac!,
eres un despertar al pie del alba
tornasolada y leal!…
Estado del Arte
ARAUJO Mondragón, Benjamín. “Josué Mirlo: 1901-2001”. En Castálida. Nueva Época, Año 6, No. 17. Toluca, México otoño 2001.
ARICEAGA, Javier. Crepúsculos del Señor Dormido. GEM.
DÍAZ de la Vega, Clemente. Josué Mirlo, el poeta campesino. Edición Facsimilar. Partido Revolucionario Institucional.
GUADARRAMA Rivera, Yabel René. Josué Mirlo. Educ/Arte. Toluca, México.
JOSUÉ Mirlo. Obras en prosa. IMC.
JOSUÉ Mirlo. Obras completas.
OCÁDIZ, Moisés. “Josué Mirlo”. En Rumbo. Toluca, México 26 de diciembre de 1982. Pp. 10.
SÁNCHEZ Arteche, Alfonso. “Mirlo, poeta del estado de México”. En Era un pájaro orfebre. IMC. Toluca, México 1988.
SÁNCHEZ García, Alfonso. “El poeta y una mujer en su vida, su hermana Herlinda”. En Castálida. Nueva Época, Año 6, No. 17. Toluca, México otoño 2001.
VALERO Becerra, Francisco. Capulhuac rincón de la palabra. IMC. Toluca, México 2001.
Villareal, Evangelina. “María del Mar y el movimiento Agorista”. En La Jornada Semanal. México, domingo 21 de julio de 2013 N° 959.