El escritor latinoamericano Carlos Fuentes nos ha ofrecido un retrato a lápiz de la forma en que aborda su trabajo de escritura:
Soy un escritor de la mañana; comienzo escribir a mano a las ocho y media y continúo hasta las doce y media, cuando voy a nadar. Luego regreso, almuerzo y leo por la tarde hasta que salgo a caminar para el siguiente día de escritura. Debo escribir el libro en mi cabeza ahora, antes de sentarme. Siempre sigo un patrón triangular en mis paseos aquí en Princeton: voy a la casa de Einstein en Mercer Street, luego a la casa de Thomas Mann en Stockton Street, y finalmente me dirijo a la casa de Hermann Broch en Evelyn Place. Después de visitar esos tres lugares, regreso a casa, y para ese momento ya he escrito mentalmente las seis o siete páginas de mañana. (http://www.theparisreview.org/interviews/3195/the-art-of-fiction-no-68-carlos-fuentes)
Este paseo triangular a 90 grados lo lleva a Chacmool de los Aztecas, una forma de escultura mesoamericana precolombina que representa una figura reclinada con su cabeza mirando a 90 grados desde el frente, apoyándose sobre sus codos y posando un cuenco o un disco sobre su estómago. El Chacmool está asociado con Tlaloc, el dios de la lluvia de los aztecas.
A través de los portales de esta mitología, la narrativa de Carlos Fuentes fluye, brillando con una mezcla mágica de mitología y modernismo (http://web.mit.edu/jikatz/www/ChacMool.pdf)
Respondiendo a una crítica general acerca de sus personajes femeninos, dice:
Me han atacado por representar a mujeres muy impuras, pero esto se debe a la visión negativa que mi cultura ha tenido de las mujeres. Una cultura que mezcla árabes, hispanos y aztecas no es muy saludable para el feminismo. Entre los aztecas, por ejemplo, todos los dioses masculinos representan una sola cosa: el viento, el agua, la guerra, mientras que las diosas son ambivalentes, representan la pureza y la inmundicia, día y noche, amor y odio. Se mueven constantemente de un extremo a otro, de una pasión a otra, y este es su pecado en el mundo azteca. Hay un patrón de ambigüedad femenina en mis novelas.
Sus textos se construyen dentro de una narrativa que oscila en las venas de la maldición del pecado y en la bendición del pecado.
Mi estilo de escritura ha estado bordeando un territorio extraño. En ella se puede descubrir la metáfora en el laberinto, un mágico engranaje.
Desde mi infancia, los rompecabezas me han fascinado.
Mi padre solía regalarme rompecabezas. Son ellos los que aún siguen circulando en la corriente de mi sangre, emergiendo y dando vueltas. He estado jugando con rompecabezas no sólo en mis escritos, sino también en mi vida. Así que no es de extrañar, no es un accidente, o mero producto del azar el hecho que Jorge Luis Borges sea mi escritor predilecto desde hace mucho tiempo.
En aquellos días, solía levantarme al amanecer, limpiar el establo, tomar la sopa raghi que me ofrecía mi esposa y comenzar mi viaje diurno a pie hacia nuestros campos de arroz.
Mientras caminaba, las palabras saltaban, danzaban y se arremolinaban frente a mí. Llegaba a los campos cruzados por fardos. Los promontorios o crestas de los campos evocaban una imagen del cuento de Borges, «El jardín de los senderos que se bifurcan», reverberando con mis pasos.
El campo se convirtió en una especie de lugar de batalla de rompecabezas, mientras lo transitaba, el camino zigzagueaba y bifurcaba la tierra. Las palabras para mis futuras historias siguieron circulando a lo largo de las trazas de la esfinge. El tiempo y yo corríamos sin cesar, hasta la extenuación. Luego me apoderé de esas palabras en el espacio intemporal. Mis piernas comenzaron su viaje de regreso a casa.
De vuelta a casa, barajaba y reorganizaba las palabras que había capturado y luego las agrupaba en blancos papeles con notas armoniosas. Después del largo juego de barajar y reorganizar, terminaba con sólo una página o una página y media de palabras.
En esas horas, me encontraba atrapado en el vórtice del rompecabezas. Moviéndome de aquí para allá, no podía zafarme de los sofocantes nudos. Estaba perdiendo mi sagacidad, tratando obsesivamente de encontrar una salida.
El Ramayana, obra mitológica y orgullo cultural de la India ha permanecido vivo bajo innumerables formas dentro de cuentos populares en varios idiomas. La mayoría de las versiones del folklore se han mantenido vivas gracias a la transmisión oral, casi sin figurar en las ediciones clásicas de la epopeya divina.
Entre dichos cuentos populares, uno de los más destacados es el cuento Mayil Ravana.
Según el Ramayana clásico, Dasharatha, rey de Ayodhya, tuvo cuatro hijos, el mayor de los cuales fue Rama, que fue enviado al bosque siguiendo a los guiles de su madrastra Kaikeyi. Mientras Rama, su esposa Sita y su hermano Lakshman vivían en el bosque, Ravana, el rey de Sri Lanka, secuestró a Sita para vengarse por el insulto causado a su hermana por Lakshman. En una larga serie de consecuencias relativas al episodio del secuestro, Rama en medio de una guerra aniquiló a Ravana y trajo de vuelta a su esposa.
Ésta es la historia en pocas palabras del Ramayana clásico.
Antes de entrar en la historia del fuerte Mayil Ravana, un cuento popular que forma parte de la historia principal, demos un vistazo a sus antecedentes en detalle.
El rey de Sri Lanka, Visravasu, tenía dos esposas, por medio de las cuales nacieron dos hijos, el mayor Ravana y el joven Ravana. Los dos príncipes se entrenaron bien en artes marciales. El joven Ravana también aprendió el arte de los encantamientos, la magia y la hechicería.
Cuando llegó el momento de elegir al heredero del trono, los dos compitieron entre sí para ataviarse con las vestiduras del jefe real. Cuando los ministros insistieron en la antigua tradición de la monarquía que concedería el estatus de rey únicamente al hijo mayor, el Ravana más joven afirmó que él era el hijo mayor de su madre, aunque ella era la segunda esposa del rey. Entonces el sumo sacerdote invocó la teoría del «Derecho de clan del pavo real» y la explicó.
El «Sistema del pavo real» era parte del derecho real del clan del Sol. Un pavo real pondría tantos huevos como sea posible. Entre varios polluelos, sólo el mayor desplegaría sus plumas. Entonces las otras crías seguirían su ejemplo.
Este pensamiento metafórico fue manifestado en los versos de Kaikeyi, escritos por Kamban el más grande poeta Tamil clásico del siglo XII.
Oh crueldad, personas grandiosas, como el gran sol resplandeciente,
No se desviarán del camino de la verdad, incluso si pierden cosas como su alma;
Estos reyes que pertenecen al clan manu siguen al clan;
Reglas descendientes como el pavo real. ¿Por qué hablas mal de ellos motivado por viles intenciones?
El hecho de que la «Scientific American Journal» en el siglo XX mencionara en un artículo el suceso de que el pavo real más viejo despliega sus plumas, se registró por primera vez en el siglo XII. La poesía tamil habla por sí misma del genio de Kamban, el Gran Poeta.
Al enterarse de esta teoría del pavo real, el joven Ravana desafió a la corte y dijo que demostraría el estatus de hijo mayor y luego reclamaría el trono y el cetro. Como un rayo salido de la nada, con su poder mágico se transformó en un pavo real y comenzó a desplegar sus plumas. Fue este episodio el que adicionó el epíteto de «Mayil» (pavo real) a su nombre y desde entonces se le llamó «Mayil Ravana» (pavo real Ravana).
Pero los cortesanos, aunque asombrados y conmocionados, se negaron a aceptar su acción y sus palabras y finalmente coronaron al mayor Ravana. El joven Ravana, abandonó la corte y el país sumido en la ira. Se estableció en otra región y la convirtió en su propio reino.
Cuando el Ravana mayor construyó un palacio grande e imponente, Mayil Ravana quiso mofarse de su hermanastro y construyó un fuerte lleno de laberintos alucinantes, que parecía ser una mezcla de lo mejor de la arquitectura e inimaginable en su magnificencia y suntuosidad. Los muros de piedra del fuerte, los corredores laterales, las zonas de seguridad y las puertas estaban más allá del entendimiento humano. Una vez que estás dentro, no puedes salir. Las perlas deslumbrantes y esplendentes y los nueve tipos de piedras preciosas, incrustadas en las paredes que refulgen como relámpagos, perforarían tus ojos como cuchillos. Cualquiera sea la forma en que decidas caminar, en cualquier piso que intentes excavar, el suelo se deslizará bajo tus pies y te arrastrará. Mientras caminas, el corredor también parece ir caminando junto a ti y un vino embriagador sube a tu cabeza y te hace enloquecer. Atrapados en el vórtice de un gran rompecabezas, tu mente y tu cuerpo se hacen pedazos, y llega la muerte para asediarte. Allí, se inhala el olor a saliva que brota de los colmillos de los cocodrilos que se agrupan en el foso. Mira cómo la saliva rezuma en los fuertes que suben y asaltan el cielo.
La cumbre de este desconcertante estado, es que no es un hombre el que destrozó el fuerte fantástico y fabuloso como un acertijo de remolinos, sino un mono llamado Hanuman.
Rama, que estaba pensando en las formas y medios para rescatar a su esposa de las garras de Ravana, solicitó la ayuda de Hanuman, una criatura considerada por encima del estado bestial y por encima del estado humano, que asumió las proporciones de un ser súper-humano.
Rama diezmó a las fuerzas de Sri Lanka en la guerra con Ravana, gracias a la ayuda de Hanuman.
En la etapa final de la guerra, los hermanos de Ravana, los tenientes, los capitanes, los soldados, los guerreros de carros, los caballos y los elefantes fueron totalmente apaleados y mordieron el polvo. Ahora Ravana estaba solo, sin ningún tipo de apoyo.
Fue entonces cuando Ravana pensó en su hermano menor Mayil Ravana y se aproximó a él, en busca de su ayuda. Este último, en un ataque de ira, juró sacrificar tanto a Rama como a Lakshman en el pedestal de «Kali», una deidad de ira ilimitada. Dijo que, si fallaba en su misión, terminaría con su propia vida.
Los consultores de Rama, que habían oído hablar de los poderes mágicos de Mayil Ravana, sugirieron que, en ese día crucial, todos debían evadir el encuentro con él y así podrían sobrevivir a sus ataques. Según su plan, Hanuman rodeó a los hermanos con su larga e interminable cola y construyó un gran fuerte a su alrededor. La entrada al fuerte era la gran boca de Hanuman, nadie osaría a entrar en el «fuerte hecho de cola».
Habiendo detectado esta argucia, Mayil Ravana se disfrazó de Vibhishana, el nuevo consultor de Rama y logró entrar en el fuerte, hablando con Hanuman en una lengua elocuente. Una vez dentro, transformó a Rama y Lakshman en pequeñas piedras y, habiéndolas ocultado dentro de su ropa, salió del fuerte con éxito.
Mayil Ravana, con el disfraz de Vibhishana, le dio unas palmaditas en la espalda a Hanuman, quien lo detuvo para indagar y dijo: «Encontré estas piedras cerca de Rama y Lakshman y como vi que las piedras les molestaban, las saqué».
Hanuman, aplacado con la engañosa respuesta de Mayil Ravana, lo dejó marchar.
Entonces Mayil Ravana encarceló a Rama y Lakshman en su propio fuerte.
Hanuman, quien se sintió engañado, se dirigió hasta el extraordinario fuerte. Pero una vez dentro, no pudo comprender la «topografía» del mismo, siguió buscando y buscando a los hermanos, zigzagueando a lo largo de los corredores, serpenteando en el laberinto, y chocando contra los muros fortificados, hasta que finalmente colapsó, petrificado y aturdido. Con lenguas torturadoras triturando su cráneo, saltó de punta a punta sobre los pétalos de un loto misterioso que poseía múltiples capas. Una pequeña tensión musical seguía vibrando en los nervios de sus talones. Un destello de un rayo le atravesó la cara, como un cuchillo. Con la ayuda de la nota musical, Hanuman se transformó en un escarabajo y asaltó el tallo del loto.
El escarabajo, volaba y cantaba de forma peculiar sobre los poros de los juncos, luego se mezcló con los pétalos del loto y entró por sus bordes. Entonces surgió un haz de rayos en movimiento. Al alcanzarlo, Hanuman, ahora un escarabajo, voló a través de él, como a través de una escala de luz.
El día estaba finalizando. Preparándose para la ceremonia del «kali», Mayil Ravana había salido a bañarse.
Con la ansiedad tatuada en el rostro, Hanuman buscaba a los hermanos sin cesar, y sólo lograba sentirse extenuado tras la infructuosa búsqueda. Entonces, de repente, recordó lo que Mayil Ravana, disfrazado de Vibhishana, le había contado acerca de las dos piedras. Y revisó el lugar en busca de las piedras.
Pasó sobre una pila de piedras y se quedó inmovilizado ante ella, sin saber cómo descubrir las dos piedras en particular.
Mientras el cielo ardía con los relucientes destellos del amanecer, Hanuman sintió que ardía por dentro, desde lo más profundo de su corazón, un petrificado imaginario plagado de enigmas contrastantes emergía y se desplegaba ante su mente.
Mientras se construía un puente a Sri Lanka, un batallón de monos apilaba grandes piedras en el mar y formaban una base sólida. Durante este espectáculo, Hanuman se encontraba apartado, y se sentía deprimido y desolado.
Rama, que se le acercó, le preguntó qué le pasaba. El último dijo: «Tengo el presentimiento de que este puente será el centro de la discordia durante siglos».
Hanuman agregó: «Mi madre me ha criado, inculcándome un sentido moral de lo que es correcto e incorrecto. Ella siempre me pidió que defendiera el bien y luchara contra el mal. Ahora estoy perplejo ante la situación actual, sin saber exactamente si está bien o mal”. Miró fijamente las olas con desaliento.
Luego, una piedra se quebró y voló, posándose en las manos de Rama. Su dedo índice fue herido y la sangre brotó de él. De repente, Hanuman agarró el dedo, se lo puso en la boca y lo chupó. Hanuman probó el sabor de Rama y su color negruzco se transformó en dorado.
Las olas rugieron y bramaron con un sonido ensordecedor. ¿La victoria es de Rama o de Hanuman? Este último no pudo descifrarlo. Era un rompecabezas que desafiaba la razón y Hanuman comenzó a ocultarlo en su interminable cola que, como resultado, se convirtió en un extenso enigma. Esto podría percibirse a partir de una lectura profunda e intensiva del Ramayana. Es importante acotar aquí, que la cola de Hanuman siempre se asemeja a la forma de un signo de interrogación, esto se puede observar en todas las representaciones famosas que muestran el encuentro entre Rama, Lakshman, Sita y Hanuman.
Así como el fuerte de Mayil Ravana está lleno de rompecabezas, también lo está la cola de Hanuman, que es símbolo de un misterioso laberinto plagado de innumerables caminos intrincados.
Ahora, esa imagen del pasado, donde chupaba el dedo de Rama regresó a la mente de Hanuman, agitando las múltiples capas de su memoria.
Ahora, impulsado por una racha inspiradora, Hanuman comenzó a probar cada piedra. Con un bocado de piedras, él permanecía concentrado tratando de descubrir el «sabor» con el que estaba familiarizado. El sabor de las piedras impregnaba su cuerpo y su búsqueda de ese «gusto» en particular continuó.
Después de tomar un baño por la mañana, Mayil Ravana regresaba.
El instante ardió con el chasquido de un dedo y la lengua de Hanuman captó ese «sabor interminable». Justo cuando la saliva de Hanuman humedeció dos piedras, estas se transformaron en formas humanas, es decir, Rama y Lakshman.
Al ver este fenómeno que desafía a la razón, Mayil Ravana se quedó atónito. Aprovechando la ocasión, Hanuman entró en acción para capturarlo en su momento más débil y apresó a Mayil Ravana en su cola enroscada y golpeó el órgano de su vida con su puño. Este golpe resultó fatal para Mayil Ravana.
Todas estas imágenes mitológicas y folclóricas se mantuvieron danzando y zigzagueando en un momento relámpago, en el que me encontré preso en el vórtice del rompecabezas avivado por mis palabras.
Mientras Keats se preguntaba en uno de sus poemas si estaba vivo o muerto, me quedé perplejo: ¿Qué se está revelando ante mis ojos? Ya sea el fuerte de Mayil Ravana que giraba con engranajes sobre ruedas o la cola de Hanuman que contenía algunos misteriosos rompecabezas de la vida o era un territorio inexplorado e interminable y al mismo tiempo desconcertante que avanza hacia el plano literario inglés, con mis palabras nativas cambiando de color y lanzándome un hechizo.
Cuando estoy bajo los tentáculos de la duda, desde algún lugar misterioso y mesmérico, el zumbido de un escarabajo entrando en las cañas y mezclándose en un espacio armónico y sin palabras flota en el aire y alcanza mi oído.