Sapho (traduction nouvelle avec le texte en grec)
Safo de Mitilene y Renée Vivien
Traducción Renée Vivien
Alphonse Lemerre Editeurs
París 1903
146 p.p.
Elle repose maintenant
Entre les jambes de sa lyre.
Jean Cocteau
Hay textos que necesitan ser rescatados, están inmersos en el riesgo, textos en los que va la vida y la muerte, en sentido de la pièce de chair, no en el sentido literario; leerlos implica salvarlos y a la vez salvarse a una misma. ¿Salvarse de qué? Todos lo sienten pero es impronunciable como la explicación de un paisaje a un ciego leproso. Es de conocimiento general que la base del lirismo poético tal y como los conocemos tiene su origen en los cantos de Safo de Mitilene, es ella quien abre al poeta el poema, al poema la voz, a la voz el corazón y al corazón la sangre y la carne; todo aquel que se considere digno de hablar en nombre de su yo le debe algo a Safo, es obligatoria su lectura antes de querer siquiera agarrar la tinta con alguna intención estética. De Safo sólo nos llegan algunos fragmentos y un poema entero (sin contar para efectos de esta reseña los descubrimientos recientes de otros fragmentos de su poesía), su naturaleza fragmentaria es una advertencia sobre la intimidad que se requiere para traducir el texto; evidentemente se ha perdido la posibilidad de una cercanía cronológica, queda solamente la vía de la sensualidad; su escritura abunda en elementos metafóricos y rítmicos nunca antes vistos para su época, estos elementos han sufrido intentos de disección en los que la academia hace uso de todo su arsenal, intentos que han dado y siguen dando productos que pretenden ofrecer una experiencia cercana al desciframiento de la esencia de su significado último, productos que pretenden estar vivos resultan estarlo sólo en la medida en la que vive la rana de laboratorio cautiva en formol.
Reneé Vivien en 1903 hace no sólo una traducción sino un rescate de la poesía de Safo; logra un libro de una hermosura mística, en él se presentan los poemas y epitalamios en griego antiguo, su traducción al francés, algunos versos propios y una selección de fragmentos de Catulo y Swinburne. El libro empieza con un prefacio escrito que se puede dividir en dos partes; la primera parte introduce a la lectura de la poesía de Safo, empieza con una simple pero precisa frase: «L’ouvre du divine poète fait songer à la Víctoir de Samotrhace, ouvrant dans l’infini ses ailes mutilées. Comme elles s’allient profondement avec l’ombre et le silence”, invitación al ahondamiento en la negatividad de lo femenino mediada por la negatividad; en sus poemas yacen heridas que todos compartimos, de esas heridas las palabras se derraman «comme de brûlantes gouttes de sang», Safo habla de un vuelo sin cabeza, sin manos, sin hacer; de besos y caricias que quiebran como un himen la conciencia narrativa. En la segunda parte presenta una biografía de Safo en la cual hace una revisión de su vida y de su figura, toma a la persona de carne y a la leyenda, la que amó y la que aman, se detiene especialmente a discutir la conversión de Safo a la pureza del ídolo de yeso húmedo amante de Faón que Ovidio y los latinos nos han hecho adorar, Renée Vivien no destruye el mito de Safo heterosexual, quita los velos ilusorios que rodean esta figura para dejar aquellos que le pertenecen en realidad, la noche, el deseo y la poesía.
Comienza con Ode à la Aprhodita , el único poema entero que sobrevive de Safo. Se escucha la llamada del deseo que comprende la trasgresión del emerger de las margaritas en primavera, primera llamada de la voz, de esa voz que nos llama a la trascendencia no cristiana del alma, rostro con la fatalidad de la imaginación del sentir con el latido, rostro patético universal, voz que nada puede, no puede conseguir que la amen, no consigue castigar a quien no la ama, actuar sobre el mundo para esa voz parece una hazaña divina, así como en La Odisea la paz es imposible sin ayuda de la intervención de Atenea, en este canto el deseo no es posible sin que habite el cielo la diosa Afrodita para cobrar la justicia que la mano de la voz no puede demandar por la distancia que agranda el canto, entre más se canta en nombre de la sombra de los desdenes de la amada más desconocida se vuelve; nada se nos dice de ella, sólo que habita un limbo entre la divinidad y lo humano, el limbo de la esperanza. Sus versos evocan la invocación, recuerda el canto que enlaza al humano con el poder divino y con el deseo, cantan por cantar: «Couronne les chants». Cantan el deseo del canto:
«Dechaînant les pleurs et l’angoisse des rires,
Tu quittas l’aurore immuable des cieux.
Là-bas surgissait la tempête des lyres
Aux sanglot joyeux».
(Renée Vivien)
La voz supera los límites de la naturaleza a través de este hermoso acto, consigue la respuesta divina, aleja a la amada de la distancia y hace a la amante la imagen de la noche que abre ardiente la sombra de sus brazos. Swinburne despide el poema regalándonos una vista discreta de la actitud contemplativa de Afrodita abandonando Lesbos en su carruaje conducido por palomas blancas: «Looking always, looking with necks reverted».
No todo es avidez, Safo revela el amor como un éxtasis divino que parte de la finitud humana: «Tu m’oublies… /… A moins que tu n’aimes un autre mortel plus que moi» Común error es pensar que desear es algo que todos pueden hacer, desear requiere fuerza, el deseo no mata presas fáciles :
Tu n’as point connu la stupeur de l’amour,
L’effroi du baisser et l’orgueil de la haine;
Tu n’as désiré que les roses d’un jour,
Amante incertaine.
(Reneé Viviene)
Why wilt thou follow lesser lovers? are thine
Too weak to bear these hands and lips of mine?
(Swinburne)
La que desea, en el fondo, muy en el fondo, no sólo desea amadas, no solo desea desear, desea a la vida misma que fundamenta su existir para el deseo, Safo rebosa de cantos a la tierra, a la vegetación, a los astros:
J’aime la delicatesse, et por moi l’éclat et la beauté du soleil, c’est l’amour
(…)
Les étoiles autour de la belle lune voilent aussitôt leur clair visage lorsque, dans son plein, elle illumine la terre de lueurs d’argentine.
(…)
Telle une douce pomme rougit à l’extrémité du branche, à l’extrémité lointaine: le cueilleurs de fruits l’ont oubliée ou, plutôt, ils en l’ont pas oubliée, mais ils n’ont pu l’atteindre.
Reneé Vivien expresa esta misma emoción en la forma de un collage de fuegos, como si la humana que desea fuera llamas negras consumiéndose sobre una naturaleza de obsidiana alumbradas por un ojo ciego:
Le rossignol râle et frémit par saccades,
Et l’ombre englouti la lune et les Pléiades:
L’heure sans espoir et sans extase fuit
Au sein de la nuit.
Si la traducción de los poemas exalta experiencias sublimes en el lector no es sólo por el contenido, hay que dedicarle atención a la forma, llama la atención desde el primer instante (sobre todo a los lectores de habla hispana) la presentación que da Renée Vivien a los versos de Safo y a los de su autoría; en primera instancia está el texto en griego versificado, dispuesto de esta manera para apreciar la musicalidad original del verso alejandrino, después está la traducción al francés la cual se presenta en prosa, una interesante y arriesgada aunque no original elección; en el pasado ya había sido utilizada esta forma, caso casi coetáneo es la traducción que hace Ernest Falconnet; no obstante no podemos adjudicar esta inclinación por la prosa al puro automatismo; hay que recordar que en la tradición francesa del siglo diecinueve hubo una recuperación de la prosa cuyo origen puede ser rastreado hasta la poesía de Aloysius Bertand quien hizo de la prosa un lenguaje de memoria, fantasía y fascinación. El metro que aplica a sus versos logra imitar con extraordinaria precisión la musicalidad que guarda el alejandrino de la poesía clásica. Aunque parece legítimo hallar cierto parecido con la poética de Baudelaire, quizás habrá que identificar dicho parecido con una adhesión al movimiento Parnasiano; la inclusión de sus versos evade el yo en busca de un acercamiento a lo doloroso del deseo respecto a su presencia corporal, lo cual es opuesto a la poética maldita entregada a la búsqueda del deseo por su imposibilidad pétrea. La inclusión de Swinburne y Catulo abren un goce orgásmico a la lectura previniendo que el lector se vuelva anestésico frente a los arrebatos continuos del alma divinamente convulsiva, separan las diferentes temáticas y dotan de un equilibrio necesario para asimilar las múltiples dimensiones de voluptuosidad que este texto oculta.
Finaliza el texto con una sección dedicada a las menciones de Safo encontradas en diversos autores de la antigüedad, después de injertarnos en su carne nos devuelve la imagen que en general se conoce de ella, la desdibujada caricatura, la desaparecida tragada por el mar, la exiliada; no retorna al momento anterior a lectura del libro, algo insiste desde el vientre, el conocimiento de un secreto místico que sólo queda entre el lector, la voz y el viento. No es posible volver a hablar igual después de leerlo, no es posible decir que se siente en el corazón sin pensar que se ha mentido, mentimos, mentimos de manera vergonzosa; quizás la redención reside en mirar la luz, una forma muy precisa de la luz:
la lumière… qui ne détruit point la vue…
pareille à une fleur d’hyacinthe…
Attribue par Arístides à Psappha.
Semblanza:
Missi Alejandrina (Josué David García Castillo). Puebla, Puebla 1994. Poeta y pintor. Fue becario Interfaz Oaxaca 2016. Estudia la licenciatura en filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). En Agosto del 2015 salió a la venta su primer libro de poesía titulado La Extranjera con la ayuda de la editorial Acribus, ha publicado en revistas como Revarena, Bistro y Aeroletras.