El río de historia en el que hemos estado abismados no ha sido más que la desembocadura hacia una delta cargada de solipsismo. El helenocentrismo, padre de las filosofías políticas de antaño (y de la actualidad), no ha dejado más que una tradición eurocentrista de hijos regados cuyo fin es la permanencia de una colonización del pensamiento.
Es menester, exponer la historia mundial e incluso la propia filosofía, desde una perspectiva global, otorgándole un giro epistemológico y descolonizador, como lo ha remarcado ampliamente el pensador Enrique Dussel, en su “filosofía de la liberación”.
Este pensamiento dusseliano, supone el abandono de Europa como epicentro, deshaciéndose del enraizamiento que obstaculiza un verdadero debate y reconocimiento de las demás culturas, las originarias; así como, la trascendencia y relevancia de las antiguas. No podemos dejar a un lado la apertura al conocimiento de lo próximo; de las corrientes latinoamericanas, del Caribe, las raíces africanas…
Hay que ahondar en la diversidad que nos brinda el conocimiento de filosofías como: la filosofía náhuatl, y su concepción del mundo en cuadrantes; del concepto de “verdad” como cimiento, como lo fundado; de lo metafísico y de la dualidad representada por “Ometéotl”; de la huida de Quetzalcóatl o de los “Tlamatinime” (los que saben algo); del gran Nezahualcóyotl con su afirmación reiterada del cambio de tiempo, de lo efímero y del “yólotl” (corazón) que logró comprender.
De la filosofía maya, manifestada a través del “Popol-vuh” y el “Chilam Balam”; del origen del mundo, las genealogías y las memorias; del gran poder atribuido a las palabras; de su profunda relación con la naturaleza y también con el tiempo.
De la filosofía tojolabal, y su “nosotrificación” opuesta a esta época de individualidad; de la forma de inclusión presente en sus comunidades, con alcance hasta del cosmos.
De la filosofía quechua, de la cual resalta el término “pacha” con una polisemia heredera de una sabiduría inconmensurable.
De la filosofía mapuche, que resiste, se rebela y cuestiona la subordinación política y las visiones extranjeras del mundo (winka).
De todas y cada una de ellas, que a su manera de filosofar, esbozan un poco toda la vastedad heredada.
Dejemos de ceder a los efectos secundarios de una errada y masiva vislumbre de desorientación que han mermado la reconstrucción de todos los momentos históricos desde una postura: la de los oprimidos.
El foco de atención que se le ha atribuido a lo europeo y a lo occidental, no ha sido más que una desencadenada y voraz mentira impuesta como verdad para engrandecer y confundir la temporalidad y el espacio corrompido a través de una política colonialista que ha evolucionado en formas más brutales. No hay que dar continuidad a la negación y a la costumbre de tachar lo propio como inadecuado.
Propugnemos por un análisis exhaustivo social, histórico y económico para llevar a cabo una política apropiada y funcional.
Hace falta de manera urgente y radical dar cabida a una recreación de una universalidad basada en una dialéctica longeva que provea soluciones y que permee el pensamiento crítico, así como un enfrentamiento a la modernidad desde las armas de la redefinición que permita disminuir la incultura.