Foto: Iraís García
Pues no, no me interesa quién ganó la presidencia de aquel lado del río Bravo y tampoco me resulta atrayente el papelón que hicieron quienes dijeron saber de política exterior, estadística, medios de comunicación y demás, aquí y allá (lo cual incluye a los oportunistas que claman haberse casi convertido en videntes, pitonisos y rivales del mismísimo Nostradamus, aquí y allá). No me interesa a qué se va a dedicar el buen Barack Obama cuando se vaya de la Casa Blanca y tampoco me preocupa lo que vaya a suceder con los republicanos que públicamente despreciaron al tan “odiado” ganador de su partido y la contienda.
Los que saben dicen, señalan, hablan, sugieren, califican y evalúan, por eso son “voces autorizadas” en diferentes campos del quehacer cotidiano en esta nuestra noble tierra. Los otros, los pobrecitos mortales como usted y yo, debemos conformarnos con recibir ocasionalmente un poco de su sapiencia y su magnánima persona para poder contar con un elemento más que nos permita dar forma a nuestro ignorante criterio.
Mis inquietudes en torno a la elección norteamericana y su resultado son mucho más simples y no uso el adjetivo para minimizarlas, sino para resaltar las situaciones que en realidad deberían llamar nuestra atención como país.
Vayamos por partes.
El primer problema es el grado de dependencia que tenemos con los vecinos y la forma en que lo mostramos y confirmamos a la comunidad internacional, porque si algo es bien cierto es que la fortaleza del país, el poderío de nuestra moneda y las llevadas y traídas reformas estructurales que nuestros estetas de la administración pública federal han proclamado, presumido y vitoreado en cuanto foro extranjero se presentan, han resultado ser un débil espejismo en este intrincado infierno de la globalización en el que las palabras adquieren diferentes significados y significantes dependiendo de quién, cómo y dónde sean usadas, porque lo que acá nos quieren vender como una “sociedad entre amigos” en realidad se trata de subordinación; es decir, la cadena socio-vecino-amigo se ha transformado en algo así como sujeción-sometimiento-supeditación.
Es verdad. Nunca como ahora ha resultado tan verídico aquello de “los estornudos de allá son una pulmonía acá” y, aunque no somos el único país en tales condiciones con los norteamericanos, sí somos su única frontera hacia el sur, su tristemente célebre “patio de atrás”, el sitio donde dejas las baratijas y almacenas las cosas que ocupas ocasionalmente porque ocasionalmente resultan ser útiles.
Para seguir, la decisión del nuevo presidente para regresar a millones de indocumentados pareciera ser un mal chiste, porque repatriar a los compas supone un enorme problema: ¿cuánto dinero y recursos están dispuestos los gringos a destinar para buscar, encontrar, identificar y mover a los millones de connacionales que limpian sus jardines, lavan sus platos y construyen sus casas para finalmente poder expulsarlos de su territorio? No creo que vayan a ser dos pesos, precisamente.
Y acá en México, sin que se haya concretado tal pretensión, ¿los que dicen que conducen el país ya se habrán preguntado de dónde sacarán empleos, escuelas, servicios, vivienda y atención para esos millones si apenas pueden mal atender a los que ya estamos?, ¿recordarán que esos migrantes se fueron en busca de las oportunidades que aquí no encontraban?, y, por si fuera poco, ¿habrán caído en la cuenta de que tal regreso implicaría, si no el fin, sí la considerable disminución en el envío de remesas?
Y ya que se tocó el tema, ¿recordamos todos que un dólar equivale a 20 pesos?, ¿que pese a lo que digan los especialistas, nuestro golpeteado peso pareciera estar agonizando por tanto fregadazo recibido en los últimos lustros?, ¿que cada día estamos más endeudados y que el nopal terminó por pudrirse en las aguas fangosas de una laguna contaminada por la carne putrefacta de una serpiente herida y una águila que muere de hambre?
Así es mis muy estimados.
Como se habrá podido apreciar, el resultado electoral norteamericano sí es importante y trascendental para este México de gobernadores roedores, partidos políticos paradójicos y secretarios ansiosos de ser observados, aprobados y “palomeados” desde ya por la mano débil de un gobernante ridiculizado precisamente por quien ahora gobernará en aquellas latitudes.
Reitero: en lo particular no me interesa quién haya ganado allá, lo que realmente me preocupa es cómo carajos vamos a hacer aquí para atender los problemas que sus decisiones están generando aun cuando no hay hechos concretos que realmente impliquen una afectación directa a la cotidianeidad mexicana y cómo vamos a seguir soportando, aguantando y padeciendo aquí las absurdas decisiones y nefastos resultados de unos cuantos.
¿Cómo?