Las pasiones que Chan Wook Park aborda en sus películas suelen llevarse hasta sus límites. Sus historias son una especie de tragedias contemporáneas en el sentido clásico del término: un individuo que ofende a los dioses por una hibris y cuyo porvenir inevitable lo lleva a cavar su propia tumba. Hay una sensación de desborde, de estampida, sin que por ello se pierda el control. A diferencia de las películas de Gaspar Noe, en las que la misma sensación resulta en un caos armónico, el cine de Chan Wook Park se encauza hacia el cumplimiento de un sino tenebroso enmarcado en una fatalidad. Así, en su Trilogía de la venganza, en Stoker o en La doncella, las pasiones obedecen a una serie de actos que escalan hacia un punto en que no hay retorno y el protagonista queda inmerso en la secuencia de acciones que ha puesto en marcha.
En su película Decision to leave (2022) el director no se aparta de este camino, pero agrega una sobre-estilización de los encuadres y las tomas que resulta en una especie de baile entre la historia y la cámara, de tal manera que en muchas ocasiones esta última cobra un protagonismo abigarrado, que detona una sensación de extrañeza. A dicho estilo lo acompaña un ambiente noir, no solo por los elementos argumentales (un asesinato, un detective que investiga, una pista falsa, una investigación), sino también por la manera en que los espacios y su diálogo con la cámara sumergen al espectador en un oleaje que lo convierte también en una especie de investigador que une los elementos de la historia y arma sus propias teorías sobre la verdad que ocultan los personajes. Ante el reto que lanza la película, es difícil separarse de ella; como si de un hechizo se tratara, va hilando posibilidades que ocultan una complejidad muchas veces sugerida. ¿No es esto lo que buscan una buena parte de las historias policíacas?
Si Decision to leave se quedara en este nivel tendríamos una aceptable película de suspenso. Pero el director coreano aúna a su guion la psicología de los dos protagonistas y elabora una historia donde la ambigüedad plantea una serie de encrucijadas. La ética se mueve a un segundo plano para colocar sobre la mesa el problema de un amor que surge en los intersticios de la búsqueda de la verdad. En este sentido, el tema policíaco se convierte en un pretexto que da pie a una indagación en torno a la pasión humana, al deseo que suscita una renuncia y al dolor de saberse condenado a repetir los errores hasta cortar el ciclo.