Una de las cuestiones que tanto defiende el gobierno israelí es el Holocausto. Recientemente el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, mostró su descontento hacia Polonia por negar la existencia del Holocausto. De hecho, la Unión Europea es rígida en este asunto: es prácticamente un delito negar la existencia de estos centros de tortura, de experimentación nazi, campos de exterminio. Sin embargo, esto haría parecer que las únicas víctimas del Holocausto fueron judíos.
No voy a negar la existencia de los campos de concentración, mucho menos la persecución hacia los judíos, pero me parece que debemos tomar en cuenta que hubo comunistas, los cuales se contaron por millones, quienes también padecieron bajo el régimen nazi. Pero, ¿por qué enfocarse en la victimización de los judíos? Porque Europa está en deuda con ellos.
Históricamente hablando, tras la diáspora judía, que es la dispersión o exilio del pueblo de Israel de su lugar de origen con base a sus escritos sagrados, que inició en el siglo VIII a.C. Y en el siglo VI a.C., esta comunidad religiosa vagó por todos los confines del mundo conocido. Volviendo al rabino Yaakov Shapiro, los judíos no tenían ese apego por la tierra sino por su divinidad. Al menos esta es la explicación que el rabino da a los 40 años que el pueblo de Israel recorrió el desierto. Este elemento es importante, pues una de las características del judío era la de ser un errante, por lo tanto, sin tierra, pero seguían vinculados mediante la religión, más que por una cuestión étnica o territorial.
La persecución hacia los judíos en la Europa medieval fue esencialmente por cuestiones religiosas, no étnicas. En la mentalidad europea era: «El judío asesinó Jesús, por eso es nuestra obligación como cristiano el evangelizarlo y, en caso de ser renegado, perseguirlo en nombre de Dios». Aunque también estas persecuciones respondieron a una necesidad económica, a los judíos nunca se les pensó en exterminar.
La persecución racial hacia el pueblo judío normalmente se le atañe al ascenso del partido Nacional Socialista en Alemania. Sin embargo, esta ideología que nos habla de la debilidad racial y de la supremacía de la raza Aria, no fue un invento ni de Hitler, ni del nazismo, estos fueron los herederos y ejecutores de esta ideología.
Cerca del año 1853 y 1855, el diplomático francés Joseph Arthur de Gobineau, publicó su «Ensayo sobre la desigualdad de las razas», donde expuso, utilizando la analogía de los organismos vivos, que todas las civilizaciones nacen, crecen, se expanden mediante las conquistas, pero también mueren como consecuencia de la debilidad racial. Bajo esta visión de Gobineau, Europa estaba en riesgo de sucumbir a la extición, pero sólo la supremacía de la raza Aria (cuyos herederos eran los germanos) la civilización europea sería salvada.
El desastre causado por esta ideología era de esperarse. El nazismo fue el detonante, Hitler el dirigente, pero la sociedad europea fue el verdugo de los judíos, de los polacos, de los checos, y de todos aquellos a quienes consideraron inferiores por su raza. En los campos de concentración no sólo hubo judíos, sino todos los indeseados, incluyendo alemanes. Empero han sido los sionistas quienes han tomado la desgracia sufrida por los judíos en el Holocausto como excusa para realizar sus acciones en contra de los palestinos.
Nuevamente tengo que aclarar que el sionismo no es lo mismo que el judaísmo; el primero se trata de un movimiento político que buscó crear un estado en lo que consideran como su antiguo dominio, donde puedan sentirse seguros. El judaísmo es una religión que tiene sus normas y preceptos bien establecidos en la Torá y no es necesario haber nacido en Israel para ser practicante de esta fe. El problema yace en que el sionismo se ha «mezclado» con el judaísmo a fin de convencernos que están íntimamente ligados. Algo que no es así. Uno es religión, el otro es una ideología nacionalista extremista.
Los perseguidos se volvieron perseguidores; aquellos que padecieron el Holocausto, hoy han creado uno más grande y permanente. Es cierto que los sionistas no buscan exterminar a los palestinos, pero la opresión que ejercen sobre ellos es brutal. Si el señor Benjamín Netanyahu se molesta con una nación porque ésta niega el Holocausto nazi, ¿por qué no se molesta por el que ellos están creando?
Europa y el resto del mundo prefiere cerrar los ojos ante los actos que el estado de Israel comete en contra de Palestina. Prefieren quedarse ciegos porque creen que así saldarán su deuda moral de siglos de persecución en contra de los judíos que fueron quemados, golpeados y expulsados en diferentes épocas. Pero no se han percatado de que siguen cometiendo el mismo error. El silencio implica complicidad. Prestemos oídos a los clamores que los seres humanos, fuera de toda nación y religión, alzan hacia nosotros.