Llega un momento en el que ya no hay que tomarse las cosas tan enserio; es decir, Dalí tenía razón cuando dijo que México era más surrealista que él y eso no lo podía soportar, y sí, está bien, vivimos dentro de la risa, la broma, la carcajada nerviosa que resuelve el dolor: nos matan de risa, pero al final de cuentas aunque sea riéndonos, sí, nos vamos muriendo de a poco.
Para asombrar al mexicano vamos a requerir una voluntad de acero, muchísimo talento e imaginación y bromas originales y nuevas. La política mexicana, pero sobre todo sus protagonistas, los políticos, se esfuerzan diariamente por mantenernos entretenidos, son los nuevos standuperos, los nuevos comediantes que actúan en el escenario llamado Estado.
A veces, no nos causan gracia pero tenemos que reírnos fingidamente porque si no vienen las desapariciones o las amenazas o las venganzas. Otras ocasiones, nos revolcamos de risa junto con el impresentable de turno por las cosas estrambóticas que está diciendo o por su cinismo.
Uno de ellos es el exgobernador de Sonora: Guillermo Padrés, al que le acaban de dictar auto de formal prisión por los delitos de defraudación fiscal y operaciones con recursos de procedencia ilícita.
Éste que tuvo la puntada de estar prófugo y de pronto aparecerse en un programa de radio, para anunciar que todo era un complot en su contra, una vendetta política, que todo eran puras calumnias, pero que de igual forma iba a entregarse (¿o sea cómo? ¿Soy inocente, pero hay algo que ni a mí me cuadra y para tener certezas mejor me entrego?): saliendo del noticiero, iría directamente al Reclusorio.
Y sí fue, en una camioneta Porsche Cayenne que cuesta más de un millón de pesos. Pero a ver, quiero entender cómo un tipo señalado por los delitos antes mencionados, llega en ese humilde automóvil (que dicen que no es de él, que es de su abogado que fue Procurador General de la República en el Gobierno de Ernesto Zedillo) a presentarse ante las autoridades. Aquí, la risa de incredulidad que se despierta cuando te encuentras frente a la sinvergüenza o a la risa que acompaña el “no mames”.
Ah, pero Padrés no fue el único que alimentó este paraíso llamado México en estos últimos días (Ricardo Anaya, el presidente del Partido Acción Nacional, quiso colarse, pero lamentablemente no tiene carisma, no conecta con el público, así que no hablaremos de él), hablemos de ¡Duarte!
Hace unos días apareció una carta firmada supuestamente por el gobernador con licencia Javier Duarte –enviada al Congreso de Veracruz— “en la que informa que retomará su cargo como mandatario estatal”.
La carta parecía una broma hasta que apareció un sujeto que, muy prepotentemente según testigos, dejó con las secretarias (muy nerviosas ellas, según dijeron, tanto que pusieron mal la fecha en que recibieron la carta) el documento: resultó ser el primo de la esposa de Javier Duarte.
No es por pensar demás, pero ¿esta acción no habrá sido un buscapiés? ¿Un a ver si en una de esas sí puedo volver? Al ver que todos cerraron filas en contra de su posible regreso, tal vez, pensó que sería mejor no mover más las aguas.
Ante esto, todos se volvieron locos. ¿Que el prófugo Duarte, el que dejó en la quiebra al estado de Veracruz, quiere retomar el cargo, así nomás de blanquillos? Nadie se lo podía creer, bueno, casi nadie, porque la PGR empezó a buscarlo en las cajuelas de los autos que estaban en el Congreso de Veracruz “ante la posibilidad de que Duarte acudiera a ratificar la carta en la que pide regresar”.
Oiga, me dirá alguien, pero eso de andar pasando gente en cajuelas está muy exagerado, eso no pasa, ¿no? Quién sabe –le contestaría— esas mañas ya se han visto por estos lares.
En fin, el show nunca se termina, ah, pero espere hay un pilón: ¡Roberto Borge! No sea vayan todavía. Él es una figura más reservada, por eso cuesta quedarse a ver qué pasa con él, pero trae un chiste bajo la manga, y éste lo trae a colación al gobierno de Quintana Roo que lo denunció por “la enajenación de más de nueve mil quinientas hectáreas del estado”, transacciones que presentan “grandes irregularidades”. El mencionado, se dice, vendió esos terrenos, que eran propiedad de los gobiernos municipales (terrenos de reserva en Cozumel y Tulum), “a familiares y amigos”, eso sí, a bajo costo.
Y nos podemos seguir todo el santo día, entre risas, caras de asombro, carcajadas que nos dejan exhaustos, que nos hacen ahogarnos entre tanta cosa, pero hay que detenernos, porque también necesitamos un respiro para poder aguantar el próximo embate cómico.
Bendito país, deberíamos estar agradecidos por estar en el paraíso de la comedia que por risas no paramos.