Sin lugar a dudas el 1 de julio fue una fecha histórica para este país: Andrés Manuel ganó; Morena arrasó y sus contrincantes quedaron completamente desbaratados. Podemos estar o no de acuerdo con la postura de Obrador, pero lo que no se puede negar es que el país vivió un momento de verdadera democracia. El hecho de que AMLO ganara y que Morena llegara como partido dominante marca el fin de un largo ciclo.
Podríamos hacernos una serie de cuestionamientos respecto a Morena. La primera pregunta sería: ¿Morena es verdaderamente un partido de izquierda? A mi parecer se trata de un partido liberal más que de izquierda, esto le permitió captar a políticos y ciudadanos de distintas corrientes de pensamiento sin que Morena sufra un cambio en su estructura e ideología.
Otra pregunta sería: ¿Morena puede ser señalada como un priísmo disfrazado? Me atrevo a responder un rotundo NO. Morena es lo que el PRI dejó de ser y hacer sin tener que caer en un priísmo maquillado. El Partido Revolucionario Institucional se transformó en una simple institución rígida, fría, insensible y anacrónica; Morena resultó mostrar un dinamismo e integración social. El hecho de presentarse como un movimiento cambió la rigidez de una institución; su aproximación con la sociedad y sus problemas le permitieron moverse por todas las capas sociales.
Sin embargo, Morena logró hacer historia, tal como su eslogan lo dice, pues acabó con todo un período de democracia simulada. El punto de partida es aquel sangriento 2 de octubre de 1968, donde los “herederos” de la revolución fueron masacrados por un gobierno que disfrazaba la dictadura partidista que se vivía. Jóvenes y adultos que, cansados de la desigualdad y de la poca o nula apertura política, derramaron ríos de sangre en busca de algo de democracia efectiva. El “dedazo” marcaba automáticamente al próximo presidente, todos ellos priístas, quienes contendían por pura fórmula cabalística.
En 1976, la simulación política se hizo evidente tras la elección de José López Portillo como presidente de la República (1976-1982), quien ganó la contienda sin contar con ningún rival. La democracia ficticia quedó expuesta a la crítica; la democracia mexicana dejó de tener legitimidad. A partir de 1977, el intelectual Jesús Reyes Heroles promovió una Reforma Política a fin de que el país tuviera una verdadera apertura democrática: cambiar el esquema de un partido hegemónico a uno pluripartidista. Cabe señalar que Acción Nacional existía desde 1939, pero siempre se vio muy limitado como oposición; los años mostraron que se trató de una oposición amiga.
Las elecciones de 1988 demostraron que el partido hegemónico no deseaba soltar la presidencia. La democracia parecía estancada, un sueño utópico, pues el candidato del joven Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas fue derrotado, no por las urnas sino por la misteriosa caída del sistema, dando por resultado la elección de Carlos Salinas. El año 2000 parecía que la democracia por fin era efectiva cuando Vicente Fox, panista, ganó las elecciones presidenciales. La alternancia llegó, pero no hubo ningún cambio tajante ni profundo.
Aunque muchos no estemos de acuerdo con AMLO lo cierto es que parece que hemos llegado a un momento de cambio donde parece que se ha alcanzado una plena democracia, o al menos inicios de ella. Después de 50 años de lucha, parece que la sociedad mexicana está reaccionando, buscando un cambio. Hoy no queda más que apoyar al que apunta ser el próximo presidente de México y buscar ese cambio como sociedad. Lo que México necesita es una sociedad unida.