Una de las consecuencias directas del desplome del valor del peso mexicano frente a las denominadas divisas fuertes del mercado mundial es el incremento de la deuda externa del país, situación que en conjunción al importante recorte de los dividendos gubernamentales derivados de las ventas internacionales de los hidrocarburos y el previsible aumento de las tasas interés a escala global permiten asegurar que en lo que resta de este año 2017 las cosas no van a mejorar en lo más mínimo.
En esta tesitura, es importante subrayar que desde el gobierno federal se han impulsado una serie de supuestas medidas de austeridad, las cuales, en realidad sólo tienen una utilidad que se podría adscribir a un ámbito estético-psicológico, ya que estos ajustes económicos no están diseñados para contrarrestar los efectos perjudiciales de las deudas que siguen asfixiando a nuestro país, las cuales, se han multiplicando de forma exponencial a partir de la docena trágica panista y que en la actualidad se siguen incrementando de forma descarada en el régimen del nuevo PRI.
Asimismo, es pertinente recalcar que el pago por el concepto de servicio de deuda y sus intereses derivados costaron en los últimos 15 años al estado mexicano el equivalente a siete veces el saldo que se tenía como deuda externa en el año 2000, cuestión que puede cotejarse al revisar las cifras oficiales donde también destaca el hecho de que el balance actual del endeudamiento del sector público federal se ha incrementado al doble respecto a las cifras existentes hace 3 lustros, sin que lo anterior se haya manifestado en una mejora palpable en la calidad de los servicios públicos y en las infraestructuras del país.
De igual forma, es importante recalcar que desde el periodo que comprende de los años 2000 a 2017 fueron transferidos hacia el exterior de la nación recursos financieros cercanos a los 600 mil millones de dólares, los cuales, fueron destinados para pagar el servicio de la deuda externa y los costos de los intereses derivados de dichos empréstitos.
Con lo anterior, queda en evidencia que la prioridad del actual ejecutivo federal y de su presunto plan de austeridad es el de mantener e incrementar la dependencia del país hacia el caro financiamiento proveniente de los grandes capitales transnacionales, por lo que nuestra nación tiene su futuro completamente hipotecado, quedando así, sin ninguna verdadera oportunidad de abandonar la fosa del subdesarrollo económico y social.
En este contexto, vale la pena señalar que para sanear todos los pasivos del sistema de salud y de pensiones del país, sólo serían necesarios recursos de alrededor de 5 mil millones de dólares, por lo es cierto que México ha pagado más de 100 veces dicha cantidad en los últimos años, hecho que nos muestra la verdadera dimensión del problema que representa el lastre de las deudas gubernamentales que repercuten directamente en el bienestar de los mexicanos.