El incremento de los feminicidios en México es una realidad que causa acontecimiento, es decir, que detiene, que provoca y convoca a poner los pies en la tierra y preguntarse qué está sucediendo, para entonces movilizarse, hacer, crear y recrear lo que no está en su lugar.
Los casos registrados ya suman más de 7 mil mujeres asesinadas, solamente en el periodo de Peña Nieto. Asesinatos, la mayoría de manera brutal, con excesos de violencia y que representan un promedio de 7 mujeres asesinadas diariamente.
Números que ya han sido catalogados como una especie de pandemia en México, lo que supone entonces la idea de que existe un incremento terrorífico de esos actos en contra de la mujer.
Lo que se ha denominado como un repunte progresivo en las estadísticas de mujeres asesinadas, produce precisamente el detenimiento para reflexionar y actuar en consecuencia.
En otras palabras, el incremento y la progresión del horror significa que algo está pasando con relación al significado de ser mujer. Habría algo en esa palabra, en ese significante representado por un ser en posición de mujer que resulta insoportable para el verdugo.
¿Qué se mata cuando se asesina a una mujer? ¿Es la mujer, pareja, esposa, amante? ¿O se trataría acaso de lo que el cuerpo femenino proyecta en el imaginario del hombre?
Es el misterio, el enigma, lo que ya los poetas han cantado acerca de la mujer y que no deja de sonar.
Pero también creemos, se trata de la mujer como sujeto que presenta otra historia distinta de la vida, como apunta Helí Morales en su texto Otra historia de la sexualidad (2011). Historia que no es la fálica versión del hombre medieval, o del machista mexicano.
Lo femenino dice Freud (Tres ensayos para una teoría sexual, 1905), es el poder de dejar de sentir sexualmente como hombre, en referencia a la supremacía de una falocracia históricamente instituida.
La falocracia diría: se tiene que sentir como hombre, vivir como hombre, saber como hombre. Aspectos que la mujer viene a desmentir, contradiciendo y revelando otra posición subjetiva.
Lo que se asesina además de las amantes y de las amigas, de las estudiantes y de las niñas que algún día han de crecer, es la posición de ser diferente con la cual no logra comulgar el hombre.
Los números estadísticos que demuestran el preocupante incremento de asesinatos, hablan también de como, hoy más que nunca, lo femenino resulta intolerable en tanto lo que representa; es decir, la contra, el cuerpo no establecido por una sola zona erógena, es decir, el deseo no localizado en una zona especifica, no instituido en consecuencia.
La manera como se mata: mutilaciones, ahorcamientos, desgarramientos, etc., no pueden por menos que informarnos el nivel de odio que se produce en determinados hombres, a los que lo femenino les representa algo tan angustiante que deben destruirlo, y si es de forma cruel y sin dejar rastro, mejor, pues así creen que logran silenciar lo que por dentro pulsa por revelarse.
El odio decantado en el cuerpo de la mujer nos obliga a pensar precisamente en lo que éste significa para el hombre, pero también para la sociedad: que el cuerpo es la materialidad histórica del sujeto (Michel Foucault, Historia de la sexualidad).
Lo anterior quiere decir, que la mujer nos deja ver que el cuerpo del sujeto es más que solo una masa con tendones, que va más allá de lo biológico.
Y eso está demostrando que asusta a muchos. Saber que es capaz de más, saber que no sabe como hombre, que goza la sexualidad de quién sabe qué manera, provoca la angustia.
Los feminicidios serían por tanto, una expresión de la angustia que lo establecido experimenta cuando el ser mujer se hace presente. El feminicidio, el asesinato brutal del cuerpo de mujer, vendría de lo instituido que no busca cambiar.
Resta reflexionar qué decimos a nuestros niños hoy acerca del ser mujer, pero como vimos, además del tema de la sexualidad, que claramente se ubica en el centro de este problema.
Por consecuencia, el trabajo ahora radica efectivamente en lo que podamos hablar con nuestros niños y niñas, para tal vez recrear el cuerpo social tan lastimado.
Una educación basada en el respeto de las diferencias, donde se incluyan los distintos discursos sobre la sexualidad, podrán contribuir a construir y aceptar que existen otras historias de la sexualidad.
Pues como hemos propuesto aquí, uno de los graves problemas sobre el feminicidio, es la obsesiva implantación de una sola historia de la sexualidad; esa es la lucha, ahí radica la violencia y la crueldad, en imponer una sola historia de la sexualidad, una sola visión del mundo.