Recientemente se anunciaron a los ganadores del Premio Estatal de Literatura de Baja California, el cual está vigente desde 1990, premiando poesía, cuento, novela, dramaturgia, cuento para niñas y niños y dramaturgia para niñas y niños. Claramente, y como ocurre a menudo, las disciplinas de crónica y ensayo literario no son incluidas, pero ese ya sería tema para otra ocasión.
Entre las ganadoras del premio, acreedoras a 40 mil pesos y la publicación de su libro, está mi amiga de Mexicali, Priscila Rosas Martínez, con su obra Inevitable, acompañada de Liliana López León, Mónica Elizabeth González Rameño, Denizza Concepción Flores García y Yoall Morales Uribe, en poesía, novela, dramaturgia para niñas y niños, y dramaturgia, respectivamente.
Siempre hay demasiados factores en juego al momento de participar en convocatorias: desde la temática, la cantidad de participantes, el objetivo del jurado… sumado al esfuerzo y dedicación de los escritores, por lo que genera satisfacción cuando tu nombre forma parte de la lista. En esta ocasión, otro nombre también es de notar, luego del post realizado por Luis Humberto Crosthwaite hace seis días, justo después de compartirse los nombres ganadores del Premio.
Pocas veces se tiene la oportunidad de un feedback en el ámbito literario, incluso en las pocas ocasiones en que éste se encuentra disponible (como el caso de las convocatorias del FONCA y las no respuestas a quienes sí envían el correo pertinente, solicitando informes de la postulación no aceptada), por lo que el mensaje de Crosthwaite sería de relevancia:
“Fui miembro del jurado de los premios estatales de literatura, Baja California, en el área de cuento. Hubo un libro que me gustó mucho. Estaba firmado con el seudónimo ‘Gregorio Samsa’. Si eres ese tal señor Samsa, me gustaría platicar contigo sobre tu libro. Hablar sobre lo que opinó el jurado y explicarte por qué no ganó. Si te interesa, escríbeme”.
Una semana después, aún no se esclarece si apareció Samsa, pero la publicación generó tanto alcance que hasta alguien se ofreció a patrocinar el registro del ISBN y la impresión de un tiraje, sólo por confiar en el gusto del dictaminador tijuanense.
Pero, sobre todo, hubo una discusión amena sobre el proceso de los concursos y las dictaminaciones, tan conocidos por aquellos que hemos sido rechazados incontables veces, y aceptados en aquellas otras en que los factores se alinean para que salga nuestro nombre.
Hay tantos escritores que se pierden en el camino, incluso ahora cuando las autopublicaciones son más frecuentes, que el post de Crosthwaite nos recuerda la importancia de hacer comunidad y crear vínculos donde la retroalimentación sea posible. Donde no mueran más Samsas.