Marco Aurelio Larios (izq.), Cristina Arreola Márquez (en el centro) y Felipe Curiel (derecha)
Tres autores de distintas generaciones aceptaron la invitación para reunirse y hablar sobre la posición actual de la literatura mexicana y la industria editorial.
Lea la primera parte aquí.
Parte II
CAM. Por ejemplo, está Mario Bellatin. Lees Salón de belleza y si lo analizas quedas maravillado. De pronto ves su reunión de obra que es una cosa avasallante, y según se ha propuesto escribir no sé qué número determinado de publicaciones en muy poco tiempo «yo quiero publicar tantas», no sé exactamente el dato. Y de toda esa obra reunida pues no se rescata mucho, es complicado porque… de pronto pareciera que está publicando por publicar y no creo que ése sea un buen ejercicio narrativo y mucho menos creo que los lectores se merecen ese tipo de obras que son poco revisadas, son vacías, ¿no?
MAL. Pero eso lo impone mucho sus contratos con las grandes editoriales, ¿no?
CAM. Claro, también. Sí, sí, claro.
MAL. Es tener que publicar en cada dos años una nueva novela para estar en la vitrina y en la novedad editorial, eso ha condenado mucho a los escritores. Yo, por ejemplo, el último… Carlos Fuentes, el que viene desde La frontera de cristal hasta su muerte, es decir, de mi 1997 hacia su muerte, me parece que Carlos Fuentes dejó sus grandes retos de creación como fueron: La región más transparente; o Cambio de piel; o Cumpleaños; o Terra Nostra; o Cristobal Nonato; y se convirtió en un autor que se repite con mucha facilidad, con mucha cacofonía en la escritura porque ya no busca un lenguaje más limpio, sino por la rapidez se vuelve cacofónico y eso termina por envilecer a un escritor, porque ya no está aceptando el reto de la creación, sino la obligación de publicar cada dos años y esto hace cosas sorprendentes, sorprendentemente malas (risas). En el Facebook pusieron, ahí entre mis contactos, un reto para decir cuál era el peor libro que han leído y yo no lo acepté, (risas) o sea, yo no lo contesté. Pero yo creo que en los últimos años el peor libro que he leído se llama Caín, ¿de quién? de José Saramago (risas). ¿Por qué? Porque José Saramago pues también cayó en la obligación de la mercadotecnia. Y ahí el escritor se envilece, digamos.
- ¿Fuel el Crack un movimiento que marcó generaciones en México?
MAL. Yo creo que no, yo creo que ellos mismos se han autogloriado, se han autofestejado porque son bien cuates, y porque la mercadotecnia les ha ayudado mucho. Hay escritores más interesantes como Eduardo Antonio Parra, un escritor del norte que es un excelente cuentista… O Daniel Sada, por ejemplo, con su novela que se llama Porque parece mentira la verdad nunca se sabe que le publicó Tusquets. Ellos son mejores plumas que los del Crack, por eso digo que el autoelogio entre los cuates se vale.
CAM, Yo creo que no, no quiero abundar en eso (risas). Pero, efectivamente, creo que ha habido más crack fuera del Crack que dentro del mismo grupo.
MAL. Sí, o por ejemplo, yo cuando leía Diablo guardián de Xavier Velasco, yo ya llevaba cien páginas de unas 400 o 500 de la edición de bolsillo y entonces era pues un brincar entre la niña que quería ser putita y el gordito que quería ser pues escritor, así me fui durante cien páginas. Entonces ya le pregunté yo a uno de mis alumnos que si ya lo había leído y me dijo “Sí”, y le digo: “Y qué más sigue después de este raqueteo de pasar de una historia a otra historia mientras van creciendo la niña que quiere ser putita y el gordito que quiere ser, pues, escritor?”. Y el alumno me dijo, no pues así sigue como hasta la página 400” (risas) Dije “ay no, pues ahí muere”. Tuve que perder mucho el tiempo…
CAM. Además dinero porque también salen costosas sus ediciones…
FC. Sí, o sea, coincido en que es más un grupo de amigos que tuvieron mucho éxito en mercadotecnia y pues ya entre ellos creo que hasta terminaron por perjudicarse justamente por eso, no sé, se alzaron demasiado y empezaron a cegarse.
He aquí una breve presentación de los escritores, de menor a mayor.
Felipe Curiel, con 26 años, es dramaturgo, actor, director y productor desde 2012. A partir de entonces se ha dedicado a escribir obras de teatro breves, primordialmente para las convocatorias de la red internacional de Microteatro. Entre sus obras están: Máquina de escribir (Dramaturgo, 2013-2016), Dicen que las tortugas no sueñan (Dramaturgo y Actor, 2015-2017), y la más reciente obra es Agüitas de Limón (Dramaturgo, 2017).
Cristina Arreola Márquez, se ha desempeñado en la docencia, el periodismo, la edición y corrección de estilo, así como en la promoción cultural. Ponente en diversos encuentros de literatura. Su obra aparece en antologías y en más de una docena de revistas y suplementos culturales. Editora de la Revista Literaria Monolito. Autora de Nínive (2010) y Navajas de sal (2017).
Marco Aurelio Larios es Doctor en Filosofía por la Universidad de Viena, Austria. También profesor investigador en el Departamento de Estudios Literarios e imparte cátedra en la Licenciatura de Letras Hispánicas y es Coordinador del Doctorado en Humanidades de la Universidad de Guadalajara. Como autor literario obtuvo el Premio Nacional Juan Rulfo 1998 para primera novela, otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes por su novela El cangrejo de Beethoven (Fondo de Cultura Económica, 2002). Tiene publicados, además, los libros de ficción La música y otras razones para contar (1994); Erato. Ars amatoria en Guadalajara (1998); y La oportunidad y otros relatos (2007).