Hay fechas en la historia de la humanidad que no deben de ser olvidadas, especialmente aquellas que nos recuerdan los horrores cometidos por el propio ser humano.
Así como los vencedores de la Segunda Guerra Mundial continúan bombardearnos con libros y filmes que abordan la crueldad alemana y japonesa durante todo el conflicto, callan y ocultan los desmanes y las atrocidades provocados por ellos durante la contienda. Rusia, que anteriormente era la médula de la Unión Soviética, se cuelga la enorme medalla de haber vencido a los estadounidenses y británicos durante la “Carrera a Berlín”, siendo ellos los primeros en ingresar a la capital alemana, acabando con la guerra en Europa.
Pero muy difícilmente es mencionada la masacre del bosque de Katyn, donde se estima que murieron arriba de los veinticinco mil polacos en manos del gobierno soviético de Stalin. Pero los vencedores nos dicen, olviden el bosque de Katyn y sólo recuerden Auschwitz, donde fueron asesinados miles de personas inocentes, entre judíos, polacos y socialistas. Recuerden Auschwitz porque Alemania perdió la guerra, mientras que la gran Unión Soviética quien venció, hizo lo necesario para librar al mundo de la crueldad nazi.
Sin embargo, hay otra fecha que cimbró al mundo. El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 am (JST), un bombardero B-29 estadounidense arrojó a Little Boy sobre la ciudad de Hiroshima, cuya población era civil, sin ser un blanco estratégico para la guerra contra Japón, sino que sirvió para frenar el avance soviético sobre las islas japonesas, fue destrozada. Una “estrategia” que costó la vida de ciento cuarenta mil civiles japoneses.
Los estadounidenses pretextan que el uso de la bomba funcionó para acelerar el fin de la Segunda Guerra Mundial, empero el imperio japonés estaba exhausto por la guerra; la venganza de por lo que ocurrió en Pearl Harbor. Lo cierto es que existe un antes y un después de Little Boy.
Japón sigue sin olvidar la devastación que vino después de la bomba nuclear, y el mundo tampoco lo olvida. El miedo al fantasma nuclear perdura hasta la actualidad. Las grandes potencias como Estados Unidos, Francia, India, Irán, China, Rusia, etc. guardan un extenso arsenal nuclear, todos apuntándose con sus ojivas nucleares las veinticuatro horas del día esperando cualquier pretexto para sacar a relucir su poderío. Pero el mundo tiembla ante la posibilidad de una guerra nuclear que acabaría con la vida tal y como la conocemos.
Pero estas armas siguen siendo utilizadas para amedrentarse entre naciones, sin importar bajas civiles en una confrontación de esta magnitud.
Si olvidamos a Hiroshima y el sufrimiento de la población sobreviviente quienes tuvieron que lidiar con la radiación y sus secuelas, entonces estaremos condenados no sólo a que la tierra vuelva a ser cimbrada, sino a que la devastación aumente a tal grado que, aquel terror nuclear, esa temible pesadilla, se vuelva una realidad en nuestros días. Olvidar a Little Boy nos hará olvidar que el hombre es el lobo del hombre; nuestra capacidad para crear radica en la forma en la que también podemos destruir, sin importar el costo de la vida humana.