Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca… Las icónicas primeras palabras del capítulo siete de la novela Rayuela, bullían en mi mente y en mi corazón desde la primera vez que leí el nombre de la casa Editorial que se ha convertido en un personaje aliado en mi historia como escritora. El primero de febrero de este veinte veintidós celebró cuatro años de iniciar actividades la casa que no es sólo mía ni de mi trabajo, como narradora y poeta, sino nuestra: de otras y otros que le apostamos a la palabra impresa, a ese deseo genuino de imaginar mundos posibles, de hallar poesía que resuene en nosotras, en nosotros, historias que se entretejan y nos permiten seguir creyendo.
Capítulo Siete cumple cuatro años, parece demasiado joven para sostener el paso, pero lo hace; sobre sus hombros descansan ya cuarenta y seis títulos publicados, un catálogo de autoras y autores, con voces diversas como temas de interés, un caleidoscopio, tal como es la vida. Y esta vez, ante su celebración, pienso de nuevo en Cortázar para decir que me siento temblar como una luna en el agua, porque sencillamente no sería posible pensar un aniversario sin darle las gracias al equipo humano que hace posible que el anhelo de muchas y muchos sea una realidad, a la que llamamos libro; ese dispositivo que no solamente está más vigente que nunca, sino que se ha transformado en el leal compañero de cualquier adversidad, sin importar que implique una sopa de murciélago o cada letra del alfabeto griego. Así que ahora que los manteles aún no se retiran y estamos de fiesta, aprovecho y levanto mi copa para brindar por Juan Mireles, director de esta casa editorial, quien si lo deseara podría contarnos más de una anécdota de la historia que se va construyendo, pero seguramente las reserva, pues también es escritor, sólo así se explica la mezcla de pasión y paciencia con que acoge cada aventura hasta llevarla a buen puerto.
Me detengo para recordar que ese capítulo siete del gran Julio Florencio Cortázar, no sólo es uno de mis textos poéticos favoritos, sino de muchas otras personas como yo, y fue sin duda una de las razones que me inspiró a acercarme a la festejada de hoy, pensaba en ese momento que si dibujaba una rayuela en el suelo, arriba se encontraba el cielo, y entre suelo y cielo la diferencia fonética es una vocal, una grafía; pero para mí esa diferencia me alcanza para seguir andando con el suelo bajo los pies y el cielo sobre mi cabeza. ¡Felicitaciones, Capítulo Siete, casa, equipo, familia! ¡Feliz aniversario!