El teatro, del griego “lugar para contemplar”, es un espacio en el que nos acercamos como meros observadores de historias. Nuestro papel ahí es completamente pasivo; nos sentimos casi inútiles sin poder intervenir en ninguna escena. Algo así sucede no sólo con Juan, el escritor del Apocalipsis, sino con nosotros como lectores de este texto.
Desde el principio sentimos un tono dramático; los nombres de sus capítulos nos hablan de algo que está por venir y que tiene además una característica que se acerca al mundo de lo fantástico, lo mitológico: la revelación de Jesucristo, Una visión del Hijo del Hombre, los Sellos, las dos bestias.
No es desde ya un libro sencillo de leer, hay mucho de fantástico y de metafórico en todo el texto. Pero, aún siendo lectores nuevos de la Biblia, podemos darnos cuenta que nos habla de unas visiones oníricas de lo que vendría a ser el fin de los tiempos.
El libro El Apocalipsis. Pautas literarias de lectura de Lourdes García Ureña señala que el texto del Apóstol Juan debe ser leído a modo de un cuento en el que intervienen personajes humanos, sobrenaturales, existen protagonistas: Jesús, Dios y un antagonista: el diablo. Literatura plenamente fantástica.
Por tanto nosotros leemos un cuento fantástico, casi terrorífico casi como si viéramos una obra representada. Nos pueden atemorizar las imágenes que vemos cruzar en nuestra mente tras la lectura pero ni nosotros, en este tiempo, ni Juan, al momento de escribirlo, estamos en posibilidades de hacer nada, salvo, claro está, contemplar horrorizados las escenas que acontecen (acontecerán) en esta sucesión de imágenes que llega a ser casi tan plástica como cinematográfica.
¿El Bosco se habrá sentido igual de asombrado con esta lectura?, así parece ser cuando contemplamos El Jardín de las Delicias. Ahí están las bestias, ahí están los pecadores fornicando, seres horrorosos, un infierno con agua oscura, el pecado, la lujuria, el sexo, los placeres terrenales, en resumen, el infierno. Pero, del otro lado, el origen de todo: Jesús, el hijo de Dios, el Dios-Hombre que nos da vida y nos viene a salvar. Hay caos en la obra pero también hay paz; algo así encontramos también en el texto de Juan porque no todo es caos, al final todo vuelve a su orden original: Dios.
El Apocalipsis y el castigo a los “malos”, a los que ofenden a Dios, no es más que una forma de decir que el mundo llega a un determinado momento en que necesita que alguien (Dios) vuelva a encaminarlo, a ordenarlo.
Ese orden permitirá limpiar la tierra de los hijos de Satanás para que ganen los buenos: Algo maravilloso porque el paraíso futuro será algo absolutamente nuevo y resplandeciente. El universo antiguo se encogerá, desaparecerá como se va disminuyendo de tamaño un rollo de pergamino y se tira a la papelera por inservible, y en su lugar aparecerá una nueva tierra[1].
Es por esta razón que Juan e incluso nosotros como lectores no podemos hacer nada, salvo contemplar. Porque se necesita de la grandiosidad de Dios, de su omnipotencia para poder ordenar el caos al que, parece ser inevitablemente, llegará el mundo.
Por tanto, además de consecuencias que debemos pagar por pecadores, el Apocalipsis es un libro del orden en el caos. Entendemos por esto que el orden es Dios y el caos son el hombre y el diablo. El bien y el mal luchan a manera de representación teatral pero que necesariamente llevan a un orden eterno en el que reinará Dios.
El lenguaje que utiliza Juan es ante todo literario para hacer del mensaje divino, un mensaje más cercano, más compresible, más vivible y este lenguaje lleva consigo metáforas, símbolos, imágenes que refuerzan la idea de que lo plástico, lo palpable, lo fácilmente imaginable nos llega como espectadores y lectores de manera más clara y de forma más profunda.
El Apocalipsis es el gran teatro del orden. El lector visualiza casi como en un sueño un mundo terrible y se queda inmóvil contemplando el poder de Dios, un Dios que antes ya había puesto orden (el Arca de Noé, las Siete Plagas, Sodoma y Gomorra) que guardan relación con este texto porque incluyen personajes fantásticos, pecadores, animales, bestias y que todo termina en paz: Noé llega a una tierra tranquila; las plagas nos “limpian” de los pecadores y Sodoma y Gomorra es el ejemplo más claro, antes del Apocalipsis, de cómo es la ira de Dios sobre la tierra.
[1] PIÑERO, Alfonso. Notas sobre el Apocalipsis. Pautas literarias de lectura. En línea: http://www.tendencias21.net/crist/El-Apocalipsis-Pautas-literarias-de-lectura-476_a1468.html