El amor ama la idea de sí mismo, la libertad que supone para el alma, pero el amor no ama el amor sin recibirlo. Decía Ortega y Gasset, un gran pensador español, que el amor es un eterno insatisfecho, parece como si este filosofo nos hablara de un monstruo que come todo lo que atrapa, una medusa que secara todo lo que mira, una araña que envenena todo lo que reciba. ¿Pero realmente qué pasa con el amor?
Nos parece una fuerza tan extraña y simbiótica; está en cada una de las acciones que hacemos pero resulta no lo conocemos. Nos platican de él como si fuera una fuerza mística y al mismo tiempo nos resulta que es algo parecido a la esquizofrenia. Desde el Génesis hasta el Zaratustra han hablado acerca del amor, más tampoco lo han podido definir. La ciencia trata de simplificarlo a términos reproductivos pero la metafísica nos dice otra cosa.
¿Qué secreto nos esconde el amor? Todos hemos hablado de él; pero cómo hemos de encontrar algo que no se puede ni siquiera tocar. El amor al día de hoy más bien parece un cumulo de ansiedades que se estrellan con el muro de la existencia, un aceite aromático que solamente nos impregna pero que se nos escapa de la manos. En este vacío existencial del cosmos, ¿dónde podremos encontrar el verdadero amor? ¿Para qué nos sirve? ¿A dónde nos puede llevar? ¿De verdad amamos todo el tiempo?
Creemos que el amor no llama al pensamiento o hacia alguna actividad intelectual. Pero el amor es una actividad repetitiva, es una práctica constante, la cual algunas veces puede tener algún sentido y muchas carecer de él. Siempre pensamos que este nos llevará hacia algún fin pero nos más bien nos lleva hacia la búsqueda, hacia la duda y la inquietud. El amor es la incógnita diaria de cómo hacer resistente un castillo de naipes. El amor es la duda perfecta, la droga que mantiene unida a dos personas. Una lucha de gigantes, donde muchas veces nadie va a escuchar nuestros gritos, donde nos encontraremos con nosotros mismos. Donde vemos el espejo de nuestra realidad, donde nos puede asustar o enternece.
La Filosofía y el amor tienen mucho en común: buscan algo que siempre se nos elude o se nos escapa. Una búsqueda que sabremos de antemano que no va a tener resultado, más el hombre siempre quiere algo más de luz.
En la Filosofía se categorizan muchos tipos de amores, pero yo me quiero referir en este escrito al amor de pareja, se ha idealizado tanto con la idea del amor de tu vida. Somos unos adictos a la ilusión del amor eterno, o podría ser que más bien nos han hecho adictos a él. Nos escriben todo el tiempo de él, escuchamos de él, nos proyectan películas de él, nos sermonean de él. Somos una cultura que vive en una búsqueda constante del amor perfecto. No aceptamos que el amor no es un estado o una posesión, sino una acción de constante emprendimiento. Aun con todo el conocimiento que tenemos y la ciencia que presumimos; tenemos esa visión optimista e ingenua del mundo: el amor nos traerá la felicidad.
El problema con esto es que si amamos queremos, por nuestra arrogancia, que esto sea para siempre, pero resulta que nada es infinito. Después vienen los hechos lo cuales nos arrancan de esta estrecha visión, los cuales nos muestran que el amor y la felicidad no son puntos de llegada ni de arranque definitivos. Esto genera una tensión constante por el choque de nuestra idealización con la autenticidad, nos duele el amor por que siempre lo estamos concibiendo como algo pleno, absoluto, que no tiene nada suelto. La verdad es que si lo pensamos a profundidad el amor tiene en su origen el dolor. Buda decía que el Nirvana se alcanza cuando no tenemos apego por las cosas; Epicuro decía que la felicidad llegaba en la medida que nada nos perturbara, ¿pero que es el amor? Si no el más grande apego y la más grande perturbación.
El amor muchas veces nos llena porque es que es algo que nos hace vaciarnos a nosotros mismos, cuando me llena sin vaciarme es porque solamente me estoy alimentando del otro. Y es que si el amor solamente tiene que ver conmigo, ¿importa quién es el otro? ¿O lo que realmente importa es que el otro encaje justo en lo yo necesito? Entonces podríamos preguntarnos finalmente: ¿El amor tiene que ver conmigo o el amor nos tiene que hablar del otro?
Sócrates nos dice en “El banquete” de Platón que amamos lo que nos hace falta, parece que el amor surge de la carencia, de la plenitud que esperamos encontrar en el otro, es el intento permanente por completarnos a nosotros mismos. Mas este tipo de amor siempre se llena y desecha, porque en cuanto se satisface mi yo, el otro es reemplazado y así sucesivamente. Un eterno retorno entre la dicha y la desdicha, el amor se vuelve la búsqueda insaciable del yo, un uróboro que siempre se está comiendo así mismo. Buscamos a las personas no a partir de lo que me puedan dar sino en lo que yo quiero que me den, en la forma y plazos que me placen, que me producen placer. Este amor siempre desaparece.
En estos próximos días cumpliré 4 años de feliz matrimonio, que aunque no es perfecto si es muy agradable. Hemos vivido mi pareja y yo infinidad de situaciones con las cuales hemos tenido que luchar: la monotonía, la falta de recursos económicos, el cansancio, sueños retrasados, la frustración por nuestros errores y faltas. Somos un montón de historias entrecruzadas, llenas de polvo y suciedad, las cuales se funden y chochan como una reacción nuclear, que de repente suelta chispazos de alegría y felicidad.
Pablo en su carta a los Corintios nos dice: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Parece que estuviera hablando acerca de un corredor maratónico, una especie de prueba de resistencia en donde todo lo sufrimos, todo lo creemos porque necesitamos creer en la verdad y donde todo lo soportamos.
Pero si nos fijamos con atención también nos habla como de un tipo de amor menguante, de desaparecernos, de no ser siempre yo. Un amor que no cosifica al otro, que no lo vuelve un simple objeto para mi placer. Un amor donde no se gana, si no que se pierde, donde no se da, se le entrega todo, hasta nuestras partes más ocultas. Donde nos mostramos débiles en la confianza que no se van aprovechar de eso. Un amor que está en contra de nuestra naturaleza. Un amor que excede toda lógica, porque el verdadero amor es un exceso.
No creo en la eternidad ni en lo infinito, creo en el aquí y en el ahora. Creo que un amor no está destinado a durar para siempre, sino que se trabaja para dure un día más. Ese es mi secreto frente al amor, siempre tratar de recuperar su naturaleza original. Amar sin compromisos hacia el mañana, sino poder amar más que el día de hoy. Reconocer que el amor no es seguridad, es un lanzamiento hacia la turbación, hacia la inseguridad y lo imposible. Reconocer que nunca se cierra, que todos los días es un acto de apertura y de un encuentro con el otro. Vivir el amor sin estrategias, contradiciendo a Benedetti, sin acuerdos, sin buscarle mi propia utilidad. Amar como si fuera una aventura, que el amor no se busca, el amor es la búsqueda.
Dedicado con todo mi amor a mi esposa.