Dos poemas de Libro centroamericano de los muertos
obra ganadora del Premio Bellas Artes
de Poesía Aguascalientes 2018.
Félix
Era del corazón de Santa Ana, El Salvador, Félix.
Fue el primer salvadoreño que conocí
y del que guardo su imagen astillada en espejos.
Vivió algún tiempo en nuestra casa de alquiler,
erguida con humo a orillas de la Ciudad de México,
en una colonia sucia y torcida como una maqueta escolar
roída por las polillas —humanas—
y con ese aire de proyecto sin terminar,
bordeada hasta el día de hoy por la tinta negra
de un canal que atraviesa el aire
con el filo de su hedor a mierda líquida.
Era la populosa y pandillera Nueva Atzacoalco
a finales de los años setenta.
A Félix lo recuerdo alto, blanco, de bigote oscuro.
Ayudaba a mi padre a vender sus cajas de metal
en los comercios, en las fábricas;
gastaban la lengua negra de sus únicos zapatos
en aquellas calles trazadas por el polvo y el asfalto
en el oriente indómito de la urbe.
Era tacaño, quizá más que Ebenezer Scrooge,
pero no tan flaco como ese viejo anglicano soñado por Dickens
y que conocí en las ilustraciones
de los Clásicos Juveniles de la Editorial Posada,
antes de que a mi padre le alcanzara la plata
para comprarme libros.
Félix había sufrido la miseria y la guerra civil en El Salvador,
y ahora que tenía pesos en los dos bolsillos del pantalón
procuraba gastar sólo un puñado.
Comía tacos de plátano y un plato de frijoles al día,
lo que hacía rabiar a su mujer, también salvadoreña
y más flaca que la ración de Félix.
Un día lo asaltaron, y los ladrones le devolvieron
la miseria en un solo pago:
llevaba consigo todos los ahorros de su corta vida en México.
Pero no aprendió, maldijo y gritaba
que este país al que había llegado
era más feo que Santa Ana e incluso más pobre.
Creo que tenía razón.
Sin embargo, mi padre lo llevó a Plaza Satélite,
un burdo anillo de oro labrado en medio
del mierdero citadino.
Al caminar entre los fastuosos aparadores,
Félix se hincó a llorar, dijo que no podía creer
el contraste que veían sus ojos.
“Será peor en Estados Unidos,
así que vete acostumbrando:
allá los ricos y los pobres lloran en dólares”,
le dijo mi padre.
Al regreso, Félix llevó a su mujer a un restaurante,
pidieron un bistec y ahorraron lo suficiente
para viajar a Estados Unidos. Eso recuerdo.
Eran los años setenta, cuando todavía les decían mojados
a todos los migrantes, incluso a los centroamericanos.
No sé qué será de Félix, de su mujer; es posible
que los dos hayan cruzado al otro lado sin contratiempos.
Es posible también que sus hijos sean gringos
y ya no coman tacos de plátano,
ni puñados de frijoles negros.
Sin embargo, cada vez que estoy en una plaza comercial
llena de aparadores y vitrinas, me siento ajeno
y sufro las mismas náuseas que Félix:
me dan ganas de vomitar sobre los cristales limpios,
transparentes, donde se exhibe la miseria del mundo.
20°30’21.2″N 99°52’03.6″W — (San Juan del Río, Querétaro)
Era oscura como la tierra, más alta y más bella que todos los árboles
de Honduras. Mi vecina y yo migramos a México entre sombras.
Atravesamos este país ardiente como vacas
que pasan por los cuchillos del horror segando labios,
tajando lenguas, hincando los cereales del dolor
en todo lo que tocan; subimos a las góndolas del tren
mascando los alcoholes del hambre y de la sed,
ocultas por las gasas del miedo que todo lo oscurecen;
luego el deseo de no volver, de no mirar ya nunca, atrás.
Sufrimos los tormentos de los hombres, su crueldad florida,
su repetida guerra que apuñala nuestra luz, la herida.
Así, violadas, aniquilan la flor de nuestra risa.
No queda más que seguir las reglas del tormento,
pagar kilómetros de rieles con jirones de cuerpo.
Y nos acostumbramos a la víbora de los cigarros en la piel,
al puñetazo de los bárbaros en la quijada, al veneno seminal
eyaculado entre las piernas por los débiles del amor,
precoces a la hora de matar, impotentes que lloran por las noches
y no descansan ni sueñan. Esclavas de la usura, abandonamos
desde siempre nuestros cuerpos a la infamia, y apenas niñas,
acostumbramos la carne a la música yugular de la violencia paterna,
a las heridas maternas, a la explotación hermanal, y aquí,
en nuestro éxodo por México, nos secuestra un huracán de suicidas
para apaciguar su sed en nosotras, para mercar con nuestro sexo,
y sin lástima mutilar nuestros pechos mordidos y así los pechos
de sus madres para luego vendernos y olvidarnos en jaulas
de pequeños dioses proxenetas que se beben la sangre de un trago
y sorben la médula, y erigen llamas en su altar de rabia
en el que adoran ídolos de llanto, de muerte, de poder.
Amanecí con la luna reseca, como un ala que agoniza
entre pinzones muertos. Sólo me queda el recuerdo de Atlántida,
mi casa, pedazo de mar en la garganta del Caribe, azúcar de Dios
besándome cabellos en la arena; pero también allá deambulan
los fantasmas violentos de mi padre; él, sumido en el alcohol,
vendió a su hijas a la prole de los desinhibidos. Pájaros ahogados
en el lodo, así mis asesinos con ardor en el orín y con testículos
mordidos por la brama, su sed de destruirlo todo con el filo de un machete
que siega los miembros de los ángeles, las manos y la yugular de Dios,
y, ay, la mía, cetrina y olvidada entre la muchedumbre de las plegarias,
rogando en cada estación la misericordia de la migra, de la policía,
del narco y la mara, la compasión de los compañeros de camino
quienes ofrecían mi sangre para ofrendarla a la lujuria de los otros
y salvarse; les rogué que ya no nos violaran, que no sembraran más
su asco ni la mierda de su ser en nuestros vientres. Estéril esta tierra
que me sepulta, estéril este país y su cruel fardo de hombres que viola,
mancilla y descuartiza a las hijas inocentes de Centroamérica
y las exhibe sin pudor en sus vitrinas aquí en los prostíbulos
de San Juan del Río, Querétaro, para que sus hijos, proxenetas también,
compren la carne del dolor y nos masacren en los mismos lechos
donde los arrullan los paternales y erectos falos que violan sin descanso
a sus propias madres.
Semblanza:
Balam Rodrigo (Villa de Comaltitlán, Soconusco, Chiapas, México, 1974). Exfutbolista, biólogo y diplomado en teología pastoral. Autor de veintisiete libros de poesía (veintitrés títulos y cuatro libros reeditados): Hábito lunar (Praxis, México, 2005), Poemas de mar amaranto (Coneculta- Chiapas, México, 2006), Libelo de varia necrología (Secretaría de Cultura, GDF, México, 2006; FETA, México, 2008), Silencia (Coneculta-Chiapas, México, 2007), Larva agonía (Instituto Mexiquense de Cultura, México, 2008), Icarías (Ayuntamiento de Campeche, México, 2008; Literal, México, 2010), Bitácora del árbol nómada (Jus, México, 2011), Cuatro murmullos y un relincho en los llanos del silencio (Ediciones La Rana, México, 2012), Logomaquia (Espejitos de Papel Editores, Puerto Rico, 2012), Braille para sordos (Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de México, México, 2013), Libro de sal (Editorial Posdata, México, 2013), El órgano inextirpable del sueño (antología 2005-2015) (Metáfora Editores, Guatemala, 2015), El corazón es una jaula de relámpagos (antología 2005-2015) (El Gallo de Oro, País Vasco, España, 2015), Desmemoria del rey sonámbulo (Ediciones Montecarmelo/Secretaría de Cultura de Guerrero, México, 2015), Iceberg negro (Ediciones Atrasalante/Coneculta-Chiapas, México, 2015), Bardo. Pequeña antología (Editorial Carajo, Chile, 2016), Silbar de mirlos para la hermusa (Gobierno del Estado de San Luis Potosí/Secretaría de Cultura, México, 2016), Morir es una mentira grande que inventamos los hombres para no vernos a diario (Ediciones O, México, 2016; UADY, 2017), Sobras reunidas (antología de poesías & pensamientos inútiles) (Los Bastardos de la Uva, México, 2016), Colibrije (Fondo Editorial Estado de México, México, 2017), Marabunta (Libros Invisibles/CECAN-Nayarit, 2017; Praxis, México, 2018; Yaugurú, Uruguay, 2018; Los Perros Románticos, Chile, 2018, en prensa), Ceibario (IMAC/Tijuana, 2018) y Libro centroamericano de los muertos (Fondo de Cultura Económica, México, 2018). Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés, inglés, polaco, portugués y zapoteco, y aparecen en antologías, revistas y diarios de México, así como en publicaciones de Alemania, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, España, Estados Unidos, Francia, Guatemala, Honduras, Perú, Polonia, Portugal, Puerto Rico y República Dominicana. Su poesía está incluida en: Antología de poesía contemporánea México- Colombia (Colombia, 2011), Nove poetas mexicanos dos anos setenta (Brasil, 2011), Vientos del siglo. Poetas mexicanos 1950-1982 (México, 2012), Lumbre en el almaje. Muestra de poesía mexicana (1970-1985) (Guatemala, 2012), Antologia de poemas mexicanos (Portugal, 2013), Poetas mexicanos del nuevo milenio (Colombia, 2013), Antología general de la poesía mexicana (Océano, 2014), Espejo de doble filo. Antología binacional de poesía sobre la violencia Colombia- México (Ediciones Atrasalante, 2014), Un poema en que no mueras nunca. 64 poetas latinoamericanos nacidos entre 1970 y 1990 (Colombia, 2014), Del caos a la intensidad. Vigencia del poema en prosa en Sudamérica (Perú/Argentina, 2017), Ganarse la vida para siempre. Antología poética XXV Maratón de Poesía del Teatro de la Luna (República Dominicana, 2017) y Oír ese río. Antología poética de los cinco continentes (Argentina, 2017). Su obra ha merecido diversos reconocimientos, entre otros: Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2012, Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2014, Premio Nacional de Poesía José Emilio Pacheco 2016, Premio Nacional de Poesía Amado Nervo 2017, Premio Nacional de Poesía Tijuana 2017 y Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2018. Sus libros Libelo de varia necrología, Bitácora del árbol nómada y Sobras reunidas (antología de poesías & pensamientos inútiles) fueron elegidos por el diario Reforma entre los mejores libros de poesía publicados en México en 2009, 2011 y 2016 respectivamente, mientras que Braille para sordos fue seleccionado por el diario El Norte como uno de los mejores libros de poesía de 2013. Finalista del I Premio Internacional de Poesía Medardo Ángel Silva 2014 (Ecuador), del V Certamen de Poesía Hispanoamericana Festival de La Lira 2017 (Ecuador) y del III Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya 2017 (España). Miembro del Sistema Nacional Creadores de Arte.