“Hay una cierta inclinación de la luz
en las tardes de invierno,
que nos oprime, como el peso
de las melodías de una catedral”.
Emily Dickinson
I
Leí Dos maneras de la luz, de la poeta y escritora Alejandra Atala; la leí con celo, con asombro y también como quien se acerca a cobijarse por la noche, deseosa de acostumbrar los ojos para vislumbrar el camino. Hasta encontrarse cierta y serena de que ha llegado a buen puerto.
II
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas…”.
Charles Dickens
Con estas palabras da inicio una de las obras más emblemáticas del autor inglés, y también son estas palabras las que me han perseguido tras andar por la poesía de Alejandra Atala. La musicalidad de su poesía se imanta en mi memoria para pensarla paralelamente en el gran inicio de la obra de Dickens, Historia de dos ciudades. ¿Por qué o cómo una obra narrativa me permitía discernir la poesía de Atala? No es un misterio, como no lo es que la poeta es también una narradora que construye historias a partir de la palabra poética; sin embargo, heme aquí tratando de describir los entresijos de la luz que mira y en la que se mira la poeta Atala. Porque mientras Dickens avizora una dicotomía entre la luz y la sombra, Alejandra Atala construye Dos maneras de la luz en la poesía.
El libro, editado cuidadosamente por Editorial de otro tipo, lleva en la cuarta de forros un texto breve del poeta mexicano Vicente Quirarte, el cual por su agudeza, comparto en su totalidad, a continuación:
“El exilio es permanente para quien acepta vivir en e filo de la navaja. No es un mal sino una consciente asunción. Ser mujer y ser poeta significa ser diferente a todos y a todo. Estar aislada. Soledad es independencia. En la plenitud de sus poderes femeninos, Alejandra Atala provoca, subvierte, obliga a su lector a vivir los instantes que nos corresponden con plenitud y valentía. Cada aventura que intentamos está destinada al fracaso, pero es preciso como creaturas de otro linaje, entrar en el vértigo que puede conducir a la perdición o a la gloria, en el caso de la poesía, palabras sinónimas. Los poemas de este libro así lo demuestran”.
Ser mujer y ser poeta significa ser diferente a todos y a todo, declara el maestro Quirarte, y con estas palabras da forma precisa para imaginar a la poeta Atala, quien muestra con esta obra más de cincuenta poemas, en los cuales conserva uno y el mismo aliento como si de sostener un canto se tratara.
III
Dos Alejandras y una luz, porque este libro de poesía se sostiene de ventanas, que miran hacia adentro, hacia el hogar y el asidero de la poeta. La Primera ventana Vivimos como podemos, y también Las exiliadas, a Ti, A tu paso, títulos de lo que ahí transita, convocándonos a mirar, a mirarnos íntimamente:
Queremos como podemos,
extranjeros de nosotros mismos
en el pintado embeleso de aquello
que en sinapsis espacial
urde del diálogo sin fin
la sensación de existir.
La Segunda ventana Volcánicos paisajes, teje la memoria de una vida, una, una vida en caleidoscopio de presentes: una vida todas las veces vivida y multiplicada en la memoria. Dos Alejandras y una luz, ante los ojos de quien esto escribe, dos maneras que se unen sin superponerse para crear la armonía con la palabra, como bien declara la poeta Atala,
Claridad y sombra
a fin de cuentas
la misma cosa,
dos formas de la luz,
dos formas de mirar
cuando se mira
cuando la tarde cae.
Sea pues, doy paso a la contemplación, la luz se ha encendido en el pecho, en las calles, en la mirada, el libro está quieto, adentro de cada lector, la luz, y con ella la más íntima de las Alejandras.