–¡No comprendo a los mexicanos! ¿Por qué andan siempre de pleito? ¿Por qué se pasan la vida derrocando gobiernos y matando presidentes? ¿Por qué vierten sin cesar torrentes de sangre? No entiendo.
Arkadi Avérchenko “El mexicano”[1]
Entonces, ¿crees que has sido víctima?, ¿o has sido impulsado a ser parte de esa producción en masa a la que perteneces? –increpaba a Tú en nuestra última reunión, y como lo imaginé al momento de formular el cuestionamiento, en él no hubo respuesta que pudiese externar, hasta hoy que me ha vuelto a llamar a su presencia. Espero su comentario me satisfaga.
Verás –inició-, la tendencia siempre ha sido hacia la normalización, estoy de acuerdo, y si de alguna manera me acusas de ser igual al resto, explícate, ¿realmente interesa? El ser humano de esta sociedad que comparte la miseria de vivir en M. está deseoso, como yo, de lograr que el otro deje de ser manipulado por la mayoría y se convierta a las ideas revolucionarias.
Me explico: ¿no estaban muy interesados en que la población dejara de votar por el tricolor? Yo también, lo acepto, al igual que en cada temporada electoral. Hace poco, todos decían que lo mejor era votar por el cambio azul, luego el del sol y ahora el de la “M”. Pero respóndeme: ¿realmente llegará el día en que alguno de esos representantes sociales carezca de los vicios del anterior? No dudo del buen inicio de cualquiera que se diga estar apostando al cambio, mi pregunta va más hacia el sentido que tú mencionabas con los zapatos, ¿qué va a pasar cuando todos nos volvamos a la no norma, ¿eso no nos convierte inmediatamente en normados?
Y sé lo que me responderás, que estoy cayendo en el pensamiento más absurdo del desesperanzado. Sucede que he traído una idea dándome vueltas, es referente al miedo.
El miedo, como me has convencido también tú, mi creador, es un sentimiento inmanente, no podemos evitar sentir temor a lo desconocido, virar la cabeza cuando escuchamos un sonido extraño persiguiéndonos en la calle, tan solo para descubrir que se trata de una bolsa de plástico arrastrándose entre la maleza.
Mi comentario entonces va en el sentido de la sociedad, si es verdad que funcionamos en masas porque así nos han moldeado, ¿también dominan los aspectos a los que debemos tener miedo y a los que no? Entonces, el revolucionario sería aquél que se opone a lo conocido desde el temor, planteándose que la otra opción traerá menos violencia-dolor-carencias. Pensando la situación de esta manera, fácilmente llegamos a comprobar la teoría, pero olvidamos un aspecto: ¿no era el temor a lo desconocido aquello por lo cual se incrementa el miedo?
El miedo a lo desconocido puede ser la razón por la que el habitante común de M., aquel sin acceso a la información, sigue eligiendo a su partido de siempre, eso es fácil de entender. Lo que no es igual de sencillo es al momento en que vemos las redes sociales saturadas a favor de la candidata con nombre marino, a pesar de que la mayoría de ellos desconocen si el cambio prometido será el esperado.
Volvemos al tema de la esperanza como núcleo de la reflexión humana.
¿La esperanza erradica al miedo? Entonces, ¿tiene algún sentido tratar de vencer la esperanza de todos los que creen que el cambio en su partido de siempre es real?
¿Qué pasaría si se desatara un temor colectivo? ¿Funcionaría como manipulación de las masas?
Respóndeme…
[1] Del libro El mexicano y otros cuentos, traducción de Valeria Artemyeva y Alfredo Hermosillo, editado por Puertabierta Editores (2016).