Deseo de ser punk es el libro que me llevaría a la hipotética isla desierta si solo pudiera llevarme uno. En este momento de mi vida, con sesenta años a mis espaldas, y después de haber leído una barbaridad de libros, si mañana me tuviera que desterrar (o me desterraran), me llevaría este porque puedo sacarle muchas lecturas y sobre todo porque me va a hacer regresar una y otra vez a esos dieciséis años que aún llevo dentro.
Si en algún momento de nuestras vidas estamos cerca de esa verdad de la que tanto se habla, creo que es justo a los dieciséis años, cuando nos damos cuenta por primera vez de lo que hay a nuestro alrededor, cuando por primera vez vemos una realidad que hasta ese momento nuestros ojos de niño no nos permitían ver.
Este libro es trascendente porque lo cuenta una chica de dieciséis años que, además, nos habla de todo, no se deja nada. La genialidad del libro es —por supuesto— que lo escribe una Belén Gopegui de dieciséis años. Yo no sé cuándo escribió este libro, pero seguro que físicamente no tenía dieciséis años aunque seguramente sí los tenía su corazón.
Creo que las personas tenemos una edad, una edad que nos marca, y yo soy (o quiero ser) uno de esos maduros de corazón adolescente, y será por eso que esta obra me ha tocado el alma, y será por eso que la conexión ha sido absoluta.
Belén Gopegui, como cualquier letraherido sabe, es una escritora que posee una técnica narrativa excepcional, poco se puede decir de su estilo que no se haya dicho ya, su forma de escribir es un derroche exquisito, que en esta novela viene envuelto en naturalidad, la espontaneidad de una Belén Gopegui de dieciséis años contando las verdades tal como las hubiera contado Belén Gopegui a los dieciséis.
Es una pasada encontrarte con una autora de dieciséis años y darte cuenta de que tú también tienes dieciséis. Vuelves a vivir con ella esa añorada adolescencia. Te recuerdas. Regresas. Y algo se te remueve muy adentro.
Seguiré leyendo los libros de Belén hasta que los acabe todos, pero no sé si voy a encontrar a otra Belén que me llegue como me ha llegado esta, y que me haga sentir cómplice, y que me deje con las ganas de haber vivido con ella esta historia —seguramente ficticia— que perfectamente podría ser real.
Belén Gopegui tiene dieciséis años.
Probablemente, B.G. siempre tendrá dieciséis años.
Y esta reseña la ha escrito un PL que también cuenta dieciséis.