El otro día me encontré con un trozo de un cortometraje que llamó mi atención. En él, un grupo de personas observan cómo encierran a otro grupo (sin ropa) en una camioneta; después de que sellan la entrada al vehículo, conectan el tubo de escape a la cabina donde están encerrados los segundos y ponen en marcha el motor.
Durante todo este tiempo la cámara permanece estática al igual que los espectadores de la masacre. Hasta aquí el fragmento. De inmediato, busqué lo que faltaba y vi el cortometraje completo, esperando que se continuara lo planteado en la primera escena. Pero lo que sigue, son varios minutos de un hombre gris, que nos presenta su vida diaria: la habitación, su auto, las calles de su colonia. La escena del inicio contrasta con las siguientes por su aparente lejanía temática, aunque esto es solo apariencia.
Si llevo la interpretación al extremo, una de las posibles intenciones del director, Roy Andersson, es la de crear una sensación de profundidad y contraste. Como espectadores, sabemos que en el mundo del cortometraje ocurren cosas tan terribles como las de la escena del principio; conocer la vida cotidiana de un hombre solo remarca lo visto con anterioridad. La huella se elonga, abarcando las escenas donde parece no estar pasando nada.
Bajo lo anodinas que pueden parecer las presentaciones del hombre ocurre algo terrible, un mal que repta y parece condenarlos a todos. Por eso casi hacia el final el hombre parece tener miedo, como si se encontrara en peligro, como si él pudiera ser el siguiente en la camioneta. La medianía entonces se convierte en una máscara tras la que se esconde el miedo a la muerte.
El cortometraje lleva por nombre World of Glory (1991), ya desde el título se deja ver una profunda ironía. Más que de una risa estrepitosa, se trata de una burla interna, acaso devastadora, como el descubrimiento de un mal chiste. De la sugerencia sobre la posible deriva del mundo cotidiano, de la marca dolorosa que atraviesa todo el cortometraje, se puede sacar en claro que incluso en la debacle siempre se busca salir a flote, buscando por lo menos alguna clase de normalidad.