Preservar la imagen y el acontecer de los individuos como castigo social ha cobrado mayor fuerza en los últimos años. Día a día aparecen videos o fotografías en los que se pueden observar a sujetos no siempre en las mejores de las situaciones.
El primero que recuerdo, al menos en México fue el caso de Edgar, que fue protagonista del video que mostraba como intentaba cruzar un pequeño arroyo por medio de un tronco mal colocad. Los gritos que generó en su intento fueron objeto de burla y después de sensación, incluso participó en un comercial con una marca reconocida de galletas, circunstancia que significó un beneficio y un cierto atenuante al video. Podríamos decir que este evento tuvo un final feliz.
Otro de los primeros casos fue el video protagonizado por el “Niño Verde” en el cual aparecía recibiendo dinero de manos empresariales a cambio de favores políticos. México entero observó, cortesía de cadena nacional, como el joven legislador se manchaba las manos de corrupción. Si bien la vida política de “El Niño Verde” sobrevivió, no volvió a brillar de la misma forma.
Sin embargo, si comparamos la importancia de ambos videos, el primero el de un niño que se cae y el segundo el de un “niño” que roba, no cabría dudar de que el segundo cobra mayor relevancia, no sólo por los personajes, sino por constituir un delito, pese a ello, el video de “La Caída de Edgar” tuvo un mayor número de reproducciones. ¿Por qué fue así?, la respuesta es simple, por el medio de reproducción, uno fue puesto en la televisión y otro en internet.
Desde ese momento se sentenció a la manera tradicional de dar a conocer los hechos y es precisamente, que después de ello, todo se pierde en la oscuridad del escándalo, asolado principalmente por el morbo, pero que no por ello se aleja del todo de un interés social de hacer justicia.
Y es que, a partir de entonces, la presión social encontró un nuevo vórtice para desenvolverse, internet y, especialmente, las redes sociales. La sociedad internauta se percató que su opinión pesa al momento de tomar decisiones, como si de una herramienta democrática se tratare.
El problema es que la justicia impartida a través de las redes sociales, o que se pretende hacer no deja de ser una opinión generalizada que ejerce una presión desmedida sobre los tribunales, secretarías, secretarios, gobernadores y cualquier autoridad, para que cierta sentencia, dictamen o decisión se encamine hacia donde la opinión internauta lo desea.
Para tomar una decisión se necesita información, conocimiento del caso, pruebas, no basta el simple querer, la afinidad o el fastidio, tampoco importa que uno se identifique con algún personaje de la escena, la cuestión será que, independientemente de si es inocente o culpable, será quemado por las llamas del fuego social por igual.
Es por ello importante recordar que, si bien es cierto que una opinión es respetable por el simple hecho de ser una manifestación de libertad, no por ello significa que será cierta.