La locución latina Damnatio memoriae significa “condena de la memoria”. Se constituyó en la antigua Roma como una práctica para penalizar el recuerdo del castigado. Así el rostro, nombre, figura y hazañas se perderían anónimamente a través de la historia.
El proceso se iniciaba tras la muerte del emperador en turno, el pueblo se reunía para hacer un balance entre las cosas buenas y las malas que hubiera realizado. Si el resultado era más positivo, se alababa su nombre, entre otros premios se obtenían calificativos como “El Gran”, “El Erudito” etcétera; incluso se llegaba a decretar la Apoteosis, es decir, la divinización del hombre, por lo que a partir de ese momento recibiría culto.
Empero, de ser negativo el resultado, en especial cuando era repudiado y detestado por la gente, el senado procedía a decretar la damnatio memoriae y el nombre del perjudicado comenzaba a eliminarse de todos los registros: actas, monumentos, esculturas, pinturas, monedas, edificios, placas, etc. Esta cuestión se llamaba abolitio nominis, que significa borra el nombre de las inscripciones y que es parte inicial de la damnatio memoriae.
Calígula, Nerón, Galba, Maximino Daya, Vitelo y otros emperadores más fueron condenado a la damnatio memoriae. Sin embargo, en la práctica resultó difícil borrar sus nombres de todas las crónicas y documentos.
Es por ello que todavía al día de hoy conocemos sus nombres y sabemos lo que hicieron. Además de que al final de cuentas, sus registros de damnatio memoriae se preservaron para demostrar el poder del imperio romano sobre el tiempo. Este castigo también se utilizó en el papado, cuando el papa Esteban VI la aplicó a su antecesor, el papa Formoso durante el “Concilio Cadavérico”, en el cual el cadáver fue desenterrado y vestido con sus ropajes sacramentales, sentado en la silla papal y sometido a juicio. Fue declarado culpable y su pena fue la damnatio memoriae.
En el siglo XX, en la U.R.S.S., Stalin aplicó esta pena contra sus enemigos políticos. Los casos más recientes sucedieron en 2011 durante la revolución egipcia en la cual se eliminaron de lugares públicos los nombres de Hosni Mubarak y su esposa. Y en 2013, la Casa Real Española añadió un archivo en su página que incluía el nombre de Iñaki Urdangarin. Propiciando así que, en las búsquedas realizadas por cualquier motor que incluyeran contenido de la página real, se excluyera de los resultados dicho apellido.
Este último caso resulta de más interesante, toda vez que, es el primero que incluye a la tecnología de lleno. Cabe recordar que, si bien han existido peticiones de supresión de nombres, fotografías y videos a los motores de búsqueda, en especial a Google (por ser el más importante en estos momentos) estas solicitudes se distinguen de la damnatio por ser una petición personal, fundada en el derecho de preservar su privacidad, y si tomamos en cuenta la dificultad de responder la pregunta de: ¿qué es la privacidad? de manera eficiente, tal petición se convierte en una solicitud realizable por el simple hecho de poder hacerla. Así de sencillo. Mientras que la damnatio memoriae, es una pena impuesta por una autoridad.
Resulta curioso reconocer como en la actualidad se han reformado las formas de castigos social, no olviden que la damnatio era precisamente una decisión popular. Y hoy, antes de hacerte olvidar en la historia, se ha llegado a la conclusión que no existe mayor castigo – aun mayor que el de desaparecer todos los registros de una persona- que preservar los registros, en especial los negativos. Es por ello que día a día conocemos un nuevo video en el que se exponen a personas en momento incómodos o criticables socialmente.
Esta situación va desde servidores públicos hasta menores de edad, por lo que, si bien puede ser una suerte de castigo social para nuestras autoridades, se vuelve un arma de doble fila al existir la posibilidad de que cualquier individuo pueda ser señalado por los demás, sin la posibilidad de una sana defensa.
Por ejemplo, existen videos que circulan en redes sociales donde se exponen a autoridades, excediendo sus facultades, lo cual se puede calificar de acierto, pues sus acciones son de interés público. Por el otro lado, gobernados que desgraciadamente se encontraron en el momento y lugar equivocados y sufrieron la furia del pueblo. No debemos olvidar que, si bien la tecnología es una herramienta importante para preservar los hechos, hemos de ser cuidadosos de lo que se debe preservar y lo que debe ser eliminado, porque los particulares, es decir, los gobernados, las personas comunes y corrientes, poseemos derechos y si se vulneran es posible llevar la controversia a los juzgados y tribunales correspondientes a fin de hacerlos valer.
Si en la antigüedad, la máxima pena aplicable a un individuo era el olvido de su memoria, en especial de sus grandes obras; en la actualidad es el recuerdo de su persona, en especial de sus peores defectos.