No veía a dónde la llevaban, ni quiénes la guiaban bruscamente de los brazos a través de los pasillos; con ese saco sobre su cabeza solo percibía el eco de sus pasos.
Reprimió un sollozo que amenazaba con escapársele del pecho. Estaba aterrada, el sudor en su cuello y el palpitar en sus oídos lo delataban, pero debía disfrazarlo detrás de su dignidad intacta. ¡Que la castigaran como quisieran! Nunca se había retractado de sus actos, y menos ahora ante la presencia de la muerte.
Irguió la espalda y avanzó con la cabeza alta, desafiando por igual a sus verdugos y a su miedo. Finalmente atravesaron un portal. Pudo oler la hierba fresca y escuchar los cantos de los pájaros, los cálidos rayos del sol acariciaron su piel.
“Qué hermoso día, quisiera morir con los ojos abiertos”.
La arrastraron contra una pared y se quedó así, ciega y sola, por lo que pareció una eternidad. Le asaltaron los recuerdos y las posibilidades rechazadas. Imaginó cómo estaría en ese momento si hubiera aceptado los designios de su pasado: en una casa de vecindario tranquilo, viendo a sus dos o tres hijos jugar bajo el sol de la tarde, y recibiendo a su amoroso esposo a la puerta con una sonrisa.
Ese futuro murió el día en que tomó la primera gran decisión de muchas. Su única certeza en el torbellino de sus dudas, era que no se arrepentía de ella, pues entonces nunca lo habría conocido.
Una mano se entrelazó con la suya, y una voz, llena de cariño, le murmuró a su lado:
—Hola. Me alegra que estés aquí.
Sonrió a la par que su pecho se henchía de emoción. Qué alivio tenerlo a su lado. Se lo imaginó ahí, con sus ojos de mirada astuta y su sonrisa franca, ocultas tras un saco como el suyo; la misma sonrisa que años atrás la había enganchado para nunca dejarla ir.
—¿Estás asustado?
—Un poquito. Ya me he resignado, en realidad. ¿Y tú?
—Estoy aterrada-admitió en un susurro.
Ante ellos se escucharon los pasos del pelotón.
—¡Compañía…!
—No lo estés. Será como si durmiéramos juntos para siempre.
—¡Preparados!
—¿Me lo prometes?
—¡Apunten!
Sintió, a través de la aspereza de la tela, la presión de unos labios que se amoldaron perfectamente con los suyos. Se dejó llevar por el estallido de su corazón, entre lágrimas y risas, antes del primer impacto.
Semblanza:
Ximena Velasco nació en la Ciudad de México el 20 de mayo de 1996, y actualmente vive en Cuautitlán Izcalli. Recién egresada de la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en FES Acatlán; escribe, de preferencia, terror, fantasía y ciencia ficción, y ha publicado cuentos en plataformas como Caltiki Magazine y Revista Fantastique.