Hablamos hoy de la Sara Mesa de 2012. Acabo de leer la cuarta edición de su Cuatro por cuatro, colección Compactos, que sería, por tanto, la quinta en total. Como he leído alguna de sus obras más recientes, ya puedo decir que observo un progreso reconfortante.
«Al principio escribía varias páginas en un día, casi todos los días. Los saltos entre un día y el siguiente eran saltos menores; era sencillo mantener el tono, la referencia. Luego las cosas se fueron estancando ―algunas― y apresurándose ―otras―; mis escritos comenzaron a ser más cortos, empecé a faltar algunos días, se debilitó el anclaje».
Hay mucha magia en esta historia, muchos personajes para recordar, para analizar, todo un mundo alrededor de un colegio y de una ciudad llamada Cárdenas, que es el Yoknapatawpha particular de la autora.
«Después, sí, vino el hueco».
Sara Mesa es sutil, intuitiva, su literatura es un claroscuro literario lleno de matices, cuánto dice con lo que dice, y cuánto con lo que no dice, sus historias son palpables, tienen densidad y la atmósfera lleva siempre la marca de la casa.
«Lo anticipé sin quererlo. Escribí “dejaré un hueco” pensando que me estaba refiriendo sólo a unas cuantas horas de lo que fue una tarde de locura. En realidad inauguraba un hueco que ha durado ya más de tres semanas».
Sin lugar a dudas hubiera sabido que este Cuatro por cuatro era de ella aunque lo hubiera firmado con seudónimo. Sin lugar a dudas, volveré con Sara el próximo año porque ya es una de mis escritoras indispensables.
«Uno escribe a continuación de lo anterior y es como si el tiempo no hubiese transcurrido. Se escribe de corrido y se crea la ilusión de movilidad y de ritmo natural, como detrás de un fondo de latidos. No se recogen las interrupciones ni las síncopas».
Tiene esta historia el aroma de los cuentos ancestrales, la terminas y te quedas pensando en ese mundo ficticio que no tiene nada de ficticio, pues consigue la autora lo que ya consiguieron los clásicos, crear un escenario irreal sustentado por las más terribles realidades.
«Pero todo es erróneo».
Cinco ediciones. Y unos tiempos sin tiempo. Ya no se cuidan los libros como antes. Tampoco los lectores son los de antes. Ahora todo son prisas. Cuatro por cuatro, como dijera Cela, necesita un lavado de cara:
«Los libros que tienen muchas ediciones acaban siempre por ensuciarse y, de cuando en cuando, conviene fregotearles la cara para volverlos a su ser. Esto de la higiene es arte capcioso pero necesario, arte que si bien debe usarse con cautela para no caer en sus garras, fieras como las del vicio, tampoco es prudente huirlo ni despreciarlo».