El mensaje por el penúltimo informe gubernamental federal emitido el sábado por el propio enrique peña nieto, fue un ejercicio de autocomplacencia (como lo han sido todas sus actividades, discursos y presentaciones públicas) avalado evidentemente por todo el aparato oficial, su partido, su familia y los medios que tiene a su disposición.
Bajo la protección, sonrisas, aplausos y bendición de (dicen) mil 400 personajazos de la penosa realidad mexicana que estaban reunidos en el palacio nacional, en pleno corazón del país, habló por más de una hora de todos sus logros, de cuán maravilloso y magnánimo ha sido con su pueblo y, por supuesto, de lo agradecidos que deberíamos estar con él por haber decidido acceder a gobernarnos.
El del sábado fue algo muy parecido a un ejercicio de rencidión (perdón, rendición) de cuentas como pocos he visto en mis años reales en esta moribunda tierra.
No importa que los detractores eternos de su majestad digan que faltó autocrítica o hablar de temas tan álgidos como los desaparecidos, los periodistas asesinados o los dos o tres pesitos que ha gastado para promocionarse; tampoco que los fantasmas creados a lo largo de toda una vida dedicada al servicio público (el “conjunto de actividades y prestaciones permitidas, reservadas o exigidas a las administraciones públicas”, detalla textual es.wikipedia.org) ronden la cabecita loca de esos que solo se empeñan en hablar de lo malo obviando todo lo bueno que está por ahí en alguna parte.
Por sujetos como esos, que se la pasan criticando al gran maestro, una minoría desinformada ignoró las armas que nuestro caballero de reluciente armadura ha empuñado para enfrentar y proteger a su pueblo de todos los demonios de todas las épocas que han osado intentar una conquista para convertirnos a todos en esclavos de un señor malvado y perezoso, o quizá de un enorme monstruo que se alimenta de mexicanos hambrientos, miedosos y cobardes, o incluso de una horda de terribles alienígenas que requieren nuestra increíble fuerza de trabajo, nuestra siempre bienaventurada esperanza o quizá hasta nuestro enorme compromiso y pasión por 22 sujetos en un enorme espacio rectangular pateando una pelotita, para salvar su planeta.
Como sea, fueron pocos los que no entendieron cómo es que nuestro héroe, al frente de cinco naves interplanetarias a las que nombró “economía”, “desarrollo social”, “educación”, “seguridad” y “política exterior”, acudió al llamado que recibió telepáticamente del mismísimo Hunab Ku pidiéndole ayuda para salvar este y algunas otras decenas de mundos y universos que estaban a punto de colapsar debido a un enorme agujero negro del tamaño de su ego.
“Y entonces más allá del horizonte amado, aparecieron ante mí y se postraron a mis pies un gran y colorido unicornio, una arpía de enorme envergadura con un falso halo de belleza y también un pitufo pequeñito y azul (creo que era “vanidoso”). Y cada uno extendió su cuerno, sus alas y su espejo para mostrar cuán grande, bello y maravilloso soy. Pronunciaron palabras de vida y fe que forjaron una gran armadura que a la fecha me protege de las altisonancias nocturnas en las noches independentistas, de los ataques infundados de una izquierda disfrazada y de todos esos terminajos en inglés, francés, árabe, español… que no puedo comprender…”.
So in that night, the darkest ever, i understood all, and flew away till the kingdom of Oz and sing a song: “We’re off to see the wizard, the wonderful wizard of oz” and then, everything gets cleared and I knew it… and when I woke up the infrastructure was still there…
Whatever. El punto es que estuvo bien todo. Las luces, la música y hasta los coros… todo así, bien padre y bien bonito…