Este año se está celebrando la poesía en 67 países de cuatro continentes. La convocatoria para la edición 17 del Festival Internacional de Poesía Palabra en el Mundo se atendió en Aguascalientes en los primeros días del mes. Bajo el lema “Respeto y cuidado por la vida”, se invita a dedicar el mes de mayo a la lectura y difusión de la poesía, fuera de los lugares consagrados.
Por primera vez, este festival formó parte de la programación cultural de la gran feria, siempre como una actividad independiente. En años anteriores se realizó en centros educativos y espacios públicos, hacia finales de mayo, cuando en el medio cultural hidrocálido ya se habían disipado los aires feriales. Considerábamos incompatible con ese torbellino cualquier actividad artística ajena al programa cultural.
Sin embargo, este año encontramos un aliado importante en la Asociación de Libreros de Aguascalientes, A. C., que ha iniciado la tradición de la exposición y venta de libros en el Jardín de los Palacios, en el primer cuadro de la ciudad. También ha llegado a otros municipios del estado. Y se ha caracterizado por fomentar el libro y la lectura en línea y de manera presencial; a través de su página en Facebook, durante la pandemia mantuvo la entrega a domicilio de libros vendidos, entre otras actividades como subastas de libros en línea. En la postpandemia, ha regresado a ocupar las calles con presentaciones editoriales y lecturas públicas, como foro para escritores y editores locales y de la región.
Considerando lo adecuado de ese espacio para realizar lecturas de poesía, aproveché la apertura de los libreros para darle difusión al festival. De esa manera evitaba la inútil competencia contra el aparato institucional y mantenía el carácter independiente de la iniciativa. El resultado confirma el acierto de la decisión. En todas las mesas hubo público, muchos para escuchar a sus amigos, otros porque las vieron anunciadas en los medios y acudieron curiosos.
Poco después de las seis de la tarde del jueves 4, viernes 5 y sábado 6 de junio comenzaron las lecturas en las que participamos diez lectores, algunos más de una vez. Al final de cada día se abrió el micrófono y el público pudo participar.
El primer día leímos Fabián Muñoz, Juan Manuel Bonilla, Alfonso Reséndiz y yo. El primero, siempre entusiasta, leyó poemas donde resuenan sones cubanos. Textos breves, leídos con claridad y precisión, para transmitir la emoción de lo fugaz y lo histórico anudados en una experiencia poética. En su turno, el segundo compartió parte de Fetiches para Aridia, un breve poemario recientemente editado por La Nigua en su Serie Tacordeón, con portada de Juan Manuel García Jiménez. Ahí el poeta desata su fetichismo en imágenes intensamente líricas.
Reséndiz no escribe poesía, pero presentó una propuesta muy interesante, titulada “Fuego nuevo canto y flor”. Este arquitecto restaurador, apasionado de la historia, repasa los estudios sobre la raíz mesoamericana de nuestra literatura y propone renovar la ceremonia del fuego nuevo en el Cerro del Muerto en 2027, cuando se cumplan 28 ciclos de 52 años desde la vez que se realizó dicha ceremonia. Tenemos tiempo para incorporar el náhuatl a los idiomas del festival.
Cuando al final del primer día se abrió el micrófono, levantó la mano José Abiud Gaytán, un profesor normalista como Bonilla que también escribe poesía y debutó en una lectura pública con un puñado de textos.
El segundo día leyeron Arlette Luévano Díaz, Eudoro Fonseca Yerena, Patricia Ortiz Lozano, Francisco Pizaña y nuevamente Fabián Muñoz. Todos ellos excepto Pizaña, quien por su parte tiene una importante trayectoria como fotógrafo, cuentan con una importante obra publicada y han recibido reconocimientos de nivel nacional. Arlette y Patricia pertenecen a la Asociación Lectora de Mujeres de Aguascalientes (ALMA), donde se encuentra un buen número de mujeres escritoras del lugar y que organiza presentaciones editoriales, entre otras actividades literarias.
Los lectores de este día seleccionaron poemas breves, adecuados para el público de la plaza, el cual escuchó atento las lecturas. Reconocimos la compatibilidad entre escuchar poesía leída por sus autores una tarde de mayo y la gran feria. De algún modo se formó un público que compra y lee libros de poesía, habituado a escuchar su lectura. Se ofreció una variedad de voces para un público atento. Cuando se abrió el micrófono, una integrante de ALMA leyó emocionada parte de sus escritos.
Finalmente, el sábado leímos Martha Lilia Sandoval, Fernanda Manzo y nuevamente Arlette, Pizaña y yo. La primera realizó importantes investigaciones literarias cuando trabajó en la UAA; actualmente dirige ALMA; leyó varios poemas suyos. La segunda se dedica a la danza, pero siempre quiso expresarse con la palabra; lo hizo y supo que la escucharon.
Y así se mantuvo vivo un festival dedicado a la poesía como una celebración de la vida.