Cuando era joven leía muchas traducciones. En la década de los setenta leí Un extraño en mi vida (Strangers when we meet), de Evan Hunter; aunque la Editorial Luis de Caralt le puso otro título: Fue dicho: no desearás la mujer de tu prójimo.
Ahora, cuarenta años después, cae en mis manos un ejemplar de Quaterni. Y en cuanto (por curiosidad) empiezo a leer, compruebo que el traductor (doble) tiene otro estilo. ¿Quién de los dos se habrá ajustado más al texto? ¿Hemos progresado, se hacen mejores traducciones hoy día, o, por el contrario, también la traducción se ha puesto al servicio del mercado?
Ciertamente, el tema da para un ensayo. Ciertamente, para profundizar en este asunto, habría que leer muchas traducciones antiguas y compararlas con las nuevas. Ciertamente, lo ideal sería que el estudio lo llevara a cabo un traductor.
Como (yo) no tengo tiempo para hacer semejante investigación, utilizaré el método del mayorista de almendras. Este/a señor/a, cuando le llevas un saco de almendras, coge tres o cuatro y hace una cata. Mi cata, en este caso, son unas sesenta palabras.
Traducción de José María Cañas:
1.
Lunes por la mañana.
Octubre gris, en la casa el frío de la hora temprana y un cielo melancólico oprimiéndose contra los cristales de las ventanas. En la cocina, el ruido que hacían los niños. Chris discutía con David. Se burlaba de su hermano más pequeño, que esa noche se había vuelto a hacer pis en la cama.
Otro día.
Traducción de Iñaki Rivero Vélez y Ana Palacio Erdozáin:
1.
Era un lunes de octubre y el frío de las primeras horas de la mañana invadía la casa. Un cielo plomizo se aplastaba contra los cristales de las ventanas. Sólo se oían las voces de los niños en la cocina. Chris se burlaba de David, su hermano más pequeño, porque esa noche se había vuelto a hacer pis en la cama.
Y otro día y otro día…
Texto original:
1.
Monday morning.
Gray October, and an early-morning chill in the house and a sullen sky pressing against the windowspaines. The sound of the children in the kitchen, Chris haggling with David, hounding the younger boy over the fact that he´d wet his bed again the night before.
Another day.
Bufff. En efecto, el precocinado literario también se aplica a las traducciones. Para los que no sepan de qué hablo, el precocinado es una técnica mediante la cual el texto se vuelve superdigerible. Se trata de eliminar cualquier atisbo de personalidad. Es el estilo sin estilo con el que ―generalmente― están escritos los superventas. Es la burguerliteratura adictiva que hoy domina el mercado.
Lo confieso: soy un detector humano de este estilo sin estilo. Ya en la primera página lo detecto. Y abandono. Si el texto es original, entiendo que el autor no lo es. Si es una traducción… Bueno, ya hace mucho que no leo traducciones (Baricco excluido). No me fio. Además, si ni siquiera puedo terminarme los nuestros…
Pero vayamos a lo que interesa. En mi opinión, la traducción de Iñaki Rivero Vélez y Ana Palacio Erdozáin es una clara muestra de precocinado literario.
Evan Hunter empieza situándonos en un momento concreto, “Lunes por la mañana”, y con el punto y aparte nos invita a marcar una pausa, a pensar en lo que representa un lunes por la mañana. Pues bien, en la traducción precocinada eliminan el punto y aparte, eliminan ese “Lunes por la mañana” prologal y nos cuelan un “Era un lunes de octubre…” de lo más empalagoso.
No voy a seguir machacando la traducción “comercial”. Que cada lector lea y relea y saque sus propias conclusiones. Cuando lo pienso… A temblar me pongo cuando pienso en cómo van a traducir mis Nueve semanas (justas-justitas). Si las coge un precocinador*, lo primero que hará será quitar los diminutivos, las palabras compuestas, los paréntesis, corchetes y llaves, las filigranas plateadas y un montón de puntos (de los dos tipos); si pudiera, hasta la sutil ironía quitaría.
Mi personaje (y amigo) está llorando.
No llores, Bloss, siempre nos quedarán los hispanoleyentes.
* Neologismo (de cosecha propia): persona que precocina (lo que sea).