El acceso a la información fue modificado desde que se crearon amplísimas bases de datos llamadas bibliotecas digitales. Desde ahí pueden ser consultados diversos tipos de fuentes de información: tesis, periódicos, libros, revistas y una infinita cantidad de datos como disfrute para la eternidad (una vida no bastaría).
Pese a las ventajas que ofrece la digitalización de documentos (actualización constante, horario abierto, búsquedas más rápidas…) hay lectores que no abandonarían su biblioteca de libros por una virtual. En la biblioteca más antigua se pueden consultar obras completas, mientras que en la digital no hay, en muchos casos, volúmenes enteros de la obra en cuestión, es decir, se ofrecen sólo capítulos, pasajes y resúmenes de obras.
Al contrario, y a pesar de los esfuerzos de los bibliotecarios por mantener al día los acervos de la biblioteca tradicional, son siempre insuficientes comparados con la velocidad del flujo de datos en la red.
Por supuesto, siempre es grato encontrar un e-book (un libro digitalizado o electrónico) en formato PDF para no adquirirlo en la librería más ostentosa (uno de los pretextos más usados –lugar común- para no leer es: “los libros son carísimos”), a condición de que no sea tan extenso. No es lo mismo leer El samurái, de Shusaku Endo, en formato de libro, que en la pantalla de la computadora, por gratuito que sea.
Otro inconveniente de la biblioteca en la red es que no todo se encuentra “arbitrado”, los journals arbitrados son publicaciones integradas con un equipo de expertos en su materia, los cuales definen los criterios que norman la publicación de un artículo.
Esto revela que no toda la información de internet es confiable y abundan los artículos mal redactados, mal transcritos o con datos falsos. Curiosamente la biblioteca digital aspira a contener los volúmenes de la tradicional, de manera que la visión polarizada de ambas herramientas podría tornarse en unidad perfecta si los usuarios de unas y otras accedieran al uso indistinto, a la adaptación y a la adopción.
Todo sitio web que permite realizar búsquedas de información lo hace apoyándose en un motor de búsqueda. Este motor (equivalente al fichero de la biblioteca tradicional) es una caja o renglón donde se colocan las palabras o términos de los cuales se busca información, esta herramienta se acompaña de campos o etiquetas donde se puede seleccionar el sitio del documento en el que se desea ubicar estas palabras: autor, palabra clave, materia, título…
Algunos son más sofisticados e incluyen conectores para realizar combinaciones entre dos términos o más, o dos frases o más, para delimitar la búsqueda. Los más comunes son AND (Y), OR (O) y NOT (NO).
Buscar un libro no debería representar hoy ninguna dificultad. Si el volumen no está en la librería, quizá se encuentre en la red, las dos herramientas son complementarias, lejos del agua y el aceite que nos han querido vender.
Semblanza:
Ricardo Venegas (San Luis Potosí, SLP, 1973), siempre ha vivido en Cuernavaca, Morelos. Estudió Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y es Maestro en Literatura Mexicana por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, BUAP. Miembro del Consejo de Asesores Nacional de la Academia Mexicana para la Educación e Investigación en Ciencias, Artes y Humanidades (2015). Textos suyos han aparecido en las revistas Siempre!, Tierra Adentro, Ulrika, Casa Silva y Arquitrave (Colombia), Agulha (Brasil), Siete culebras (Perú), Contratiempo (Estados Unidos), Fili d´Aquilone y Sagarana (Italia) La Pájara pinta (España), Blanco Móvil, Periódico de poesía, Cantera Verde, Los Universitarios (UNAM), Alforja, La Otra, Casa del tiempo (UAM), en los periódicos Crónica, El Financiero, Excélsior (en los suplementos El Búho y Arena) y en La Jornada Semanal (suplemento del diario nacional La Jornada), en donde publica la columna Bitácora bifronte. Es autor de Turba de sonidos (Ediciones la Rana, 2009), con el cual le fue concedido el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2008 y La sed del polvo (Conaculta/Inba, 2013), antología personal prologada por Evodio Escalante, entre otros.