Resumen
El siguiente artículo tiene como objetivo analizar en novelas mexicanas el papel que tuvieron las mujeres en la Revolución de 1910 a través de las representaciones de algunos personajes femeninos. Para lograr el objetivo, se estudiaron de manera concreta aspectos como la descripción que hacen los narradores de los personajes femeninos, así como su contexto social a través de sus profesiones y clases sociales.
Introducción
Dentro de la narrativa mexicana, la Revolución ha sido un tema recurrente que ha servido para entender un proceso histórico que marcó a una nación. Este acontecimiento fomentó una serie de cambios en México que repercutieron en la vida social y política del país, tales como el cuestionamiento y posterior levantamiento de diversos sectores sociales en contra del gobierno, que reivindicaban unos derechos que, aunque se encontraban registrados en la constitución nacional, no eran respetados por el gobierno, y fomentó la participación activa de los ciudadanos en las decisiones de la vida política del país.
La narrativa de la Revolución Mexicana tiene como características mostrar las desigualdades sociales, la pobreza y el abuso de poder. Los sentimientos de tristeza, desolación, angustia e impotencia son evocados en esta narrativa y esto genera en el lector una reflexión de la situación del país de aquellos años, e invita a hacer una crítica retrospectiva de la realidad actual teniendo en cuenta lo sucedido durante y después de la Revolución.
Las narrativas seleccionadas para este artículo tienen la característica común de haber sido escritas por autores mexicanos. Algunos de ellos fueron testigos directos de la Revolución, tal es el caso de Francisco Luis Urquizo, Martín Luis Guzmán y Mariano Azuela, participantes en diversos frentes revolucionarios. Otros escritores como, Juan Rulfo y Carlos Fuentes si bien no fueron testigos directos, crecieron dentro del contexto revolucionario y posrevolucionario, por tanto, sus relatos sirven de buena manera para ejemplificar lo sucedido durante y después de la Revolución.
Tropa vieja, Los caciques, La muerte de Artemio Cruz, El llano en llamas y La sombra del caudillo, son las obras seleccionadas de los autores mencionados anteriormente. Cada una de ellas refleja diferentes momentos y perspectivas de la Revolución Mexicana. Dentro de cada obra, se desarrollan personajes femeninos que dentro de la narrativa juegan un papel importante a pesar de no ser siempre las protagonistas de la misma.
Las novelas seleccionadas se ambientan en diferentes momentos de la Revolución, por tanto, iremos hablando de cada una de ellas en el orden cronológico correspondiente.
Tropa vieja se ubica entre los momentos previos al levantamiento de Francisco Madero y concluye cuando éste es asesinado por el general Victoriano Huerta. A lo largo de la novela, el autor nos regala diferentes referentes que ayudan a ubicarnos temporalmente con el inicio y desarrollo de la Revolución, tales como: “- Por ahí andan diciendo que ha salido un tal Madero; quiere ser presidente de la república y tumbar a don Porfirio” (Urquizo, 2016: 88).
Los caciques está ubicada en el ascenso de Madero al poder y su muerte en 1913. Azuela en algunos pasajes describe la manera en la que la Revolución avanzaba a las diferentes partes del país y cómo algunas personas la esperaban para derrocar las viejas estructuras establecidas en el Porfiriato, en este caso a los caciques.
Con razón, Mariquita, si esta revolución es para los caciques cosa de vida o muerte has de saber que así como a los frailes se les llegó su día con Benito Juárez, a los caciques les ha llegado el suyo con Francisco Madero…! (Azuela, 1917: 9).
La muerte de Artemio Cruz tiene algunas referencias prerrevolucionarias, pero el grueso de la novela se desarrolla durante y después de la Revolución. En la siguiente escena se pueden apreciar las condiciones en las que se encontraban las tropas villistas al final del conflicto:
Estamos cansados. Son muchos años de pelear, desde que nos levantamos contra don Porfirio. Luego peleamos con Madero, luego contra los colorados de Orozco, luego contra los pelones de Huerta, luego contra ustedes los carranclanes de Carranza. Son muchos años. Ya nos cansamos (Fuentes, 2016: 200).
El llano en llamas, aunque no muestra una referencia temporal específica, brinda datos sobre los tiempos de la Revolución y la posrevolución. Por ejemplo, en el cuento de nombre homónimo a la obra, aparecen referencias a generales y a combates entre diferentes bandos, que reproducen una escena cualquiera de la Revolución:
Llegó la señal. Se oyó un chiflido largo y comenzó la tracatera allá lejos (…) Para la siguiente descarga tuvimos que esperar. Alguno de nosotros gritó “¡Viva Pedro Zamora!” (…) Luego comenzó la corretiza por entre los matorrales. Sentíamos las balas pajueleándonos los talones (…) (Rulfo, 2017: 71).
La sombra del caudillo es una novela posrevolucionaria que se centra en el caudillismo imperante en el país en los momentos finales y posteriores a la Revolución. Guzmán hace referencia en diferentes partes del libro a la figura de Álvaro Obregón, “el caudillo”, si bien no es un personaje principal dentro de la obra, las referencias que se hacen a su persona son contantes.
El Caudillo tenía unos soberbios ojos de tigre – ojos cuyos reflejos dorados hacían juego con el desorden, algo tempestuoso, de su bigote gris (Guzmán, 1999: 125).
Presentación de los personajes femeninos de las obras
En la novela Tropa Vieja aparecen algunos personajes femeninos que se relacionan con el protagonista, Espiridión Sifuentes, tales como su madre, Amada Sifuentes, quien es un referente constante del protagonista; Juanita, la esposa o compañera de su compadre Carmona del cuartel y la “chata” Micaela Chávez, “de carne dura, güerejilla, con una cicatriz en la boca, como si siempre estuviera riendo y un poco chata” (Urquizo, 2016: 101), la cual fue amante del protagonista por un tiempo. Aunque estos tres son los personajes femeninos principales de la obra, a lo largo del relato se pueden ver varias referencias generales a otras mujeres que no tienen un nombre en específico, pero de las cuales el autor recoge algunas de sus hazañas, por ejemplo:
A las horas de entrada de las viejas al cuartel, el sargento y los cabos revisaban las canastas y esculcaban a todas para que no metieran el chínguere o la marihuana; ¡buenas aprovechadas que se daban! Eran muy minuciosos en el registro, pero con todo siempre entraba el contrabando pues las mujeres y los Juanes se daban siempre maña para meter el licor o la yerba (…) (Urquizo, 2016: 81).
En la obra Los caciques, las mujeres no tienen un papel protagonista, pero su rol es indispensable para comprender la situación que contextualiza la novela. Si bien hay pocos pasajes donde existen descripciones físicas de las mismas, algunas de las características que se pueden obtener a partir de la lectura son: trabajadoras, críticas, inteligentes, fuertes, indiferentes e interesadas. Las mujeres que aparecen de manera recurrente en la novela son: Dolores, Elena, Esperanza Viñas y Teresa del Llano.
La única descripción física que aparece en la obra es la de Esperanza Viñas, hija de Juan Viñas seguidor de los caciques: “Esperanza echó un vistazo a su falda gris de invierno, muy ajustada a su cuerpecito bien formado, y luciendo sus dientes blancos y menudos” (Azuela, 1917: 16), además se habla de ella como una mujer inteligente y de gran corazón.
Dentro de la obra La muerte de Artemio Cruz aparecen diferentes mujeres, las cuales son un referente constante en la historia. Las más mencionadas son Catalina y Teresa, la primera es su esposa y la segunda es su hija, y en algunos otros pasajes se habla también de Gloria quien es la nieta de Artemio Cruz.
A Catalina la describen en su juventud de la siguiente manera:
El pelo liso y castaño que caía sobre el cuello largo, caliente-desde lejos pudo ver el lustre de la nuca-, los ojos a un tiempo duros burbuja de vidrio: amarillos como los del padre, pero más francos, menos acostumbrados a fingir con naturalidad, reproducidos en las otras dualidades de ese cuerpo esbelto y lleno, en los labios húmedos y entreabiertos, en los pechos altos y apretados: ojos, labios, senos duros y suaves, de una consistencia alternada entre el desamparo y el rencor (Fuentes, 2016: 44).
Otro de los personajes es Regina, la cual, es importante para Artemio Cruz ya que fue la única mujer que amó de verdad. Aunque no hay una descripción precisa de ella, en algunos pasajes la describen como joven, morena, leal y honrada.
Por otro lado, en la novela aparecen dos amantes de Artemio Cruz, una es Laura, y la otra Lilia. Con la primera parece que hubo una relación más fuerte y profunda en comparación con Lilia, quien es descrita como una joven extrovertida y la relación que tiene con el protagonista tiene que ver más con algo efímero de un fin de semana.
Por último, hay otras mujeres que aparecen sin descripción y hablan de ellas de una manera secundaria como Luisa, una prostituta y algunas mujeres indígenas.
En el libro El llano en llamas, Rulfo describe a los personajes femeninos quizás no de una manera tan directa, pero sí con insinuaciones que nos deja claro el físico o temperamento del personaje sin necesidad de tener que entrar en más detalles. Como sostiene Hugo Hernán Ramírez: “Con base en el laconismo, Rulfo construye unos personajes que son tanto más significativos cuanto más se perfilan a partir de pinceladas, (…) se omiten las descripciones y se impone la sutil insinuación sobre la hiriente claridad” (Rulfo, 2017: 48).
Un ejemplo de ello está en el cuento “Es que somos muy pobres”, donde se describe a la hermana del narrador de la siguiente manera: “La peligrosa es la que queda aquí, la Tacha, que va como palo de ocote, crece y crece y que ya tiene unos comienzos de senos que prometen ser como los de sus hermanas: puntiagudos y altos y medio alborotados para llamar la atención” (Rulfo, 2017: 27).
El llano en llamas se divide en diferentes cuentos en los cuales en cada uno aparece la presencia de alguna mujer. Por ejemplo, en “Es que somos muy pobres”, la Tacha es el personaje femenino destacado, “En la madrugada”, la mujer destacada es Margarita, en “Talpa”, es Natalia; en “Macario” es la madrina del narrador y Felipa, su cuidadora, en “El llano en llamas” al final del cuento se hace referencia a una mujer que fue violada por uno de los hombres de Pedro Zamora, en “Luvina” Agripina es el sustento del hombre, en “Paso del norte” la Tránsito, la esposa del protagonista, es descrita como “una mujer de la calle” (Rulfo, 2017: 119), en “Acuérdate” se mencionan a varias mujeres de manera general, en “No oyes ladrar los perros” se hace referencia a la mamá del protagonista, en “La herencia de Matilde Arcangel” se habla del amor imposible entre el protagonista y Matilde y en “Anacleto Morones” aparecen varias mujeres presentadas como sirvientas de Dios.
En La sombra del caudillo se presentan pocas mujeres, ya que los roles principales los llevan los personajes masculinos. Sin embargo, uno de los personajes femeninos recurrentes es Rosario, una mujer joven amante de Aguirre. Se dice de ella que:
Acababa de cumplir veinte años: tenía el busto armonioso, la pierna bien hecha y la cabeza dotada de graciosos movimientos que aumentaban, con insólita irradiación activa, la belleza de sus rasgos. Sus ojos eran grandes, brillantes y obscuros; su pelo, negro; su boca, de dibujo preciso, sensual; sus manos y pies, breves y ágiles (Guzmán, 1999: 85).
Paquita Arévalo es la esposa de Aguirre, de ella se dice que era “una actriz madrileña, joven y hermosa, había cambiado el arte de las tablas por el más lucrativo y no menos clamoroso de los amores con ministros” (Guzmán, 1999: 130). La relación que tenía con su marido era nula, se veían poco y no se querían.
Contexto social de los personajes femeninos
En Tropa vieja aparecen diversos personajes femeninos que se ganan la vida de diferente manera. Por ejemplo, unas son prostitutas, otras vivían del salario de su hombre y otras, como la mamá del protagonista, que sobrevivían con lo que podían.
Para el primer ejemplo, se citan algunos fragmentos de la novela que hablan de estas mujeres:
Una de ellas (…) se acercó cuando no la veía su hombre y repegándose mucho, como para que la sintiera yo muy bien me dijo: – Si me das un par de pesos, paso media noche contigo. –No te puedo dar más que un peso. –Para que veas que te tengo ganas dame nomás uno cincuenta. – Bueno, arreglado (Urquizo, 2016: 65).
Para el segundo ejemplo se menciona a Juanita quien era la mujer del compadre de Sifuentes, Carmona, y de ella se sabe que siempre estaba muy atenta a su hombre y lo acompañaba adonde él fuera, como buena soldadera. Así, aunque tuviera que llevarse a su bebé a cuestas, lo hacía, como en esta escena:
-Tú debías de haberte quedado; ¿adónde vas con el muchacho a la espalda? -le reconvino Carmona a su mujer. – ¡Cómo me había de quedar! Tengo que ir adonde tú vayas. –Seguro, (…) – si es soldadera tiene que seguir a su hombre, sea donde sea (Urquizo, 2016: 114).
Para el tercer caso se cita a la madre del protagonista, de la cual se sabe que es una mujer que durante toda su vida vivió bajo unas condiciones muy humildes en el campo y que apenas sabía leer y escribir. Así, por ejemplo, en una ocasión le escribió una carta a Sifuentes y en el manuscrito se aprecia una serie de errores ortográficos propios de una persona con escasa educación:
Cerido igo:
Le pido a Dios Yala birgen santicima que te aigan ayudado y te cigan ayudando en ese infierno en que as de estar tu. Llame afiguro los asotes que estaras resibiendo alla y las malas pasadas que tendras que sufrir igo asta cuando te volveré aber seme afigura que primero me muero lla estoi bieja i abandonada i enferma (Urquizo, 2016: 67).
Por otro lado, los personajes femeninos que se presentan en la novela demuestran la astucia y valentía que tenían para salir adelante y cumplir con su rol asignado socialmente. Algunas se las arreglaban para llevarles buena comida a sus soldados, otras les traían noticias del exterior y otras simplemente hacían buena compañía a los hombres.
En la novela Los caciques se pueden observar distintos tipos de mujeres, y en ellas se ven reflejadas diferentes clases sociales, en particular la clase baja y alta.
Una de las mujeres destacadas es Dolores quien es la esposa de don Timoteo, personaje que aparece como opositor de los caciques. Si bien no hay una descripción física de Dolores, a lo largo de la novela se hacen algunas referencias acerca de ella: es comerciante, trabajadora en el negocio de su esposo, es educada, obediente y fiel a su marido, un ejemplo de esto es la siguiente escena donde aparece con su marido:
Doloritas misma pone la chaqueta a Don Timoteo, le coge por un brazo, cierra “La Bandera Mexicana, y sin decir una palabra más, lo hace marchar a su lado. –Hay que pagar los pecados de nuestros padres y los nuestros propios. Haces bien, Doloritas, obedeces a tu educación, a tu instrucción que nosotros los mexicanos hemos dado a la mujer (Azuela, 1917: 10).
Por otra parte, Elena es esposa de Juan Viñas, seguidor de los caciques, ella es el sustento moral de la casa, además de ayudar al negocio de su esposo, se encarga de la casa y de cuidar a sus hijos, en especial el más pequeño, Juanito. Entorno a ella se desarrolla la dinámica familiar, es fuerte, trabajadora y de manera constante está preocupada por las decisiones de su marido. Pertenece en un inicio a la clase media y con el paso de la novela termina siendo la mujer pobre.
En una de las escenas finales se representa la miseria en la que vivían los Viñas debido a las decisiones de su marido y el abuso de los caciques:
¡Empapados…hijitos de mi alma! – dijo Elena cuando llegaron. – No te apure esto, mamá-exclamó Esperanza titiritando-danos de cenar y a dormir luego, luego. Elena doblegó su cabeza angustiada; tuvo que decir que no había que cenar; la mesada se había agotado desde el medio día, nada habían querido prestar en el montepío sobre las prendas que había llevado – No llore, mamacita, mañana pido una quincena adelantada- dijo (Azuela, 1917: 65).
En contraposición a la descripción y posición social de las otras mujeres, aparece Teresa del Llano, quien forma parte de la clase alta. Pertenece la familia de los caciques, sus intereses se inclinan a lo económico, en particular en vigilar los precios de los productos que se venden, muestra cierto desprecio por los pobres, y, en varias ocasiones se muestra fría e indiferente ante las situaciones del pueblo, las posibles ayudas que pueden salir de ella siempre tienen algún interés. En una parte del libro aparece ella con el sacerdote Jeremías hablando acerca de la beneficencia de la cual ella era encargada y de los altos precios impuestos a diferentes productos por la pérdida de las cosechas, a lo que ella responde: “¿Y qué? – exclamó Teresa convincente. De que los pobres no tienen maíz ni frijoles, comen nopales… Y ¡tan contentos!” (Azuela, 1917: 27)
En la novela La muerte de Artemio Cruz la clase alta está representada por Catalina y Teresa, quienes siente desprecio por el protagonista, ya que a Catalina la obligaron a casarse con él y ese rencor se lo transmitió a su hija. Por tanto, la relación entre ellas y Artemio Cruz no es buna, sin embargo, llevan una vida cómoda y llena de lujos, algo que se ve reflejadazo en el siguiente fragmento:
La hija ya no se movió y miró con simpatía a la mujer del pelo teñido que permanecía de pie y les preguntaba si ya habían decidido cuál modelo escogerían. La madre dijo no, no, aún no estaban decididas y por eso querían ver todos los modelos otra vez, quería decir, detalles como el color de las flores, los vestidos de las damas, todo eso (Fuentes, 2016: 22).
Sin tanto protagonismo aparece una criada que es una mujer indígena y que refleja la división de clases, es decir, la clase baja suele estar representada por indígenas: “La entrada de la vieja criada indígena con la cazuela de arroz rompió el silencio y don Gamadiel hizo notar que la temporada seca terminaba un poco tarde este año” (Fuentes, 2016: 46).
En otro apartado del libro se encuentra marcado el rol tradicional del hombre y la mujer, representado en la relación de Artemio y Regina:
Te seguiré, ¿en dónde vivirás? Me colaré a cada pueblo de los que tomen. Y allí te esperaré. ¿Lo dejas todo? Me llevaré unos cuantos vestidos. Tú me darás para comprar fruta y comida y yo te esperaré (Fuentes, 2016: 71).
En El llano en llamas, son pocos los episodios en los que se habla de un contexto social específico de los personajes femeninos, sin embargo, en algunos fragmentos de la novela se dan a entender ciertas situaciones socioeconómicas que nos pueden dar una idea de las condiciones en las que vivían dichos personajes.
En el cuento “Macario” aparecen dos rangos sociales en dos mujeres: la madrina representa la clase alta mientras que Felipa es de un extracto más humilde, sin embargo, la relación entre ambas parece ser cordial.
Felipa tiene los ojos verdes como los ojos de los gatos. Ella es la que me da de comer en la cocina cada vez que me toca comer (…) Pero, a todo esto, es mi madrina la que me manda hacer las cosas… Yo quiero más a Felipa que a mi madrina. Pero es mi madrina la que saca el dinero de su bolsa para que Felipa compre todo lo de la comedera. Felipa sólo se está en la cocina arreglando la comida de los tres (…) Luego es mi madrina la que nos reparte la comida. Después de comer ella, hace con sus manos dos montoncitos, uno para Felipa y otro para mí (Rulfo, 2017: 62).
En el relato “El llano en llamas” aparece una situación de humillación y sometimiento tal, que la adolescente además de haber sido violada, posteriormente busca a su violador para presentarle al hijo que tuvo fruto de ese abuso sexual y así poder criarlo juntos.
– ¡Pichón, te estoy esperando a ti! –me dijo-.
Yo entonces pensé que me esperaba para matarme. Allá como entre sueños me acordé de quién era ella (…) Casi estaba seguro de que su padre era aquel viejo al que le dimos su aplaque cuando ya íbamos de salida; al que alguno de nosotros le descerrajó un tiro en la cabeza mientras yo me echaba a su hija sobre la silla del caballo y le daba unos cuantos coscorrones para que se calmara y no me siguiera mordiendo. Era una muchachita de unos catorce años (…) que me dio mucha guerra y me costó buen trabajo amansarla (Rulfo, 2017: 86).
En La sombra del caudillo la representación de la mujer trabajadora se ve reflejada en el personaje de Adela Infante, quien laboraba en Hacienda. Adela encontró la manera de codearse con altos funcionarios del gobierno ya que, según Aguirre, protagonista de la novela mantenía relaciones íntimas con ellos.
En otros pasajes de la novela el rol de la mujer es el de una prostituta o damas de compañía, un ejemplo de esto se puede apreciar en el siguiente fragmento:
La Mora y sus amigas lo escuchaban con éxtasis, se entregaban dóciles a la magia divina del verbo, que llega al ama por sobre la inteligencia y así convence y arrebata (…) La mesa negreaba de botellas vacías. Encarnación, semivencido, ya no hacía sino oír, mientras una de sus manos de bronce acariciaba los negros rizos de la Mora (Guzmán, 1999: 117).
Por otra parte, aparece la mujer de Aguirre quien pertenece a la clase alta, era artista y no muy inteligente, a pesar de estar casados conviven poco, la relación era casi nula, en cambio, las cosas con su amante Rosario eran diferentes, ya que intenta pasar más tiempo con ella y la buscaba más que a su esposa.
La artista española que era hermosa como un sol y bruta como una piedra, a su lado iba Aguirre a aplacarse y aletargarse. La casa de Rosario, en fin, le quedaba para las horas de placidez o de maceramiento (Guzmán, 1999: 130)
Por último, otro rol recurrente que juegan las mujeres en esta novela es el de criadas, trabajan para los políticos o en el prostíbulo que solían visitar y suelen pertenecer a la clase baja:
Una criada de pies descalzos y trenzas brillantes vino a abrirle y lo detuvo en el cubo del zaguán con la noticia de que las “niñas” no estaban. – ¡Cómo que no están! –No siñor; no están. – ¿Ninguna? – Ninguna siñor (Guzmán, 1999: 195).
Conclusiones
En las narrativas analizadas nos damos cuenta que los personajes femeninos son construidos desde una cosmovisión masculina, no habiendo en ningún momento una voz narrativa que represente a las mujeres ni una protagonista femenina. Por lo tanto, las mujeres en estas novelas y cuentos tienen un papel secundario ya que suelen aparecer a la sombra del protagonista que es un hombre. Por tanto, se puede concluir que el lenguaje empleado en estas obras es machista y tradicionalista.
Existen dos ideales de mujer para los hombres de estas novelas: por un lado, la que es atractiva físicamente, pero que no posee mucha inteligencia y por otro, la mujer correcta que es la trabajadora, la obediente a su esposo, la que se encarga de la educación de los hijos y la que no exige mucho. Este segundo tipo de mujer, si bien tiene importancia en el núcleo familiar, el hombre es el que tiene la última palabra y ella tiene aceptada esa idea y no la cuestiona.
En las novelas se muestra una dependencia económica de las mujeres hacia los hombres y son muy pocos los casos de personajes femeninos independientes. Esto se puede apreciar en todas las clases sociales, tanto en la alta como en la baja, reafirmándose el rol tradicional de la mujer y del hombre en todos los extractos sociales por igual.
En el ámbito profesional la mayoría de las mujeres son subordinadas, es decir, no tienen un cargo superior al hombre y por lo general todas las criadas que aparecen en las novelas son indígenas, por lo tanto, se reafirma que este tipo de trabajos pertenece a esta etnia que por lo general son de clase baja.
Las mujeres son tratadas como objetos sexuales y de diversión y en muchos casos tienen un rol pasivo frente a las decisiones que toman los hombres, ya que en muy pocas ocasiones su opinión se impone a la de ellos o directamente no son tomadas en cuenta, porque simplemente son mujeres de compañía, amas de casa o hijas que no tienen el derecho ni la capacidad de cuestionar la figura masculina.
Para concluir, la visión que se da de las mujeres es limitada ya que solamente muestran ciertos aspectos de ellas durante la revolución, sin embargo, está claro que desempeñaron papeles más importantes durante este periodo que no son mostrados en las novelas, y que sí están registrados en diversas fuentes historiográficas.
Bibliografía
Azuela, M. (1917): Los caciques. Talleres editoriales de la compañía periodística nacional. Ciudad de México
Fuentes, C. (2016): La muerte de Artemio Cruz. Penguin random house grupo editorial. Ciudad de México
Grilli, D. (2012): Las soldaderas. Revista Melibea volumen (6), pp. 51-60
Guzmán, M. (1999): La sombra del caudillo. Castalia ediciones. Barcelona
Hernán, H. (2008): El personaje femenino en los cuentos de Juan Rulfo. Iberoamericana, VIII, 30, pp. 47-63
Rulfo, J. (2017): El llano en llamas. Editorial RM. Ciudad de México
Urquizo, F. L. (2016): Tropa Vieja. Editorial Fontamara. Coyoacán
Autores:
Diego Isidro Díaz Pérez
Licenciado en Comunicación por la UNIVA, licenciado en Filosofía por la UACH y maestro en Estudios Superiores de la Lengua Española por la UGR. Docente de español y literatura en grado secundaria y bachillerato. Actualmente ejerce como director en el Colegio México Nuevo, campus Santa Anita, Gdl.
Ana Verónica Villarroel Márquez
Licenciada en Historia por la UVIGO y maestra en Estudios Latinoamericanos por la UGR. Docente de Historia y ciencias sociales en grado secundaria y bachillerato. Actualmente labora en UVM, campus Guadalajara Sur.