En México se mata la verdad y se castiga el arte. Nos referimos a dos fenómenos que producen zozobra en la sociedad; la muerte de periodistas y el incumplimiento de pago a los artistas.
Sobre el primer caso, mucho se ha analizado en últimas fechas, el asesinato artero al periodista Javier Valdez. Las voces que se han unido al descontento son innumerables además de estar cargadas de resentimiento hacía un Estado que cada vez demuestra ser más fallido.
Como dice el también periodista Víctor Flores Olea (La Jornada, Impunidad, sangre y vergüenza, 22 de mayo 2017), el asesinato de cada periodista es un crimen contra la verdad, en contra de su difusión, y es un voto por la ceguera e ignorancia.
Y parece que la ceguera y la ignorancia es el lugar hacía donde es conducida la sociedad mexicana, como si ya se tratara de un ideal por el cual se lucha día a día, en tanto se banaliza por el ciudadano común lo que ocurre a su alrededor.
Porque parece no importar, mientras no le pase a uno. Esa es la terrible realidad en muchos sectores de la población, nadar en la indiferencia, presumir la tranquilidad cuando allá afuera se resquebraja toda institución.
Como las instituciones creadas para preservar el buen sentido de una nación, en específico nos referimos a lo que sucede en Michoacán, donde además de que de nuevo se ha calentado el ambiente de la delincuencia, ahora tenemos que una institución como la Secretaría de Cultura, ha dejado en el aire la responsabilidad de cubrir lo que le compete.
A los artistas michoacanos se les ha dejado de pagar desde hace meses, dinero que se sabe, está destinado desde tiempo atrás para cubrir lo que corresponde. El argumento falso, débil, presuntuoso y vacilante de las autoridades que apenas si asoman la cara es: no hay recurso.
¿No hay recurso que fue invertido en otras cosas de mayor prioridad? Y si así fuera, ¿dónde queda la importancia que tiene el artista para una sociedad? Con esto se deja ver una vez más, el descrédito del que es objeto el arte y el que a eso se dedica.
A los pseudo artistas de moda que son llevados a las ferias como producto de consumo, se les pagan cantidades increíbles, a propósito de la calidad de arte que generan. Y cuando se tiene que cubrir lo que ya se tenía anticipado, no hay recurso.
Hablábamos específicamente de Michoacán en el tema de los artistas no respetados –los cuales incluso, se tiene evidencia, fueron amedrentados por las fuerzas policiales-, pero los mismo sucede en otras geografías del país, como si se tratara de una tendencia general de los gobiernos actuales.
Si entrelazamos estos dos fenómenos sociales que acontecen en nuestro país, valdrá la pena cuestionarse ante qué tipo de rumbo nos enfrentamos, hacía dónde se conduce una nación que vela la verdad, la mata, y que además le importa poco lo que significa el arte y la cultura.
Ya desde finales del año pasado, se dejaban ver los juegos de la balanza en México al reducir el presupuesto a los rubros de cultura y educación. Y en educación quedó claro con la reforma educativa, que se le darían menos horas de artísticas a los niños en la escuela.
Queda en manos de la otra sociedad, la no ciega, la no ignorante, responder ante lo que sucede. No es poca cosa ver a los artistas que con sus pinceles e instrumentos forman una cadena humana para defenderse de los oficiales. Y mucho menos es poca cosa, escuchar que en México ya suman decenas los cadáveres de periodistas.
Veremos en los siguientes días el accionar del Estado mexicano al respecto de los periodistas asesinados. Seguiremos paso a paso los acuerdos, estrategias y hechos concretos que permitan re direccionar la opinión pública acerca del gobierno.
Y por supuesto, estaremos al pendiente del día en que se respete y valore el trabajo del artista mexicano, que desde su trinchera se acomide a representar a un país que pretende olvidar a cada rato.