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Aquí dentro hay algunos demonios cuyo exorcismo, por decirlo de la manera más sutil, no se ha concretado totalmente.
Algunos, la gran mayoría quizá, invariablemente se asoman a la primera oportunidad y caen plácidamente recostados en lágrimas hacia esa cajita vacía en medio del tórax para darse a la tarea de rasgar, golpear… destruir.
Todos están relacionados con experiencias y algunas de ellas fueron protagonizadas por personas cuya importancia no es cuestionable al haber sido parte de este pequeño enorme algo. Para bien o para mal.
En fin. Se acerca la Navidad y Google lo sabe. Una imperdible oportunidad de oro. Quizá por eso idearon esa experiencia con el regordete de rojo y barba blanca.
Solo basta escribir la palabra mágica en el buscador y aparecerá un regalo. Al ser abierto, el despreciable sujeto desciende acompañado de una versión femenina con igual vestimenta para ofrecer aventuras, juegos, historias y personajes multicolores y francamente detestables. No es cierto.
Sí. Lo es.
¡Eres un amargado!
Quizá…
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El viento helado golpea la dermis en las zonas descubiertas. Manos, muñecas, cuello y nuca lo confirman.
Las prendas están congeladas y todos los sentires de todas las horas en estos días resultan fastidiosos porque la Navidad, dicen, lleva el calor a los hogares.
No hay mentira tan caprichosamente bien asimilada por tantos.
En los jardines de las casas aledañas, los otros humanos han creado villas iluminadas con luces en serie de colores y de casi todas las cornisas cuelgan cálidas redes de esperanza y fe. Eso dicen.
Si algo se agradece, por supuesto, son las sonrisas en esa enorme vecindad de nombres desconocidos y soberbias actitudes porque el de hoy y por venir, piensan, es tiempo de amor, entrega y paz.
En aquel jardín hay un gran inflable con forma de reno. Tiene una nariz roja y una sonrisa tonta, pero contagiosa. Es imposible verlo y evitar el gesto.
Allá, frente a la cascada de brillos multicolores, alguien cuya fe es inmensa, aprovechó la temporada y colocó figuras de animales y personas en diversas actitudes y acciones pero todos mirando hacia un tejaban. Está hecho de lodo y piedra. Su piso es de un desconocido material cubierto por paja en cuyo centro hay un huacal de madera barata, de los usados para transportar frutas y hoy convertido en cuna. También hay mantas calientitas de esperanza y más fe.
La señora de los gatos se conformó, aunque las luces en el arbusto de la entrada no lucen nada mal y desde la ventana superior en la casa contigua podría admirarse, pero es imposible hacerlo gracias al majestuoso, infaltable y rimbombante ejemplar artificial cuyo tamaño sobresale incluso por el tragaluz arriba, en el techo, cerca del falso trineo y los falsos regalos y los falsos renos. Esa casa tampoco tiene chimenea.
En el inmueble frente al bote de basura no hay celebración, al menos no una evidente. Sus habitantes optaron por agregar una habitación más sobre la cochera y hay arena y grava y palas y botes y gotas de sudor en el piso y en la arena y en la grava y en las palas y los botes. Los albañiles saludan con cortesía sin dejar de lado sus actividades y la señorita de la casa al final de la calle camina frente a ellos con una bolsa de fruta y piloncillo para el ponche.
Un automóvil sedan negro se estaciona frente a una sin importar la obstrucción en la cochera ajena. No es su casa. Una señora de abundante humanidad desciende sin poder disimular el esfuerzo de sus movimientos y mira alrededor con desprecio.
El color de su alma, sin duda, es el mismo…
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La sensación es fuerte. El frío se cuela por todas partes y aun cubierto con suéter y chamarras y guantes y gorra, no puede dejar de tiritar.
Limpió y lavó el patio a regañadientes. Reunió la basura en diferentes bolsas y las depositó todas en la grande, la negra de plástico “biodegradable”. Jugó con sus mascotas y se divirtió cuando la gorda insensata, una criolla peluda y preciosa, se tumbó sobre su lomo en el piso para dejar al descubierto la panza y sonreír.
Los especialistas pueden argumentar cualquier cosa, no importa, los perros, los animales, cuando son felices, sonríen.
En ese hogar no hay adornos, ni árbol, ni el espíritu ese de cada año para los demás. Pero sí hay un saludo, empatía, solidaridad y amor por otros. Siempre.
Hoy llega el servicio municipal de recolección de desechos y debe detener la diversión para cumplir con las obligaciones.
Abre la puerta sin preocupación porque los compañeros permanecerán dentro, en su espacio, calientitos junto a la estufa donde ya se cocina su alimento nocturno.
Lleva la bolsa hasta la banqueta y observa una plasta de pintura en un rostro de soberbia y grandes cantidades de tela cubriendo algo extremadamente grande.
—Buenos días…
La aludida le observa sin responder y de alguna forma logra moverse. La vecina camina hacia ella para ayudarle y, al tiempo, extiende la mano y sonríe lanzando buenos deseos en esta mañana al hombre, quien responde en igual forma.
—Ojalá pasemos una feliz Navidad.
Llegó el camión de la basura… no, ojalá se puedan llevar toda esa porquería…