La presidencia que encabeza Andrés Manuel López Obrador empezóa hacer de las suyas y a 15 días de haber tomado posesión ya ha provocado varios incendios en las redes sociales, plataformas en las que sus indómitos seguidores y sus acérrimos detractores se han enfrentado en no varias ocasiones para denostar o aplaudir lo hecho o no por el tabasqueño, en una guerra que va desde las elaboradas frases académicas “para apañar al personal” hasta las inmisericordes y muy mexicanas mentadas de madre.
La sociedad, evidentemente está polarizada y hay solo dos bandos: estás a favor o en contra de Don Peje. No hay más.
Ayer, el presidente de la República cumplió con su promesa de cancelar lo que desde su campaña tachó de “mal llamada reforma educativa” con la presentación de la iniciativa de Ley para cancelarla.
La responsabilidad recayó en el ex funcionario zedillista hoy convertido en flamante secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, quien se vio obligado a confirmar la desaparición del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE) y anunciar la creación de algo que llamó Centro Nacional para la Revalorización del Magisterio y la Mejora Continua de la Educación.
El documento para revocar la reforma del desaparecido enrique peña fue turnado ya a la Cámara de Diputados y resalta porque se confiere interés supremo de la educación que imparte el Estado a las niñas, niños y jóvenes, además de que a los ya tradicionales principios de gratuidad, laicismo y obligatoriedad se suman universalidad, equidad y excelencia.
También reconoce al magisterio como agente primordial de la transformación social y consagra su derecho a acceder a actualizaciones permanentes y formación continua; replantea el Servicio de Carrera Profesional del Magisterio; prioriza el fortalecimiento de las normales y de las instituciones de educación superior responsables de la formación docente para mejorar la calidad de la educación, y detalla también que es obligado que los planes de estudio promuevan valores, civismo, historia, cultura y más para ofrecer a los educandos una verdadera formación integral.
Según esto, las nuevas medidas combatirán las desigualdades sociales, de género y regionales; respaldará a aquellos estudiantes en condiciones de desventaja a fin de evitar la deserción y promover la formulación de contenidos regionalizados.
Y hay más. El documento afirma que los maestros (hablando en la generalidad) aceptan la evaluación siempre y cuando vaya acompañada de capacitaciones y actualizaciones.
Según el secretario de Educación, la propuesta retoma las coincidencias encontradas en los foros de consulta educativa efectuados en el pasado reciente; digital, participativa, diálogo social y con directores y maestros.
Está bien padre y bien bonito, ¿a poco no? Porque además, habrá más recursos para que ya no haya más estudiantes rechazados de las universidades, construirán 100 instituciones de educación superior y otorgarán 300 mil becas a estudiantes de escasos recursos en esos niveles.
¿Cómo harán todo eso? así, con más recursos, la duda es de dónde los van a sacar.
Y como nunca falta un roto para un descosido, pues las buenas nuevas traen su ración de nuevas malas. En la cámara de diputados ya dijeron que la iniciativa en el tema educativo presentada por el equipo que comanda Andrés Manuel López Obrador, será analizada, con suerte, hasta febrero de 2019. Además, la otrora aplanadora priista ya se empecinó en unir a varios grupos parlamentarios para que el partido del presidente no consiga las ansiadas dos terceras partes de los votos y, por supuesto, Acción Nacional no deja pasar la oportunidad para adelantar que no apoyarán la eliminación de la evaluación docente.
El horno no está para bollos, es evidente.
Mientras hay quien se regodea rechazando cualquier actitud que implique algún tipo de venganza (aunque al parecer actúan solo pensando en ella), hay quienes avanzan con paso tembloroso y desconfiado hacia una nueva realidad mexicana cubiertos de una gruesa carcasa defensiva y envalentonada, pero dubitativa.
El encontronazo entre las viejas formas y las nuevas reglas se antoja épico y, yo también me canso ganso, hasta inolvidable.