Difícil no es, mucho menos complicado, pero resulta interesante que el solo hecho de tomar un libro y aventurarse a nuevos mundos puede resultar aburrido, tedioso e incluso para muchos, costoso. ¿Por qué un puñado de páginas con muchísimas letras tiene que significar una tortura para nosotros? ¿Por qué no solo pueden dejar de existir los libros y así la vida fuese más fácil?
El pasado Domingo 27 de Enero en Mocorito, Sinaloa, el Presidente del Gobierno de México Lic. Andrés Manuel López Obrador, acompañado del encargado de la Dirección General del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II, presentó la Estrategia Nacional de Lectura. Una estrategia que en entre otras cosas, buscará llevar libros económicos a todo el país para fomentar la cultura y una identidad de lectores.
Aunque hay quienes cuestionan la estrategia porque puede afectar a los escritores si se pide el abaratamiento de los libros en las casas editoriales, ya hay quienes aseguran que quien encabeza el proyecto, Taibo II, es un experto en el diálogo y la negociación para poder imprimir libros y distribuirlos de forma gratuita. Pero, ¿un país con muchos libros, es un país con muchos lectores?
La realidad rebaza tristemente la ficción y la esperanza, en México según el INEGI (2018) los mexicanos leen únicamente 3.8 libros en promedio al año. Lo anterior puede servir como referente para, trabajar de la mano con la sociedad y las instituciones académicas la lectura, pero no la lectura obligatoria, sino aquella que te hace sentir, la lectura libre.
Cierto es que la lectura no es para todos, la lectura requiere de una pasión o sentimiento que desgarre lo más profundo del ser humano cuando éste no lea. En ese sentido se debe aceptar sin cuestionamiento alguno que la lectura es para pobres; para pobres mentas encarceladas que buscan el tesoro divino de conocer nuevos mundos, para pobres almas tristes que han dejado de sentir. Para pobres mentes que en su búsqueda del conocimiento y el saber regresan a ser pobres mentes que no saben, y leen para saber.
El saber abre puertas repentinas que llevan al ser humano a un mundo de riquezas y experiencias, un mundo que se abre solo para esas pobres mentes que buscan dejar de serlo. Riquezas y experiencias serán herramientas fundamentales para el lector que decida hacer suyo el reino de los libros.
La riqueza de quitar el celofán de un libro nuevo, la riqueza de comprar un libro que te recomendaron, la riqueza de conocer las diferentes narrativas que existen en tu país, en tu continente, en el mundo. La riqueza de leer un libro en pocos días, la riqueza de no terminarlo. La riqueza de saber que tienes más libros que años, pero que no te importa porque tienes más vida para hacerlo.
La experiencia de romper accidentalmente la pequeña esquina de un libro prestado, la experiencia de no regresar un libro prestado, la experiencia de saber que aquellos libros prestados a amigos o familiares tampoco regresarán. La experiencia de leer un libro en otro idioma o lengua. La experiencia de salir de la zona de confort y leer un libro de género extraño o desconocido.
Los libros se hicieron para pobres mentes y almas que en la búsqueda de libertad y la felicidad se han perpetuado en el placer de leer para toda la vida. La lectura de debe obligarse, mucho menos hacerla de menos. El ser humano tiene una capacidad de abstraer información muy lenta y es regla general que, al inicio, toda nueva experiencia cuesta esfuerzo, tiempo y dedicación.
Es necesario mostrar a las siguientes generaciones y fortalecer en las actuales que, un libro no es un puñado de páginas con muchísimas letras, sino que también son mundos, son vidas, son sentimientos, son placeres. Ahora toca a los que si leen demostrar que un lector hace suyo al libro, lo marca, lo raya, lo doble, le tira café accidentalmente, lo moja, lo tira, lo olvida, pero todo ello vale la pena, cuando el fin último es ser libre y feliz.
¿Qué mundo sería éste sin libros? ¿Qué mundo sería éste sin personas que los leyeran? En ese sentido, defiendo la idea que, todo lector debe entrar por lo menos una vez al año a las bibliotecas, librerías o mercaditos para comprar algún libro que apasionadamente leerá, y acompañado de ese libro, una docena más, de los cuales, seguramente la mitad no se van a leer, pero ese es el lector que México necesita, el que construye y hace de este un mundo mejor haciendo la cultura suya.
Porque debemos construir un país que lea, un país feliz y libre en donde la sociedad construya el camino por el cual tengamos la oportunidad de crecer y cambiar política, económica y socialmente; un mundo libre de ataduras en donde haya espacio para todas las ideas y las formas de expresión de nuestra libertad.