«Somos como el agua del pozo que se derrama: cubriremos la tierra
por querernos beber el cielo. Pero al menos, sabremos lo que es la luz.
-Fabrizio Mejía Madrid.
¿Qué tan persistente debe ser el hombre como para alcanzar los más grandes sueños de su vida? ¿Qué hombre tan necio puede echarse a los hombros la responsabilidad de cuidar del pueblo? ¿Silvio Rodríguez tenía razón cuando cantó que hay un hombre necio al que arrastrarán por sobre rocas, cuando la revolución se venga abajo?
El Lic. Andrés Manuel López Obrador, Presidente Constitucional de México, se ha convertido en el presidente en por lo menos los últimos 50 años en recibir legitimidad, confianza y apoyo desde todos los sectores que componen a la sociedad mexicana, es decir, por primera vez en la historia de este país un presidente se compromete a velar por el respeto y la garantía de los derechos humanos hacía los pueblos indígenas.
Hay quienes se inconformaron con la entrega del Bastón de Mando de los Pueblos Indígenas al Presidente de México, alegaron que este tipo de actos son solo circo y espectáculo para tener felices a los pobres. Sin embargo, este acto representa uno de los símbolos más importantes en la unidad del país, puesto que ahora se abrirá un espacio en la Agenda de Gobierno para quienes por sexenios y décadas no fueron escuchados.
Es cierto que la inconformidad con quién hoy ocupa el poder Ejecutivo es significante porque existe una parte proporcional de la sociedad mexicana que se refiere a los simpatizantes, seguidores o partidarios de la nueva administración como pobres, jodidos, chairos, indios y revoltosos. Lamentablemente, estos comentarios y señalamientos provocan una polarización y pueden expresar una de las más crueles realidades de la historia de México: muchos pobres y unos cuantos ricos.
Los índices de desigualdad social, rezago educativo, carencias de acceso a servicios básico y de bienestar económico no son favorables para una población de más de 120 millones de habitantes.
México es un país que contribuye con la mano de obra más barata en el mercado mundial, no obstante los salarios son bajos y las carencias de los trabajadores son múltiples. Quién no logre comprender que México es un país pobre –en vías de desarrollo- y que necesita una restructuración en la distribución de los ingresos, tristemente comprenderá la necesidad de un cambio político. .
A este país que tanto le ha dolido la polarización social y las políticas neoliberales que lejos de proveer un beneficio en la economía familiar sólo ha conseguido tener efectos negativos en los escenarios mundiales al no poder estabilizar la moneda mexica pese a la externalidades negativas. A este país cuya restructuración no va en sentido de reformas industriales sino de Derechos y Bienestar, le llegó su hora.
El Lic. Andrés Manuel, Presidente de México, durante su toma de protesta señaló que “No se trata de un asunto retórico o propagandístico, estos postulados se sustentan en la convicción de que la crisis de México se originó, no solo por el fracaso del modelo económico neoliberal aplicado en los últimos 36 años, sino también por el predominio en este periodo de la más inmunda corrupción pública y privada”.
Y tan cierto es, que la corrupción ha sido la encargada de encaminar el destino del país a un oscuro ejercicio de negociaciones e intercambios políticos, pero también debe recaer culpa sobre aquellos políticos y burócratas que desde las cúpulas elitistas y empresariales han permitido que los pobres sigan siendo pobres y que los ricos se hagan más ricos.
Tanto es la necesidad de reformar la estructura del Gobierno Mexicano que el discurso del pasado 1 de Diciembre pronunciado por el Presidente de México pasará a la historia por el deseo de unificar al país, todo esto cuando dijo que su gobierno “Representará a ricos y pobres, creyentes y libres pensadores, y a todas las mexicanas y mexicanos, al margen de ideologías, orientación sexual, cultura, idioma, lugar de origen, nivel educativo, o posición socioeconómica. Habrá un auténtico Estado de derecho, tal como lo resume la frase de nuestros liberales del siglo XIX, al margen de la ley nada y por encima de la ley nadie”.
Es cierto, que el Gobierno que encabeza el Presidente, Lic. Andrés Manuel, es un gobierno de los pobres, y debe resultar de particular interés para todos los mexicanos qué por primera vez en la historia de este país, son los pobres los que votaron, eligieron y respaldan el proyecto de la Cuarta Transformación. Ahora, es necesario reconocer que esta transformación debe darse en el sentido más democrático posible, que ni los pobres ni los ricos se beneficien pero que a cada quien se le de lo que le toca.
Debemos contribuir por un país justo, democrático y sin mayorías aplastantes, en donde el Presidente de México represente a cada uno de los mexicanos. Necesitamos un Gobierno que junto con la sociedad construyan el camino por el cual tengamos la oportunidad de crecer y cambiar política, económica y socialmente. Un país en donde el no haya espacio para todas las ideas y las formas de expresión de nuestra libertad.