En los juegos del tiempo, el hombre destaca por haber diseñado un juego dedicado al absurdo. Todo aquello que no sea un ser humano se moviliza, se multiplica, perece y, casualmente evoluciona; con suerte, se extingue antes que todo lo demás. En cambio, el hombre definió tres planos evolutivos: el plano de evolución biológica, el plano intelectual y el plano de la historia. Nosotros podemos trazar la historia y la red evolutiva de un perro, pero este no se puede reconocer en algún otro punto diferente a su presente: no existe el largo pasado ni el largo futuro. La historia del ser solo existe para el hombre (al menos en este planeta).
Por la existencia de la historia, un individuo puede reencontrarse con sus ancestros y así profundizar en cualquiera de los tres planos: puede ver un vago reflejo de sí mismo en el homo erectus y así encontrar un preciso punto en su pasado biológico. También, puede releer los poemas de Parménides o los mapas estelares mayas y así reconocer la infancia del pensamiento moderno. En cambio, el tercer plano-el histórico-es perpendicular a los anteriores, sin embargo, no podría existir sin la convergencia de estos dos. El plano histórico es la comunión y la relación causa-efecto de las características biológicas e intelectuales. Esto se puede ver claramente en el mismo intelecto del hombre: este no existiría sin las condiciones iniciales que dirigieron a nuestra especie a desarrollar las cualidades neuronales para desarrollar una conciencia y la lógica. Con el tiempo, el mismo intelecto puede alterar la evolución biológica del hombre y todas las demás cosas que viven.
En los planos biológico e intelectual se puede ver, gráficamente, como una red neuronal producida por una computadora. Esta, si nos alejamos lo suficiente, puede producir un comportamiento lineal. La evolución biológica e intelectual son evoluciones porque sus cambios son, generalmente, inevitables e inamovibles. Con periodos de pausa, de lentitud o de deficiencia, pero al final todo resulta en un cambio.
La historia es un bucle caótico: el hombre se repite, retrocede y redefine el pasado como su presente. Los nombres de las cosas cambian, pero siguen siendo una metáfora de lo mismo. El plano intelectual llega a la pausa, pero el hombre cree que sigue siendo parte el flujo inevitable de las cosas. La historia es un ente tan orgánico y conflictivo como el hombre. Este fenómeno parecer ser como una necesidad del inconsciente por no cambiar, quizá, como regresar al origen.
El plano intelectual se extiende como un lienzo hecho por Penélope: es un conjunto de muchos hilos que definen el consciente y el inconsciente del hombre, he allí su terrible complejidad. Aquí están el pensamiento científico y el humanístico. En este conjunto también incluyo la religión, ya que este un hilo que, en su inicio, fue hecho con la tela del desconocimiento y por el enfrentamiento con soledad.
Estas dos cualidades humanas son intrínsecas del ser, por lo tanto, el hombre se las ha cuestionado y las ha sometido al juicio. La mística de la religión está ligada a lo sagrado, a lo fuera del ser, al instinto causado por los agujeros que conlleva la existencia de una consciencia. La riqueza del plano intelectual en función del hombre implica que este mundo tiene una enorme repercusión en la historia del ser. El lienzo de Penélope está tejido con miedo e impaciencia, pero con perseverancia. Los hilos del intelecto humano se enredan, se persiguen unos a otros, pero todo es con el fin de llegar a la unidad.
Esto me lleva a intentar definir que es lucidez. En este tiempo donde el capitalismo enfermo, una cultura de consumo, superficialidad e inmediatez rigen el día a día de las sociedades, la lucidez tiene que ser esa idea o pensamiento que ponga bajo juicio al estado actual de la historia, al presente. En otro tiempo, este tipo de ideas surgían de la academia, pero este mundo está tomado por el utilitarismo que demanda el capitalismo desenfrenado. Ahora las ideas no nacen para construir sobre la sociedad algo mejor a su pasado, sino que existen para mantener todo lo que ya existe sin expresar ninguna necesidad de cambiarlo.
Sin embargo, existen personas que son un pequeño destello. A través de un discurso, de un cuadro, de un pequeño grito en la oscuridad despliegan una lucidez que ilumina los lugares que hacen falta. Eso fue lo que logró Nuccio Ordine, en el 2013, con la publicación La utilidad de lo inútil. Manifiesto. Un libro que representa como el bucle que es la historia es una herramienta para cuestionarnos, para quizá, así efectuar un cambio de altura en el bucle histórico y así cambiar todo lo que es verdaderamente inútil. El libro de Ordine es, con total precisión, el manifiesto necesario para este tiempo.