Siempre creí que moriría por una bala, una granada, un choque, descuartizado, golpeado, degollado, envenenado, en el viaje… Pero nunca de sida. La culpa de esto la tiene esa perra. Yo vivía muy bien entre la peda y el jale, pero la güey tenía que llegar a chingar para que le diera para el entierro del mocoso.
—Es tuyo, cabrón. Al menos para esto deberías hacerme el paro. Si no quisiste encargarte de él en vida, mínimo que sea en su muerte, ¿no?
Total que me apiadé. Y mientras que los trámites y la funeraria y si quería entierro o cremación e íbamos juntos de acá pa llá, al pendejo de mí se le ocurrió abrir la boca.
—¿Y de qué se te murió?
—De sida… Heredado.
Me le quedé viendo.
—Sí. Tienes sida.
Ahí me cayó el veinte. Pinche vieja estaba bien jodida. Yo pensé que era por todo el pedo de la muerte del niño, pero resulta que no.
Me fui con el doctor, que me confirmó todo. Aún no se desarrollaba. Portaba el VIH pero no tenía sida. Me valió madres lo que dijo el doctor, para mí es lo mismo. Me fui a buscar a la vieja y luego pasé por la funeraria y por pura compasión pagué su entierro.
Esto me tiene bien jodido. Apenas hace un mes me enteré y ahora siento que me estoy muriendo. El Manco dice que es pura sugestión. Dice que me veo bien y que seguro es porque he investigado mucho en el internet. Yo no sé. Yo entiendo que me voy a morir de sida; ahora o luego, al caso es el mismo. Y eso me encabrona tanto.
Cuando me metí para acá fue para volverme un chingón, y los chingones no se mueren si no es en la raya. Una vez escuché o vi, ya ni sé, me lo pudo haber contado mi profe o el Discovey, que Gengis Khan se murió de gripe. Había conquistado a los chinos y a un chingo de pueblos y sobrevivido a todos sus combates y un día va y se muere en su cama. ¡Qué pendejada!
Desde entonces, desde que vi eso como a los quince años dije que no, un chingón se muere en la raya y así le iba a hacer, como Zapata o Villa o mi bisabuelo, que fue de sus dorados.
El halcón me habla. Los sorchos se metieron al pueblo, andan buscando al jefe, pero él ya se les peló. Me dice que ahora andan por tal calle y ahora por la otra. Como se comunica a mi celular nadie más sabe a dónde vamos cuando le digo al Manco que dé vuelta a la derecha. Él y todos los muchachos piensan que los estamos evadiendo.
Los topamos de frente, en el carril contrario de la avenida. Tenemos un camellón entre nosotros. Uno de los soldados que van en la parte de atrás del camión ve mi cuerno, soy el único que no lo esconde. Habla con los otros. El Manco me dice que ya ni la chingo. Me asomo por la ventana y disparo. El sorcho que me vio se desploma sobre los otros, que luego luego responden el fuego.
—¡Órale, muchachos, —les digo— como los chingones!
Semblanza
Cristóbal Emmanuel Ramírez Bustos. Nacido en 1992 en un pueblito de San Luis. Egresado de la carrera de Lengua y Literaturas Hispanoamericanas de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.