Este mes de marzo nos ha dado mucho de que hablar, especialmente en cuanto a la política china y rusa. El pasado 16 del presente mes, Xi Jinping, además de ser reelecto como presidente, se le dio la perpetuidad en el poder, formalizando el sistema dictatorial con el que intentaba gobernar desde su llegada al poder en el 2013.
La labor de Xi Jinping se basó en el dominio del Partido Comunista Chino y de los grandes inversores chinos (¿cómo podrían considerarse los capitalistas chinos en un país comunista? Irónico) mediante la lucha en contra de la corrupción, que no fue sino un instrumento de coerción dirigida hacia su oposición.
La imagen del líder fuerte que Xi Jinping proyecta, aunado al enorme desarrollo militar, ha hecho que China sea un país a quien se le debe de tomar en cuenta. Y los ataques del gobierno norteamericano no han hecho sino aumentar la necesidad, o por lo menos se guían bajo esa excusa, de sostener al gran líder que podrá lidiar contra todos los enemigos de China. Xi Jinping representa esa seguridad; la continuidad de la grandeza china y de sus alianzas que le permiten tener mayor injerencia dentro de la geopolítica mundial.
Fue China quien estuvo más al pendiente de las elecciones rusas del pasado 18 de marzo del presente año. Si nos ponemos a analizar los acercamientos entre Vladimir Putin y Xi Jinping, vemos cómo han creado una alianza bastante interesante. Más allá de compromisos militares, sus intereses económicos por oponerse al control estadounidense los hizo estrecharse aún más.
La creación del BRICS es este primer intento por crear un bloque económico que sea opuesto al sistema norteamericano. Y para que este proyecto madure, ambas naciones requerían de perpetuar a sus dirigentes. Más cuando cada una de esos países están acorralados por los intereses del Tío Sam y de sus compinches europeos.
Y la mancuerna Rusia-China, parece permanecer intacta gracias a la victoria de V. Putin en las pasadas elecciones. Lo curioso del resultado electoral en Rusia fue la apabullante victoria del mandatario ruso. Con un 76% de los sufragios a su favor, dejó fuera a todos sus rivales y demostró que la geopolítica rusa continuaría bajo los mismos ideales.
Se habla de fraude y de manipulación por parte del Kremlin lo que permitió la victoria de Putin, sin embargo, los rusos prefirieron irse por la continuidad cuando han visto a su nación acorralada por Estados Unidos y sus aliados, y estamos hablando de un cerco tanto económico como militar.
Pero tanto Putin como Jinping necesitan enfocarse en un nuevo problema. Ambos dirigentes se muestran hacia el exterior como los grandes líderes, los dirigentes que llevarán a la prosperidad a sus pueblos; sin embargo, todo ello es en buena medida propaganda política hacia el exterior. El próximo paso que deben de tomar en cuenta es enfocarse al interior de sus respectivas naciones.
Cuando China se abrió al mercado en 1978, su población quedó expuesta al flujo de ideas que el comercio internacional trae consigo. Por más control y censura que el gobierno chino plantee, lo cierto es que el Internet es algo que no se puede controlar en su totalidad.
Una vorágine de información navega por la red cada segundo. La exposición a un sin número de ideales ha planteado un severo problema al estricto control del gobierno Chino, quien tiene que utilizar otros métodos de coerción a fin de mantener el orden social.
La juventud china es una bomba de tiempo; quienes conocen el progreso ahora piden mayor libertad, y eso es algo que el régimen chino no tolera. De aquí que Xi Jinping esté preocupado por reforzar el nacionalismo chino dentro de los jóvenes chinos. Como Orwell dijo en su famoso libro 1984: “La guerra es la paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es la fuerza”.
El mandatario ruso tampoco se queda atrás. Uno de los mayores ataques que ha recibido por parte de su oposición es que el gobierno de Putin se ha centrado en crear una política internacional bélica (sino veamos lo que pasa con Ucrania o la intervención rusa en Siria) y ha descuidado la situación interna. Por un lado muestra al mundo las innovaciones armamentistas de Rusia, mientras que por el otro viven en una grave recesión económica. Además, Rusia tiene que enfrentarse con una serie problemas internos muy importantes: la corrupción, el desempleo y la inseguridad.
Sin duda alguna, China y Rusia tienen mucho que solucionar, más allá de las políticas exteriores. Pero la permanencia de sus dos actores principales, Putin y Jinping, resulta interesante en la integración de una geopolítica que busca oponerse al poder norteamericano. Aún con sus problemas internos, China y Rusia representan un proyecto de continuidad del que no hay que quitar el dedo del renglón.