Toda la historia de México desde la Conquista hasta la Revolución puede verse como una búsqueda de nosotros mismos, deformados o enmascarados, con instituciones extrañas y de una forma que nos exprese.
-Octavio Paz
No bastó con que durante toda la precampaña de José Antonio Meade, los priistas se dedicaran a lamentarse por la corrupción, el nepotismo y la violencia –ocasionada por algunos de sus candidatos convertidos en Gobernadores y ahora en prófugos.
No bastó con que a lo largo de este proceso se dedicaron a pintar a Mede como un ciudadanos más, honesto, transparente y correcto, pero con un defecto; el apoyo institucional a esa estructura corrupta, opaca y deshonesta.
No bastó con que el INEGI (2017) señalara que en los mexicanos “mientras más oscuro es el color de piel, los porcentajes de personas ocupadas en actividades de mayor calificación se reducen”.
Parece que la visita de Meade a los 32 estados no sirvió de mucho, lo poco que logró construir se fue al cesto de la basura cuando Enrique Ochoa utilizó aquella palabra despectiva que daña en lo más profundo de la identidad, la cultura y la historia de nuestro país: Prietos.
Ochoa Reza no solo tuvo el valor para dirigirse así a la militancia de MORENA, sino también, al muy estilo de Donald Trump -sin pensarlo dos y con la cabeza muy caliente-, el Presidente Nacional del PRI, decidió twittearlo. ¿Qué pensaba en ese momento?, ¿siquiera, pensaba?
Ya no importa la razón del porqué lo dijo, simplemente lo dijo y ahora, parafraseando a Victor Trujillo, es hora de decirle a Ochoa Reza que debe renunciar. Que usó peyorativamente el término prietos en un país orgullosamente prieto. Quizá hasta deseen [los priistas] construir un muro protector alrededor de su candidato, sumido en serios aprietos.
Al PRI le urge algo, un algo que los impulse de forma inmediata a ser la opción más deseable por sus propuestas, sus proyectos de Gobierno, pero lo que realmente necesita es, limpiar de una vez por todas las cloacas en las que resguardan esas estrategias de campaña, llenas de odio, clasismo, elitismo y sentido de superioridad.
José Antonio Meade dejó de ser una propuesta viable y sensata en el momento que decidió focalizar su campaña a respuestas como la de #YoMero y señalamientos a precandidatos de otros partidos. ¿Qué importa si Anaya se impuso o Andrés Manuel convertirá a México en Venezuela? Se supone que esta precampaña era para fortalecer los vínculos priistas, para unificar los cuadros de ese partido que tanto ha sido dañado en el último sexenio por la corrupción y la opacidad.
Tal parece que al interior del PRI aún existe el sentido de la subordinación y que nadie puede cuestionar a sus representantes cuando estos son impuestos y no electos. ¿Por qué no cuestionan los priistas la falta de propuestas, confianza y seriedad de Meade? Es momento de reflexionar y pensar sobre este escenario político en el que, si las cosas siguen como hasta ahora, el PRI se preparará para dejar Los Pinos y, su última carta es apostar por el vecino de el Frente.
No basta con que el Presidente, Enrique Peña Nieto, salga a dar la cara y quiera hacer memoria de los logros de su administración para desterrar el enojo social. El enojo social estará presente en los mexicanos mientras existan políticos corruptos, que mientan pero que, sobre todo eso, políticos con el valor de insultar a los mismos mexicanos que pretenden gobernar.
El descontento por esta clase política y la interacción entre ellos e internet, son lo que provocarán que en estas elecciones la participación crezca y después de todo, ni el #YoMero de Meade, ni todos los señalamientos despectivos que su partido haga, tendrán efecto porque su derrota, está anunciada.