Cuando en nuestro país dos instituciones públicas de diferente nivel de gobierno atienden las necesidades culturales de la misma población, se pueden observar señales del tiempo en que viven las instituciones. El Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura y el Instituto Cultural de Aguascalientes coinciden en la capital del estado en el centro del país, pero viven tiempos distintos.
Ambos organismos organizan festivales culturales y actividades de formación y promoción artística. Sin embargo, el organismo estatal goza y sufre una larga trayectoria que arranca desde el siglo pasado, mientras que la del municipio no ha completado su primera década de vida.
El instituto municipal utiliza plazas y calles de la ciudad porque así mantiene el contacto directo con la gente y porque, a diferencia del instituto estatal, carece de infraestructura; sus instalaciones están en etapas intermedias de construcción, al oriente de la ciudad, en una zona habitacional sin este tipo de servicios y como parte del parque lineal conocido como Línea Verde, sobre la antigua línea de un poliducto de Pemex, construido durante el trienio de Lorena Martínez.
El IMAC nació con una idea de la cultura basada en visiones, experiencias y modelos muy diferentes de la que animó y anima el quehacer del ICA; el diseño de las políticas públicas municipales responde a enfoques transversales de las realidades sociales; las estatales asumen premisas formuladas hace medio siglo, cuando Víctor Sandoval fundó una Casa de la Cultura para llevar ese tipo de conocimientos a la sociedad en general.
En consecuencia, los objetivos de los programas tienen objetivos diferentes: construir ciudadanía, fomentar valores colectivos y prevenir males como adicciones, violencia, embarazos en adolescentes, entre otras cuestiones extra artísticas relacionadas con problemas de la sociedad contemporánea, corresponden al siglo actual; formar público para las bellas artes, además de promoverlas, mantiene su vigencia pero sus raíces se nutren en el siglo pasado.
El IMAC trabaja con poca gente, con un modelo de gestión que involucra a otras áreas: desarrollo social, deporte, salud, seguridad. Esto permite destinar mayores recursos públicos a las actividades culturales y planear su desarrollo en relación con otros procesos sociales. En pocos años, las políticas culturales del municipio han registrado un impacto importante entre la población y su organismo ha asumido una función que estaba pendiente, pero que también ha generado nuevas necesidades.
Las metodologías y el diseño de las políticas municipales conciben el arte como medio para alcanzar fines sociales, más que como un fin en sí mismo. Este enfoque actual reconocen la utilidad social de la cultura, sobre todo artística, pero de manera incipiente aún. Requiere de una colaboración interinstitucional más amplia y un mayor conocimiento de las necesidades culturales de la población.
La actualidad termina cuando los responsables de diseñar esas políticas públicas y de tomar decisiones desconocen o no les interesan las dimensiones del mercado laboral de los artistas, las preferencias de los públicos, el estado material de los espacios, las tendencias en los consumos culturales y otras variables construidas con información dispersa o inexistente. Los avances en el sector como la Cuenta Satélite de Cultura y la Ley de Derechos Culturales también pierden sentido en un contexto de artistas aislados, en el que predomina una concepción del público pasiva, fantasmas heredados de la visión oficial de la cultura.
La situación plantea retos de coordinación a las instituciones públicas para atender las necesidades de la población desde diferentes niveles de gobierno. Pero también a los artistas, a los promotores y a ciertos públicos, de organización y participación más allá de aplaudir y bailar al son que les toquen las autoridades institucionales.
Convertirse en factores para la toma de decisiones requiere de construir mediaciones que todavía no existen, previstas en la Ley de Cultura del Estado que, como todas nuestras leyes, nomás sirven para presumir. Y estar de lleno en el presente, sin lastres ni fantasmas del pasado.