Lo que le pasa a Aniuta tiene que ver con la pobreza. Imaginársela lanzada a la calle en una noche nevada, porque Klochkov, el estudiante de medicina, con quien ha estado viviendo siente vergüenza por las críticas a su habitación y a su descuidado aspecto que le ha hecho el pintor Festisov: “vive usted… como un cerdo”.
“Aniuta”, cuento de Antón Chéjov (1860-1904) es, como muchas de sus narraciones, un texto que causa un efecto emocional inmediato. ¿Pero cómo logra tal efecto el autor? Porque nos hace mirar dentro del cuarto mismo donde se desarrollan los diálogos de las cuatro escenas: Klochov usando a Aniuta como maniquí de anatomía, la entrada de Fetisov para pedir prestado a Aniuta, el monólogo del estudiante de medicina para decidir el futuro de la chica, el regreso de Aniuta para escuchar que le digan que se vaya y después que puede quedarse si lo desea.
Maestro de la dramaturgia, Chéjov recurre a esas descripciones escenográficas, tan bien modeladas ahora con el uso de las cámaras de vídeo, para el cine o la televisión, y desarrolladas magistralmente en el siglo XIX.
Uno mira como la delgada Aniuta usada, prestada, sacada de la habitación y al final perdonada. Nos conduele lo mujer-florero en que percibimos a esta chica. Chéjov nos ha evidenciado el machismo ruin de aquella época, un machismo clasista, que ocurre desde la universidad: la mujer ignorante le sirve a los juveniles hombres de la historia.
Aniuta es una joven “morenilla de unos veinticinco años, muy delgada, muy pálida, de dulces ojos grises”, que para sobrevivir al frío del clima, al hambre y a la soledad, vive con universitarios en cuartos rentados de estudiantes.
Al momento de la narración, el autor nos cuenta que Klochkov es el sexto joven universitario con quien la chica ha vivido en los recientes 6 o 7 años. Desde los 19 años Aniuta ha tenido necesidad de compartir cuarto, colchón y sexo, con estos esporádicos amantes, a los que entrega cariño, voluntad y apoyo, y de los que recibe, al parecer semen, alguna caricia, compañía, durante el tiempo que duren los estudios de los universitarios, y luego es olvidada, desechada.
Chéjov es capaz de evidenciar a esta mujer sumida en la pobreza y cómo es utilizada por estos jóvenes, para servirse de su compañía durante sus estudios, para presumirla un poco: “Todos sus amigos anteriores habían ya acabado sus estudios universitarios, habían ya concluido su carrera, y, naturalmente, la habían olvidado hacía tiempo. Uno de ellos vivía en París, otros dos eran médicos, el cuarto era pintor de fama, el quinto había llegado a catedrático”.
Klochkov es menor que ella, de alrededor de los 20, cuando mucho 22 años; nos dicen que no es un gran estudiante, y que tampoco es un personaje pudiente económicamente: “Mi padre no me manda más que doce rublos al mes, y con ese dinero no se puede vivir muy decorosamente”. Pero ser estudiante lo pone por encima de la chica, porque puede pagarse un techo, y Aniuta al parecer no.
El destino de la chica nos pega en el intelecto, saber de su fragilidad, que no tiene los medios, ni la educación para resolver por ella misma la situación en que se encuentra y que será dejada de lado en poco tiempo: “Klochkov no tardaría en terminar también sus estudios. Le esperaba, sin duda, un bonito porvenir, acaso la celebridad; pero a la sazón se hallaba en la miseria. No tenían ni azúcar, ni té, ni tabaco. Aniuta apresuraba cuanto podía su labor para llevarla al almacén, cobrar los veinticinco copecs y comprar tabaco, té y azúcar”.
Klochkov la utiliza para repasar un tema de anatomía, checar la posición de los pulmones en el cuerpo de la chica. La chica se desnuda para esta operación, a pesar del frío que deja caer la nieve en la ventana. El estudiante ni siquiera se fija que la chica está quedando azul por la hipotermia a que es sometida.
Quiere ser dedicada, piensa, dentro de su ignorante pobreza que él chico está muy por encima de ella, y lo respeta al grado de querer ayudarlo sin molestarlo ni distraerlo: “Si no me estoy quieta -pensaba- no saldrá bien de los exámenes”.
Para Klochkov ella es apenas una chica para tener en casa, calentarse, desfogarse sexualmente, utilizarla como maniquí, para que limpie la casa, para presumir a sus vecinos, o en este caso, para prestársela al vecino pintor para que pose para él, desnuda claro, aunque Aniuta se queje, apenas.
“- ¿Cree usted que es un placer para mí? -murmuró ella.
– ¡Pero mujer! -exclamó Klochkov-. Es por el arte… Bien puedes hacer ese pequeño sacrificio”.
A pesar de todo lo que Aniuta hace por los dos, aún cuando coopera con su compañero de cuarto, Klochkov la corre de casa. Le dice que las cosas ya no pueden seguir así, la acusa de sucia, de desobligada, de tener la casa hecha un asco, y que las cosas no iban a durar de todas maneras: “Escucha, querida… Siéntate y atiende. Tenemos que separarnos. Yo no puedo ni quiero ya vivir contigo”.
Aniuta resignada decide irse, para no importunarlo. Y entonces Klochkov se muestra magnánimo, dejándola quedarse un tiempo más: “A Klochkov le dio lástima… ‘Podría tenerla -pensó- una semana más conmigo. ¡Sí, que se quede! Dentro de una semana le diré que se vaya’”.
Un cuento que evidencia las clases sociales del siglo XIX, las necesidades que existían para diferenciarnos en cuanto a la economía y carencias.
En una ciudad donde cae la nieve gran parte del año, tener techo es necesario, tener leña poder calentarse, un lugar donde dormir. No sabemos la vida anterior de Aniuta más allá de los últimos seis o siete años en que su vida ha sido similar a la que nos presenta el texto, es usada por estudiantes, ella pone de su parte, pero aún así la dejan; ella ha decidido vivir con chicos universitarios que la traten como cosa.
El dibujo que Chéjov nos evidencia que no le ha quedado de otra. Vive con ellos como una idea de supervivencia. ¿Qué puede hacer, irse a la calle y morir de frío? ¿Buscar un albergue donde algún ebrio de los ‘sincasa’ la doblegue? ¿Trabajar en un burdel? Al menos estos chicos son más limpios, sanos chicos de familia que hasta se sienten hombrecitos manteniendo a una mujer con ellos.
Los ojos dulces que Chéjov asigna a Aniuta hablan de esa ternura que sigue presente en ella a pesar de las separaciones que ocurren cuando los estudiantes la abandonan. Su modus operandi ha sido el mismo, por la sobrevivencia consigue habitación para no morir de frío. Y sin embargo es cosificada por los estudiantes, por Klochkov, por el pintor Fetisov: “¿Tendría usted la bondad de prestarme, por un par de horas, a su gentil amiga?”.
Aniuta que no tiene más destino que el que Chéjov deja escrito; no tiene posibilidad de salir adelante. Por lo menos se quedará dos semanas más con Klochkov, ¿y luego? Sin embargo Aniuta es capaz de desearles lo mejor, de compartir con ellos: “Aniuta se puso de nuevo el abrigo en silencio, envolvió su labor en un periódico, cogió las agujas, el hilo… – Esto es de usted -dijo, apartando unos cuantos terrones de azúcar”.
¿Cómo se percibe la mujer en el siglo XXI? Su comportamiento las ha alejado de ser diferentes a Aniuta. Y en lograrlo debemos cifrar nuestro deseo.