Las desapariciones en México siguen un curso que parece no tener fin. En la investigación que realiza Homero Campa para la revista Proceso, (http://desaparecidos.proceso.com.mx/2/) se concluye que un mexicano desaparece cada dos horas.
Estamos hablando que por día son alrededor de 13 personas las que desaparecen, sin rastro ni seguimiento oportuno que brinde esperanza a los familiares que se quedan a esperar la aparición de sus seres queridos.
Si a esto agregamos la reciente tragedia en el centro del país, con el sismo que sacudió la cotidianidad y dejó en desaparición a decenas de personas, se observa un contexto desalentador.
Por supuesto que el emblema actual en el tema de las desapariciones sigue siendo Ayotzinapa, que hoy cumple 3 años de búsqueda y dolor, 3 años donde se demuestra a la incertidumbre como reina de México.
Y en ese contexto, las desapariciones se muestran con un dejo de sin sentido, no hay información, no existe la certeza, la claridad al respecto de las desapariciones, sólo reina además de la incertidumbre, el sin-sentido.
Sin embargo, en el mismo sin-sentido que se nos ofrece como única respuesta ante el dolor del desaparecido, se ubica una suerte de verdad, la cual no pude ser ignorada en tanto el señalamiento que supone.
Para poder entender adecuadamente el sin-sentido que supone el hecho de las desapariciones en México, bástenos por el momento recurrir a la teoría psicoanalítica la cual expone que el sin-sentido corresponde precisamente al inconsciente.
Tenemos manifestaciones inconscientes que en su misma constitución presentan faltas de sentido; por ejemplo, el lapsus, el chiste, el sueño y el síntoma. Estas formaciones del inconsciente (V.a. Freud, 1900, La interpretación de los sueños), son las vías por donde logra expresarse a los ojos de la razón y la conciencia el sujeto del inconsciente del que habla el psicoanálisis.
Pero es gracias a dichas manifestaciones como el sujeto puede acceder a su verdad, es decir, el sujeto es en función de su falla. En otras palabras, donde surge el sin-sentido –piense en un lapsus-, el sujeto deja ver parte de su verdad, o sea, su deseo, lo que no dice pero está ahí.
Retomando lo anterior diremos, que en el sin-sentido social de las desapariciones se presenta también una verdad, en efecto, la verdad histórica y social de que México es un país desaparecido.
Es el mensaje devuelto que recibe el cuerpo social, la conciencia social ante los actos de la desaparición.
Esto significa que la desaparición en tanto un sin-sentido social y por consecuencia, una manifestación fallida, representa de cualquier forma una verdad, un deseo que proviene de un sentido contrario al esperado.
Como en el caso del síntoma en psicoanálisis, éste obedece a un orden que va en otro sentido pare el sujeto, él no sabe al respecto, no conoce su origen lo que no impide que lo goce-sufra, y nos referimos al orden desde un lugar Otro.
Existe un Otro –orden, mandato, ideología, cultura, reinado, etc.,- que demanda al sujeto el cumplimiento de un deseo, lo que en este caso se traduce por medio de la representación de síntomas como el deseo de desaparecer ciertos signos que interrumpen la compactación e integridad del Otro.
Esos signos que ubicamos en el ritmo de las desapariciones, en las cadenas repetitivas de las personas que desaparecen todos los días son las siguientes: jóvenes, mujeres, estudiantes y niños.
Como si esas cuatro palabras o en términos analíticos significantes, algo provocaran en el orden social, orden desde Otro que no soporta siquiera su pronunciamiento.
¿Pero qué representan esas cuatro palabras que resultan insoportables al grado tal de que es preferible la desaparición? Que en lugar de saber lo que esos significantes tienen que decir, se les calla, se les desaparece cuando no se les mata.
El inconsciente como concepto freudiano está conformado por todo aquello reprimido, y desde ahí se vierten pequeñas dosis de verdad –a pesar de los candados-, donde a partir de las manifestaciones sin-sentido, sin embargo, se dejan escuchar.
En el terreno de lo social por su parte, no es extraña la idea de un sin-sentido desde el cual la verdad se haga visible a los ojos de todos. En un primer cuadro ya decíamos, tenemos que en la suma de repeticiones sintomáticas se presenta a un México como un país desaparecido.
Y en otro cuadro se aprecia lo que poco se dice: en el país no se quieren a sus jóvenes, ni a sus niños, mucho menos a los estudiantes y mujeres. Aspecto que en definitiva abre la puerta para muchos temas que siguen esperando en el tintero.