Luis Leante desata a sus mejores demonios para ofrecernos una novela rotunda. Los recursos que el autor despliega en esta obra son una delicia para el lector y motivo de estudio para el escritor.
La Luna Roja está formada por tres libros que se complementan. Toda la historia es inquietante, desde el principio hasta el final. No hay sosiego en estas páginas. Los protagonistas viven intensamente y nos arrastran con ellos.
Leante nos habla de Literatura llevándola a lo más alto, a un estado de sublimidad casi mítico. La Luna Roja es trascendente. Profundiza en las claves del arte, en los sentimientos humanos y en el engranaje social.
Mientras leía esta historia de historias, he pensado en ese buen demonio que el autor dejó suelto para que le susurrase al oído algo digno de contar, pues la narración es tan real que resulta difícil creer que sea inventada.
Y no es que dude de la capacidad creativa de don Luis Leante, pero casi prefiero pensar que lo que acabo de leer sucedió de alguna manera en alguna dimensión. Es lo que tienen las buenas historias, los personajes cobran vida y quién sabe qué pasa después.
Nadie sabe si reviven su historia una y otra vez hasta el éxtasis o el agotamiento. Nadie sabe si continúan sus vidas dejando atrás al autor. Nadie lo sabe y, sin embargo, los que hemos sentido esta historia sí sabemos que un hombre correrá eternamente hacia su sueño. Y algunos, los más imaginativos, verán cómo lo alcanza.
Luis Leante es un escritor opulento, colmado, exuberante. También es apabullante. Digamos que es un escritor que casi se sale de las páginas, que se desborda naturalmente. Luis Leante es redondo. No tiene fisuras.
En Leante descubro afluencia literaria y energía en estado puro. Es técnico pero también algo salvaje. Es un pirata educado que te avasalla con suavidad. Su prosa es fluvial, navegable, con vistas exóticas.
Transcribamos un fragmento:
“Nunca le había dado la mano a una mujer, excepto a su madre. Se marchó nervioso y al salir dio un traspié. El olor de la chica se había quedado en su mano. Hizo el trayecto hasta casa sin apartar su mano de la nariz. Pasó toda la tarde en la cama, desconcertado. Se levantó poco antes del anochecer, sin ganas de salir a la calle. Se puso el gorro de lana y le dijo a su madre que se iba a trabajar. Aysel creía que su hijo estaba afectado por la enfermedad del señor Yeter. No podía imaginar el origen de sus tribulaciones. Esa noche recorrió las calles de la ciudad mientras Orpa seguía dando vueltas en su pensamiento. Se dirigió a la tienda de telas sin saber muy bien lo que hacía. No era él quien controlaba sus actos. Permaneció durante horas junto al escaparate. Miraba hacia el interior tratando de ver algo entre las sombras que le recordara la presencia de Orpa. Dentro estaba todo oscuro, pero de vez en cuando creía distinguir un objeto, una silla, la sombra de las telas formando una pared tras el mostrador. Estuvo clavado frente al escaparate hasta medianoche”.
La Luna Roja es una novela completa como la vida misma, intensa, agridulce, desesperada.
Luis Leante ha creado un microuniverso que palpita por sí solo.