Soy como una Sarracenia que puede llamar la atención y causar cierto efecto en tus sentidos tales como la vista y el olfato pero una vez que decides contemplar el efecto que puedo engendrar en el tacto y el oído, te haré estremecer, incluso te llevaría hasta el fin más ruin y despiadado que sería la súbita pérdida de tus 5 sentidos… Para siempre. Suelo ser solitaria en la primavera y necesito del roce ideal del sol y de la ausencia total de este en ocasiones, no puedo vivir con él pero sería imposible florecer sin éste apenas visible, lejano y casi imperceptible. Cuando decido tener un descanso invernal sé que no necesito la compañía de mi fiel estrella y ahí, en la soledad descubro año tras año, una y otra vez que puedo sobrevivir sin este astro y los demás que me rodean, que crezco y me fortalezco en los Valles del destierro, que aún «respiro» sin la luz que me inundaba rutinariamente y que sin estar impregnada en el abundante rocío con tan solo unas lágrimas de la tierra o del cielo me es suficiente. Desgraciadamente no puedo medrar eternamente, llega el tris en el que el que parecía ser mi devoto feligrés que me dejó bajo los despojos del frígido, apático y distante frío, regresa suplicando le acepte de nuevo su presencia sobre mis puntas. Si no me adapto a esta tan atrevida petición este me toma por la fuerza, marchitando mis corolas y dejándome a la misma suerte que yo otorgo a mis presas, arrebatándoles todo lo que son, lo que tienen y lo que me puede llenar de placer y satisfacción.
No digo que soy una cruel y sanguinaria creación de Belcebú (irónicamente), quizás lo que trato de externar es que aún no hay nadie que haya explorado mis propiedades con detenimiento con la suficiente escrupulosidad para transformar mis más miserables detritos en lo antónimo de lo que inicialmente era, en vida, en sanación, en vigor…